¿Por qué a lo 34 años no somos mamás viejas, sino mamás sabias? ILUSTRACIÓN: @alehovispoarte
¿Por qué a lo 34 años no somos mamás viejas, sino mamás sabias? ILUSTRACIÓN: @alehovispoarte
Adriana Garavito

Hay días que ando con las justas con gasolina y la mayoría de veces que hago las compras de la casa realizo un tour particular en Plaza Vea: empiezo por el pasadizo de los pañales y luego paso por el que venden cerveza. Me gusta hacer deporte, y me jacto de bañarla parada de cuclillas. Puedo estar jodida en muchas cosas, pero a mis 34 no soy una vieja.

Cuando era niña pensaba que una mujer de 34 era bastante mayor. Una tía. que se teñía las canas y sufría por bajar esa grasita de más. Una mujer de 34 ya podía ser abuela y llevaba siempre una chalina en el carro por precaución. Ya no salía de fiesta o, si lo hacía, se maquillaba en exceso.

Ahora, a mis 34, pienso que no hay mujer vieja, sino sabia. Que no hay arrugas, sino experiencia. Que no es grasa de más, sino buena vida. A mis 34, a las justas soy madre de una niña y me pinto de rojo la boca para lanzarle un beso al espejo y no para intentar bajarme unos años de encima.

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Tengo días que estoy en pijama desde las seis de la tarde (¿tú no?), pero no soy esa imagen que tenía en mente cuando era pequeña. Soy mamá, sí, pero también una mujer que le gusta su espacio, leer, ir a entrenar, encontrarse con sus amigas, abrir uno, dos, tres vinos y para rematar escuchar ese sonidito que hace más o menos “chissss” que significa que es momento de pasar a las chelas.

Cuando chateo con mis amigas hablamos de la caca de nuestros hijos, de lo que comieron, de lo que volvieron a cagar, de sus ocurrencias, de lo que se metieron a la boca, de que están locazos, que son hermosos. Y hablamos de sexo, de la falta de sexo, de vibradores, de nuestros ex. Hablamos de nuestras tetas, de las tetas de las otras, de las tetas falsas y de las tetas que merecen un minuto de silencio por haber desaparecido.

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Planeamos paseos con nuestros hijos, organizamos el almuerzo, el trago que vamos a tomar y de que, por favor, no seas tacaña y yapees lo que tienes que pagar. Nos preguntamos si estamos haciendo un buen trabajo como madres, como pareja, como hijas y después confesamos a toda la gente que queremos asesinar, como esas mamás más jóvenes y con un cuerpo que no puede ser verdad (¡Simplemente no puede ser verdad!)

La edad es escurridiza: cuando menos lo piensas la tienes encima. Pero todo está en la actitud. ¿Tengo frío todo el día como buena madre a los 30? ¡Sí! Y lo digo con orgullo. Pero para eso está el vino, hermana: para calentarnos. Pa’ delante que hay harto por recorrer.

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