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Una batalla diaria contra la indiferencia - 1

Por Andrea Carrión / WUF

Junior Hilasaca pertenece a esa raza escasa de personas que aún le dan sentido a la palabra compasión. Mientras miles abusan de los animales a punta de golpes, desidia o indiferencia, éste limeño se desvía de su camino para recoger perros semi pegados en la carretera o moribundos en algún basural.

Así fue con Valiente, uno de sus rescates más emblemáticos. Una tarde Hilasaca salía de su oficina y a lo lejos vio que un perro deambulaba torpemente entre desechos humeantes y apestosos. Se acercó y se impresionó al ver lo raquítico y sarnoso que estaba el animal.

“No sé si por débil o por dócil, pero se dejó agarrar sin problemas e inmediatamente lo llevé a la veterinaria. Tenía erliquia –enfermedad transmitida por la garrapata- y estaba completamente desnutrido”, recuerda Hilasaca, quien por obvias razones decidió llamarlo Valiente.

Ésta es solo una de las tantas historias que este contador y experto en tributación ha recogido a lo largo de los últimos 7 años.

De entusiasta a activista

En el 2009 Hilasaca comenzó a rescatar de manera espontánea y esporádica perros que vagaban enfermos o heridos por la zona de Puente Piedra. Los llevaba al veterinario, luego a su casa y, eventualmente, les encontraba familias adoptivas. Así pasó algunos años, hasta que en el 2013 un hombre llamado Antonio Pairona le ofreció un terreno por el óvalo de Zapallal sin costo.

“Solo fueron dos meses pero fue de gran ayuda y lo agradezco hasta el día de hoy. Lamentablemente el terreno era muy pequeño para lo que necesitaba y no había agua, pero me ayudó para albergar a los 12 perros que había rescatado en un lapso de 4 meses y a quienes no les había podido encontrar un hogar”, señala.

Hilasaca buscó otro lugar y en poco tiempo se mudó al espacio que alquila hoy y en donde finalmente creó el albergue que tanto había soñado: .

Actualmente, Hilasaca cuida de 37 perros que más allá de compartir un pasado de abandono y sufrimiento, buscan un futuro de aceptación y amor en una familia.

Su hermana Catherine Hilasaca es su mano derecha en esta misión, ella administra el albergue y debe de lidiar con el cuidado y alimentación de cada animal. En las noches Sonia Saravia le toma la posta para vigilar que todo fluya con armonía.

“¿Por qué hago esto? Por una inmensa satisfacción personal. Me gusta ayudar, no solo a perros sino a gente en general. Pero los perritos me causan mucha tristeza pues muchos son víctima de una sociedad tan indiferente. He rescatado perros en situación extrema y es muy frustrante ver que nadie hace nada por ellos”, comenta Junior.

Prueba de ello son casos como el de Kia, otra perrita encontrada en un basural. Una tarde de verano del 2014, Hilasaca manejaba por el cono norte y ahí estaba Kia, muriéndose con el sol. Tenía el pellejo pegado a los huesos y estaba amarillenta, suficiente motivo para meterla al auto y llevarla al veterinario más cercano. Kia pasó tres semanas con suero sin poder comer ni ladrar. Tres meses después se recuperó y ahora es lo que muestra la foto de la derecha en este ‘antes y después’.

Kia tras ser rescatada.

Kia recuperada y viviendo en el albergue.

“Yo le debo mucho a estos perros, gracias a ellos es que me independicé, abrí mi propia consultoría y crecí, lo que me permite trabajar, rescatar y ayudar a más perros. Lo que he avanzado con el rescate, el albergue y la asociación en estos años es increíble”, asegura Hilasaca.

Sin embargo no es suficiente.

Contra la economía y la mentalidad

Mantener un albergue de animales es muy costoso debido a la cantidad de comida que se debe de comprar al mes, al costo de esterilización, a las medicinas necesarias para tenerlos sanos y a los gastos fijos como transporte, luz y agua, la que escasea mucho en esa zona. Otro recurso que escasea es la atención veterinaria de bajo costo.

Miembros de WUF realizan exámenes periódicos de los perros de sus albergues afiliados.

Aunque tal vez la barrera más grande sea la dificultad para encontrar hogares para estos perros de raza mixta y pasado desconocido.

“En estos años hemos encontrado familias para unos 80 perros, mi esposa Yessy Malpartida me ha ayudado mucho con las campañas de adopción, pero falta tanto por hacer. En esta zona es difícil, más son las personas que me tocan la puerta para dejarme perros. Hay gente muy buena y responsable, pero también hay gente muy indiferente. En otros distritos he visto más consciencia, por ejemplo me emociona ir a Los Olivos porque hay gente que no solo se preocupa por los animales sino que los engríe. Tengo más de 10 casos de perros adoptados ahí y sus familias los tratan como reyes”, comenta Hilasaca.

Otra fuente de ayuda llegó hace unos meses a través de perros abandonados en el Perú y que ofrece las herramientas necesarias para combatir el problema y así hacer de la adopción la mejor alternativa.

“Gracias a hemos dado en adopción al Chato, que se fue a Surco, a Apolo que se fue a San Borja y, si Dios quiere, muy pronto entregaremos a su nueva familia a nuestro querido Valiente, quien hoy es un perro completamente sano y feliz”, señala Hilasaca. “WUF está siendo de gran ayuda, me brinda más tranquilidad para concentrarme en la chamba de rescate”.

Además de rescatar, Hilasaca y su familia también promueven el bienestar de mascotas y público en general realizando campañas de esterilización. Además dice recibir de vez en cuando colegios para enseñarle a los alumnos sobre cuidado de animales.

“La indiferencia de la gente es inmensa y creo que es un tema cultural. Muchos tienen la posibilidad de ayudar, pero no les importa, piensan que el animal es un ser vivo y punto. No llegan a entender que también sufren, tal vez porque en casa no se les inculcó esos valores”, dice Hilasaca. “El buen trato de los animales es algo que se debe de enseñar tanto en la casa como en el aula. Es a través de la educación que se crea más consciencia y se disminuye el sufrimiento”, agrega.

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