Lorena Salmón: "Al trabajo con estilo"
Lorena Salmón: "Al trabajo con estilo"
Redacción EC

Siempre me preguntan sobre cómo ir vestida a. Uno nunca sabe qué ponerse para ir a la oficina. (La que sabe es porque es muy aplicada y le gusta esto de pensar en qué ponerse para cada situación específica).

Jamás había tenido la respuesta ante tanta incertidumbre. Cada vez que escribía un ‘post’ sobre el tema, los comentarios de las lectoras era que estaba por completo equivocada y mis propuestas de ‘looks’ para oficina eran, por decir lo menos, inútiles. Ahora tengo la fórmula perfecta y se la debo a esa adictiva serie transmitida y producida por Netflix, «House of Cards». Una de las protagonistas es Claire Underwood, interpretada por la impecable y perfecta Robin Wright: una diosa del estilo formal de oficina.

Una jefa implacable, dura, fría y que además viste de maravilla. Sí, lo repito: Claire Underwood viste de maravilla y de imposible ficción. Si todo lo que vemos por televisión fuera cierto, la única forma de tener un clóset poderoso, sexy, simple, estructurado y pensado para vestir a una Lady Macbeth corporativa, sería robar el suyo. La mayoría de sus superentallados vestidos son de Narciso Rodríguez, Ralph Lauren o Calvin Klein. Los perfectos abrigos de Burberry. Sus conservadoras faldas estilo lápiz (pencil skirts) son de Prada y sus camisas, de Theory. Para la ropa del día a día cómoda y básica, prefiere Banana Republic o The Row.

Y en lo que respecta a accesorios, bueno, su par de cada día son los siempre bienvenidos Louboutin o Chanel y carteras Saint Laurent o Mulberry. Eso sí, pantalones muy ocasionalmente. Si lo dice, le hacemos caso. Ella es una diosa con gusto impecable. La Carrie Bradshaw («Sex and the city») de las organizaciones no lucrativas y el cuidado al medio ambiente. Al menos por un lado hace el equilibrio. Pero no hay que morir de envidia frente a la pantalla ni tener el presupuesto de Tom Broecker, el diseñador de vestuario de la serie, que en efecto ve a Claire como exactamente debería vestirse mujer de 40 años o más, esposa de un gobernador y que maneja una organización sin fines de lucro. Debería vestir tal como lo hace Underwood: impecable, perfecta, sobria, sin un pelo que se despeine.

Sin tanta rigidez, la idea es saber qué necesitamos. Y lo que necesitamos es usar el mismo shampoo que ella, la blusa blanca, o las blusas que queramos. La falda pencil (entallada por las caderas) y midi (su altura no sobrepasa el límite de las rodillas). Un par de tacos y también un buen par de zapatos que nos ofrezcan comodidad. Y si tenemos la posibilidad mandarnos a hacer un vestido a la medida, no importa que no sea de diseñador, pero sí que el estilo y la hechura sean impecables. 

Si mi trabajo ocurriera en una oficina, tal vez me sentiría atrapada por una paleta limitada a los grises, azul marinos y acentos de color, siempre necesarios; pero a mí me encanta el blanco y negro. Minimalista, elegante y simple.

Pero volviendo a la perfecta esposa del político, debemos entender que hay que  saber prestarle importancia a los detalles. Aunque sus vestidos podrían pecar de sencillos terminan convirtiéndose en piezas poderosas y atractivas a través de sus diferentes cuellos y escotes. La mayoría de sus vestidos son de una silueta recta (‘shift’), sin texturas, colores, ni mucha magia, salvo si nos enfocamos en el escote y en los diferentes tipos de cuello (rectos, asimétricos) que elige usar. 

Y si con eso creían que bastaba, recuerden: el estilo también va en la cabeza. No sé si Claire Underwood sería la mujer que es si no tuviese ese corte de pelo (pixie, corto como de hombre pero con un giro 100% femenino). Lo amo, quiero cortármelo igual ya. Ojo: Esto no es un llamado a que se conviertan en potenciales protagonistas del  ‘remake’ del «Bebe de Rosemary» pero tómense su tiempo para pensarlo. Con el guardarropa listo y el look completo, lo último que nos falta es complementarlo con actitud. Recordar que somos nosotras quienes vestimos la ropa y no ella a nosotras. Como Underwood.

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