Natalia Parodi: "De la familia también nos divorciamos"
Natalia Parodi: "De la familia también nos divorciamos"
Redacción EC

Cuando una relación importante y larga termina, no solo hay que decir adiós a la persona con quien rompimos. La despedida incluye: la vida diaria a la que estamos acostumbrados, la casa donde vivimos tal como estaba dispuesta en pareja, los planes con el grupo de amigos, el futuro imaginado, los sueños compartidos… Toda nuestra realidad cambia. Y de pronto nos encontramos como en un cruce de caminos en el que se abren infinitas posibilidades, pero por un tiempo no sabemos cuál será el rumbo que tomaremos ni, en realidad, para dónde vamos. Debemos aceptar una soledad temporal y dejar atrás lo que antes era importante.

Eso sucede con la familia política. Las personas que a lo largo de la relación nos incorporaron en sus vidas y se volvieron gente muy querida para nosotros. Nos abrieron las puertas de su casa, nos recibieron y con ellos logramos tejer un vínculo profundo y sensible: nos volvimos parte de su hogar y ellos de nuestra vida. Sin embargo, luego del divorcio, eso se ve afectado y puede resultar doloroso para todos.

¡Qué pena! Cuñados y cuñadas, suegros, sobrinos, la nana de toda la vida. Cada almuerzo de domingo, cumpleaños, paseos, vacaciones de verano, navidades y tantas anécdotas compartidas. Ya sea el día en que tu suegra te acompañó al doctor, o cuando tu cuñado te ayudó con el carro malogrado, o en el que llevaste al sobrino al colegio, o le pediste un consejo a tu suegro, o cuando murió la abuelita y los acompañaste en ese triste momento. Tantas risas, tantos abrazos y algunas tristezas. Eso que llamamos familiaridad y que no parece estar diseñado para romperse.

«No te divorcies de nosotros» parecen decir los suegros o la hermanita menor. Pero si no hubo hijos, el distanciamiento es inevitable. Es verdad que puedes tomarte un café algunas veces o quizá visitarlos, pero ya no se mantendrá la cotidianidad que hubo como si nada hubiera pasado. Porque sí pasó. Y ya no perteneces a esa familia.

Aunque sea duro, la despedida es parte de la realidad. Nos podremos querer mucho y quizá eso no cambie nunca, pero la relación con ese chico acabó y con eso, nuestro lugar dentro de su familia. Y aceptarlo es triste.

Yo tengo lindos recuerdos de la familia a la que pertenecí cuando estuve casada. Sé que para algunas personas esa relación es a veces complicada, pero no ha sido mi caso. Yo me he encontrado con personas de primera. Generosas, incondicionales, divertidas y acogedoras. Y dispuestas a quererme mucho y a recibir mi cariño. Conservo de ellos lindos recuerdos.

Si es posible, quizá visites de vez en cuando y puedas demostrar y recibir cariño de esa familia. Pero el lugar que teníamos ahí ya no nos pertenece. Y es justo reconocerlo para dar espacio a la nueva mujer a quien ese puesto pertenecerá. También es importante que suceda para dar lugar a enamorarnos de la familia de nuestra nueva pareja e iniciar el proceso de ensamblarnos con ellos. Lo que nadie nos quita son los recuerdos de esas personas que nos acogieron y el saber que tuvimos la suerte de habernos encontrado y querido tanto. Ellos lo saben y nosotras también. La relación termina pero el cariño queda para siempre.

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