Pancho es uno de esos perros que le debe la vida al factor sorpresa.
Cuenta Jaime Gordillo, su papá humano, que cinco segundos de distracción fueron suficientes para que un día cualquiera, mientras paseaban por el parque, un perro llamado Rufus se acercara a otra llamada Vaca y 5 segundos más para que la conquistara. Dos meses más tarde, Vaca paría a toda una camada de cachorros, entre ellos uno al que llamarían Pancho.
Nada de esto fue planeado, como suele suceder con la mayoría de los embarazos de una perra. Pero lo hecho, hecho estaba así que los dueños de Vaca empezaron a buscar adoptantes para los cachorros y fue así como Jaime entró en escena.
“La preñez de Vaca fue accidental, todo pasó demasiado rápido... La idea nunca fue cruzarla, ni tener perros, ni venderlos ni mucho menos regalarlos por todos lados. Y mi idea de tener una mascota siempre fue pensando en rescatar uno o adoptarlo”, comenta Jaime.
Hoy Pancho tiene 1 año y 4 meses, pero la idea de tener un perro surgió hace unos 10 años cuando Jaime vivía en el Cusco.
Ahí trabajó manejando una combi. Llevaba pasajeros de Cusco a Soraypampa y como andaba tantas horas en la calle, en poco tiempo se fue dando cuenta que en Cusco existen cientos de perros callejeros. En la mayoría de casos, todo empieza con los perros de casa; la perra sale embarazada, las crías nacen ahí pero no las cuidan como se debe, no les dan de comer, ni los esterilizan ni los castran, los que sobreviven se escapan y así se repite el ciclo. Resultado: sobrepoblación de animales que nadie quiere. Excepto algunos.
“Yo sí me moría por rescatarlos a todos, pero en ese momento no podía porque en la casa donde vivíamos no se podía tener tantos perros. Para eso necesitas espacio y tiempo para cuidarlos bien, y eso era algo que no tenía. Son toda una responsabilidad”, explica Jaime.
Pero hace un año y medio, ya establecido en Lima y en completo acuerdo con Rosi Velasco, su pareja, Jaime finalmente pudo aceptar cuando un amigo lo llamó y le preguntó “Jaime, tengo dos, ¿quieres uno?”.
“Claro que quería y lo bueno es que ya estaba preparado para tenerlo. Llegó con 4 meses, tranquilito, nunca lloró y se caminó toda la casa como reconociéndola. Lo más curioso es que al hermano, Ulises, lo adoptó un chico que vive por mi casa y que nunca había visto. Recién nos conocimos a partir de que cada quien adoptó a Pancho y a Ulises. Ahora se ven casi todos los días en el parque”, agrega Jaime.
Pancho es un perrito con suerte. Si bien pudo terminar en un basurero, como terminan millones de cachorros no planeados, cayó en una familia responsable que se encargó de buscarle un adoptante comprometido.
Hoy Pancho no solo vive como rey, sino que además visita seguido el Puku Puku Café, una cadena de locales que desde el 2013 sirve café y comida para beber/comer ahí o para llevar, y cuyo diferencial es que puedes hacerlo con tu mascota.
Además, Puku Puku Café es Club WUF Partner, lo que significa que además de apoyar a la asociación WUF en su misión de promover la adopción de perros y la tenencia responsable de mascotas, ofrece un 20% de descuento en cafés a los socios de Club WUF en su primera visita con su mascota.
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