Según el INEI (data del 2018), 41,6% de los docentes son jefes de hogar, de los cuales, el 22% son mujeres. (Fotos: Archivo Personal)
Según el INEI (data del 2018), 41,6% de los docentes son jefes de hogar, de los cuales, el 22% son mujeres. (Fotos: Archivo Personal)
Celeste Pérez

Mi se levanta 5:30 am todos los días sin excepción. Ahora, soy yo la que la regaña por andar con el celular todo el día, contestando el Whatsapp, editando videos o avisando algo en redes sociales. Desde hace más de un mes, su salón de clases ha sido reemplazado por una pantalla antigua de laptop que a veces pierde nitidez (no se compró una nueva para ayudar a costear la mía), y en ocasiones -aunque la incertidumbre y el cansancio la agobien- se queda de madrugada editando videos desde el celular o escribiendo en papeles de colores para su clase del día que se avecina.

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De los alrededor de 600 mil que existen a nivel nacional, según cifras de la Encuesta Nacional de Hogares del 2018 realizada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 63,6% son mujeres. Muchas de ellas, madres. De la estadística destaca también que el 41,6% de los docentes son jefes de hogar, de los cuales, el 22% son mujeres.

En el marco actual, los maestros en general se han visto llamados a cambiar su metodología en al menos un 50%, teniendo a los diversos recursos tecnológicos como principales aliados. Con una computadora o desde el celular, pegando papeles blancos en la pared o adecuando una suerte de pizarra. Nada ha podido detener a los apasionados de esta profesión en seguir forjando los conocimientos de sus alumnos, desde los más grandes hasta los más pequeños.

Aunque las críticas no han faltado, la paciencia por momentos flaquea y la tecnología se hace la difícil, miles de maestras (y maestros) en el mundo han conseguido inflar el pecho de sus hijos con orgullo, y no solo de aquellos que les regaló la profesión, sino también de los de sangre. Esos hijos que aprendieron a compartir los consejos de mamá o papá con los demás.

-ME INSPIRAS-

Ysabel Valverde Morán tiene 63 años. De ellos, ha dedicado más de 32 a la docencia. El marco de la pandemia por coronavirus, la ha impulsado a adaptar sus enseñanzas en medio de la incertidumbre, trabajando sin importar la hora y sacrificando también sus fines de semana para que ninguno de los 28 niños de tercer grado de primaria a los que enseña en Puente Piedra deje de aprender a distancia.

Hace unos días, su hijo Jorge Juárez (con usuario @jcoco2515), compartió en Twitter una fotografía de ella y su hermana –quien también es maestra- elaborando una de sus clases virtuales con particular empeño. La escena es admirable. Las dos mujeres se agencian de un celular, unos cuantos papelógrafos y unas cajas para desarrollar sus clases. Todo sirve, cualquier cosa se convierte en la herramienta perfecta para impartir sus enseñanzas.

El tiempo que dedica Ysabel a la educación es amplio. Los fines de semana, elabora sus unidades de aprendizaje. De lunes a viernes, graba las clases por la noche y durante el día las comparte y está en una constante comunicación con sus niños y los padres de familia a través de Whatsapp y llamadas, contacto que se extiende desde muy temprano en la mañana hasta la noche, teniendo en cuenta la realidad de las familias y su disponibilidad para realizar las tareas de forma virtual.

Quisiera decirle que me encuentro muy orgulloso de ella. De su vocación, de su profesionalismo, de su dedicación con los estudiantes que ha tenido a su cargo durante más de 32 años de servicio. He sido testigo directo de la gratitud de sus alumnos, muchos de ellos hoy profesionales, quienes reconocen en ella a una maestra que supo guiarlos adecuadamente en sus primeros años escolares”, compartió Jorge Juárez a El Comercio, refiriéndose emocionado a su madre.

-ENSEÑAR A MAMÁ-

Adaptarse a la tecnología ha sido tal vez uno de los problemas más comunes que han afrontado los maestros en las últimas semanas. En estas circunstancias, les ha tocado por un momento tomar el papel de aprendices, dejándose enseñar por sus hijos, colegas y hasta sus propios alumnos.

Tal ha sido el caso de Ana María Fernandini, quien es bióloga y maestra hace más de 28 años, y que actualmente enseña a niños y jóvenes de entre 11 y 17 años mediante una plataforma virtual. "La tecnología era algo a lo que estaba acostumbrada. Adaptar mis estrategias a esta realidad y también crear nuevas ha sido algo complicado. He tenido que aceptar que hay muchas cosas que no puedo hacer sin ayuda de mis propios alumnos e hijos, pero felizmente siempre me han apoyado y he conseguido aprender”, cuenta en una entrevista exclusiva.

Kyara Velásquez, una de sus hijas, fue la encargada de compartir su historia en redes sociales, y no con el afán de hacerla conocida, sino más bien de expresar mediante palabras lo agradecida y orgullosa que estaba por tenerla como madre.

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Mi mamá es bióloga y ahora profesora de ciencias. Se levanta todos los días a las 6 am para preparar su clase para que sea lo más llevadera y didáctica posible para sus alumnos. Ha sido tooooda una historia que aprenda a usar zoom. Desde hacernos a mi y a mis hermanos conectarnos a una reunión con ella estando justo en la habitación de a lado solo para probar que si tenía el poder de anfitrión para decidir quien entraba y quien no (no dejó entrar a mi papá a la reunión de prueba jaja) hasta enseñarle hace unos días que la cámara solo estaba captando la mitad de su cabeza y que estuvo dando clases así. Sé que muchos nos hemos quejado por ese “las clases virtuales no son lo mismo” “yo pagué por otra cosa” y entiendo totalmente. Pero en serio no saben cómo es verlo del otro lado. Me anima e inspira tanto ver a mi mamá empoderarse todos los días para seguirla a pesar de. Aunque no entienda bien la tecnología o sea la primera vez que haga reuniones en vivo. Este ha sido un cambio súper fuerte al que todos hemos tenido que amoldarnos, para algunos ha sido más difícil que para otros tal vez. Solo valoremos el esfuerzo que hacen los que están detrás de una pantalla para que las cosas sigan funcionando de alguna forma. Seamos pacientes, sonriamos, saludemos, demos las gracias. Amigos, aún hay mucho por lo qué estar agradecidos. Y aún hay mucho más por dar. Psdta: El post va dedicado a mi mami porque la semana pasada fue el día del trabajador y el domingo es el día de la madre. Y ella la rompe en ambas cosas.

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En la publicación, la joven comparte las peripecias que ha tenido que pasar Ana María para adaptarse al mundo tecnológico, desde las tardes conectándose a Zoom con sus hijos para practicar sus clases, hasta aquel momento en el que descubrió -entre risas- que su cámara estaba mal posicionada, y sus alumnos solo podían apreciar la mitad de su rostro.

Desde mi perspectiva como hija, puedo afirmar que mi mamá se ha esforzado al máximo para aprender todo a velocidad luz. Ella es increíble, está dispuesta a todo. Además, es una mujer paciente y sabe cómo ser maestra. Creo que no cualquiera puede ser profesor. Puedes tener el talento, pero también hay que tener un corazón para eso. Hay que tener pasión, asumir que tienes el futuro de otra persona en tus manos, motivarlos a que sean mucho mejores que tú”, señala, orgullosa, Kyara Velásquez.

Pero no todo acaba ahí. Como Ysabel, Ana María tampoco se permite descuidar uno de sus roles más importantes en la vida: ser mamá. Entre clase y clase, se da el tiempo de compartir junto a sus hijos, conversar, aconsejarlos, compartir una película o cocinar algo rico: “Mamá es mi héroe. Verla despertarse tan temprano, estar tan pendiente de todo, de sus alumnos, de mejorar ella misma y de nosotros su familia. Todo siempre con una sonrisa. De ella aprendí que siempre hay que estar agradecidos con la vida a pesar de que las circunstancias no sean siempre las mejores”, agrega Velásquez.

-CORAZÓN PARA VER MÁS ALLÁ-

Todos hemos tenido la oportunidad -al menos una vez- de tener una maestra que nos cambió la vida. Alguna “Miss”, que nos motivó a ser mejores, que nos cobijó en sus abrazos o que nos enseñó a perder el miedo poco a poco en nuestros primeros días de colegio. Ahí, es cuando notas que resalta la vocación y el corazón por encima del talento, los libros leídos o los títulos de universidad. Una maestra sabe que si uno de sus alumnos tiene los ojos caídos puede ser porque algo más allá está molestando su corazón o sus pensamientos. Una maestra, no lo deja ahí. Ella conversa, acompaña, impulsa.

Desde que tengo uso de razón, mi mamá se refiere a sus alumnos como hijos de profesión, o hijos nada más. Aprendí a compartir con ellos como mis hermanos, y me emocionaba acompañarla de vez en cuando en actuaciones por días especiales como el para compartir con ellos. Con mi hermana menor fue igual. Ambas sabemos que mamá, es mamá para muchos niños más, y hay que (con un poco de recelo) compartir su amor.

María Basauri es el nombre de mi mamá. Ella es psicóloga hace 30 años y maestra hace poco más de 28. Enseña a niños con discapacidad leve y auditiva. La lengua de señas es su segundo idioma, y, aunque las clases de ahora han cambiado las reglas del juego, ella no se deja amilanar.

(Foto: Archivo Personal María Basauri)
(Foto: Archivo Personal María Basauri)

Al igual que Ana María e Ysabel (y más mamás maestras en el país), ella ha logrado robarle más horas al día y en ocasiones ha convertido a la noche como compañera para soltar su creatividad y configurar sus clases. Se cansa, por supuesto, pero me dice que “todo vale la pena” cuando al día siguiente ve las sonrisas de sus niños por Zoom o las fotografías de sus tareas que envían sus mamás. Además, se ha vuelto una experta en grabar videos, editar por celular y responder 30 conversaciones de Whatsapp a la vez. Todo eso sin dejar de ser mamá, de preguntarme sobre mi día, de cerciorarse que mi hermana comió, o de estar pendiente de las últimas noticias.

A pocos días del Día de la Madre; Ysabel, Ana María y María Elena deben tener claro esto: sus hijos e hijas están 100% orgullosos de ellas. Y, aunque directamente no son nuestras maestras, nos enseñan más que otro ser humano en el mundo.

A continuación, dejamos algunas postales que compartieron otros “hijos orgullosos” alrededor del mundo, con momentos y mensajes emotivos para sus mamás maestras:

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