Lorena Salmón: “3,2,1...digan ‘cheese’”
Lorena Salmón: “3,2,1...digan ‘cheese’”
Redacción EC

No me canso de tomarme fotos. Me levanto, me tomo fotos. Mejor si estoy despeinada, con medio ojo cerrado: es natural y lo natural está de moda. Me cambio, me miro al espejo. Clic. Foto. Hay que registrar el ‘outfit’ o ‘look’ del día. Salgo a la calle, ¡qué lindo, hace sol! Necesito una foto con esta luz, clic de nuevo y clic otra vez porque salió completamente a contraluz. Almuerzo, foto a mi crema de zapallo con crutones y luego otra a mí también porque me siento feliz. Quiero compartirlo.

El café de la tarde y su foto, con la mía montando bici y tomando fotos. Soy ‘multitasking’. #Sísepuede. Y luego, si tengo un evento, compromiso, actividad o cualquier otra excusa -que no es otra más que ninguna- seguiré usando el iPhone como la cámara de fotos más efectiva: toma las fotos y además me permite colgarlas al instante. No hay intermediarios entre MI mensaje y el público (es decir, mis compañeros de redes sociales).

Los ‘selfies’ son un trastorno mental, aseguraba un texto supuestamente publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría. La noticia se convirtió en viral por su semejanza con la realidad. En él se comunicaba que tomarse fotos de uno mismo para luego compartirlas con los demás en redes sociales era una afección mental llamada ‘selfitis’.

Broma o no, esta obsesión con el autorretrato exhibicionista para mí no es solo una enfermedad, sino una plaga de dimensiones bíblicas y el texto, un acierto. La supuesta ‘selfitis’, aunque sin aval médico, es tan real como cualesquiera de sus compañeras sinusitis, otitis, conjuntivitis, dermatitis. Y no es otra cosa que una inflamación del ego, del yo, de la propia imagen.

Lo leo y leo y suena de locos. Sin embargo, ha comenzado a interiorizarse como un hábito natural. El hecho de suspender lo que estamos haciendo porque en ese momento un solo deseo llega a nuestra mente y ordena a nuestro cuerpo: quiero tomarme una foto. Ye. Algo así de extraño como el hecho de compartir tu vida con los demás en un portal que llega a millones de desconocidos.

Pero volviendo a la falsa ‘selfitis’, sigamos el juego. Esta tendría tres niveles, cada uno más que preocupante que el otro y, en realidad, nada lejos de la realidad.

Por un lado el ‘borderline’, que es bastante peculiar: se trata de aquellos que se toman fotos, pero no las llegan a compartir en sus redes sociales. ¿Causas?: ¿inseguridad?, ¿timidez? Luego está la ‘selfitis’ aguda, nivel donde se encuentran los que se tomaban fotos todo el rato y las comparten todo el rato. Y, por último, la ‘selfitis’ crónica. Allí estamos todos los que hemos hecho parte de nuestros hábitos tomarnos fotos todo el rato.

La pregunta es si realmente se debe a un tema de autoestima e inseguridad o por el contrario a un ego superinflamado. La verdad es que nadie se escapa de esta o la arrasadora de locura en la que ya no solo caminamos, comemos, manejamos, cantamos, saltamos, con el celular en la mano y conectados, sino que además queremos registrarnos en cada momento. Sonrían. Ahora veamos esa foto de ustedes con esta página en la red.

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