MDN
Wendy Ramos
María Pía Barrientos

Wendy Ramos está convencida de que todo pasa "para algo". Para darle un lección y generalmente dejarla parada en un lugar mejor. Con los años aprendió a mirarse a sí misma, reconocer sus defectos y darse el tiempo para domar a sus "monstruos". 

¿Cortas sin miedo lo que ya no quieres en tu vida?
Sí, soy atrevida. Antes, me daban miedo los cambios. Ahora, cuando veo que vienen problemas grandes, digo: “esta ola me va a revolcar”, pero ya sé que cuando pase me dejará parada en otro sitio, mirando otro panorama que, probablemente, será mejor. Hasta ahora siempre ha sido así. Si te cuento las cosas más dramáticas de mi vida, todas han terminado en algo genial.

Un ejemplo de alguna de esas situaciones.
“Pataclaun”. Cuando se acabó fue terrible. Yo pensé que me lloverían las  propuestas, porque había actuado en un programa exitoso y lo había escrito. Pero me quedé mirando el teléfono durante seis meses y nunca sonó. Ahí me di cuenta de que la vida es como un juego y los dados siempre están para volverlos a tirar. Así empiezo “Bola Roja”.

¿Cómo diste el primer paso para “Bola Roja”?
En un taller conocí el claun hospitalario y empecé “Bola Roja”, que es
lo que me ha dado más orgullo. Me di cuenta de que si no había nada,
podía armar mi mundo como me diera la gana. Luego, lo solté para hacer otras cosas. Es más fácil soltar lo que no te gusta, ¿pero cómo sueltas algo lindo? Surgieron otros grupos de claun paralelos, así que en vez de acabarse, “Bola Roja” se multiplicó, y yo me vi con más tiempo, pero con la misma cantidad de energía y la posibilidad de ponerla en varios lugares.

El claun ha probado ser terapéutico, ¿cómo lo viviste tú?
El juego te muestra tal cual eres. Si vives como juegas, los problemas
son retos que puedes librar con inteligencia, pero sin drama. Cuando ves los problemas de la vida así, en vez de quedarte esperando que el
teléfono suene, te mueves, sin sufrir. Entiendes que todo pasa para algo.

Te casaste dos veces. ¿Qué aprendiste de esas experiencias?
Sí, me encanta casarme (ríe). Me parece muy bonita esa ilusión. La
primera vez tenía 24 años y lo hice porque me creí el cuento de que te
tenías que casar y tener hijos. Y me equivoqué horriblemente. El segundo matrimonio fue hermoso, con Ramón, un tatuador. Nos llevábamos bien y nos separamos por incompatibilidad de futuros: él se tenía que ir del Perú, porque aquí su trabajo no era considerado un arte, y yo quería quedarme porque estaba construyendo algo.

¿Y la ruptura no te costó?
Cuando quieres así, deseas que la persona esté bien. Yo iba a estarlo
acá y él donde está ahora. Cuando quieres al otro, deseas que sea feliz,
aunque no sea contigo. Yo creo que eso es amor verdadero. Después estuve con una persona ocho años, un actor. Ahora estoy soltera.

¿Qué piensas cuando alguien dice: “tengo que tener hijos”?
Empecé a pensar en hijos cuando estaba casada. Si hablaba de un proyecto o un taller decía: “wow”. Cuando se trataba de hijos pensaba: “sí, tengo ganas”, pero no con la misma emoción. Después me di cuenta de que uno no tiene que subirse a todos los trenes. Me subo al que yo quiero.

Nada te detiene, ¿no?
Cuando tengo un miedo digo: “tú no me vas a ganar”. Me paso la vida
solucionándome cosas. Tengo mil defectos. Ahorita acabo de superar uno gigante y dije: “ya estás aplacado, monstruo. Ahora vamos por otro”.

¿De qué se trataba ese "monstruo"?
Tenía una relación muy difícil con la fama, con los autógrafos y las
fotos. Cuando empecé me sentía superhonrada. Después, pasé a odiarlo, porque sentía que venía de algo que ya no estaba haciendo: la
televisión. Me sentía usada, como un animalito del zoológico. Sentía que a la gente solo le importaba llevarse una foto y ponerla en Facebook y le daba igual si yo quería o no. Además, yo quería hablar con ellos y no querían. A veces me pasaba media hora tratando de convencerlos. No sabes todo lo que hice para superarlo: terapia, cursos...

¿Y finalmente cómo lo superaste?
A mí me encanta el programa “RuPaul’s Drag Race” y empezaron a venir los concursantes del reality a Lima. Me invitaron al Meet and Greet de Alyssa Edwards, que me encanta. Estaba en una fila, esperando que me firmara un autógrafo y empecé a ponerme nerviosa. Experimenté qué siente la gente que te espera. Ese día entendí que sí puedes disfrutarlo, porque la gente viene con cariño. A mí me dolía mucho, porque si decía que no, sentía culpa. Pero si daba el autógrafo también sufría, porque sentía que estaba contribuyendo con algo horrible: que tú creas que es importante tener un papel firmado por otro. ¿Quién te hizo creer que yo soy más importante que tú? La industria para la que yo trabajo te hizo creer que yo tengo una vida maravillosa, y no (es así).

Algunas veces has dicho que te gusta ir por el camino menos transitado. ¿De dónde te nace ese instinto?
Creo que por ser huérfana (de madre) siempre he sentido que no soy igual a los demás. Ante esa ausencia tan grande, me llenaban de confianza y de cariño. Me hicieron sentir que podía con todo. Por eso, no mido los obstáculos y tampoco las posibilidades de que algo salga mal. Cuando reflexiono después de un tiempo digo: ¡qué loca!

¿Cuál dirías que es tu manera de buscar la felicidad?
Una vez leí que la depresión te da si no tienes metas. Si no tienes por
qué nadar, te hundes. ¿Para qué sigues si no hay a dónde ir? Por eso,
siempre me he puesto cosas adelante. Por ejemplo, en octubre sé que
viene un viaje, si no es a la India es a Japón, pero de todas maneras me voy lejos. Si sabes qué te hace feliz, ¿por qué no lo pones en tu
camino? A mí me ayuda a seguir nadando. Me procuro momentos de felicidad lo más continuamente que puedo, porque la única que sabe cómo lograrlo soy yo.

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