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Perro adoptado sumó más armonía a este hogar - 6

Por Andrea Carrión /

Bastan cinco minutos de besos, abrazos, revolcones y jalones de oreja para comprobar lo especial que es la relación entre Michella y su perrita Arena. No muchos padres de familia dejarían que su hija de 2 años de edad interactuara de esa manera con un animal más pesado que ella, pero la dulzura y apacibilidad no solo han cautivado a Michella y sus padres, además ha logrado espantar los miedos de su hermanita mayor, Siena.

Sentada en la sala de su casa, y observando como su hija menor se echa sobre Arena y la abraza con fuerza, Loretta García señala que uno de los motivos que la animó a llevar un perro a casa fue para ayudar a Siena a sentirse cómoda con ellos.

“Desde que nos casamos, mi esposo y yo siempre tuvimos la idea de tener un perro en casa. Cuando mi hija mayor aún era chiquita, hablamos de traer uno, pero lo postergamos pensando en que mejor esperábamos a que tuviera edad de ser más responsable”, explica Loretta. “Hasta que Siena, sin motivo aparente, empezó a tenerle miedo a los perros, fuera chico, mediano o grande. Apenas los veía, se asustaba y pegaba de gritos totalmente injustificables. Nosotros no somos temerosos y a ella nunca le había hecho daño un perro, simplemente le salió este temor”.

Fue ahí donde Loretta y su esposo decidieron adelantar la llegada de su mascota. Al principio visitaron algunas clínicas veterinarias, pero nada de lo que vieron los convenció.

“De ahí salió la idea de adoptar. Seguí algunas páginas en Facebook que normalmente ofrecen perros en adopción y en una de las publicaciones apareció Arena”, recuerda Loretta.

Cuenta que la persona que dio a Arena en adopción le dijo que su madre, de raza Pitbull, había sido obligada a procrear una y otra vez en malas condiciones. Arena nació de su última camada y tras el parto, murieron su madre y su único hermanito. Arena quedó huérfana y ahí comenzó la búsqueda de un hogar permanente. Cuatro meses después, en febrero de este año, aparecieron Loretta y familia.

No tan convencida

“El mismo día en que la trajeron, se quedó con nosotros. Nos gusto su personalidad, aunque Siena no estuvo muy feliz. Durante dos semanas no quería caminar por la casa”, cuenta Loretta. “Pese a que Arena solo tenía 4 meses, mi hija mayor quería que la tuviéramos cargada todo el tiempo, y es que como Arena saltaba y jugaba, a Siena le daba nervios. Pero de a pocos se comenzó a acercar, hasta que se acostumbro. Al mes ya estaba acostumbradísima. Ya se ha dado cuenta que no pasa nada y lo mejor es que ya no reacciona con miedo ante otros perros”, asegura, sobre Siena de 4 años de edad.

Los únicos dos requisitos que Loretta y su esposo tenían respecto al perro que querían eran que éste fuera de mediano a grande y que no fuera muy peludo.

“Hay gente que quiere raza, pero nosotros no teníamos esa necesidad de tener un Labrador, un Golden Retriever u otra raza en particular. Entonces nos planteamos ‘¿por qué no adoptar?’, así que lo hicimos. Queríamos un perro y punto. Eso sí, de bajo mantenimiento”, cuenta Loretta.

Confiesa que los primeros meses fueron un reto por las horas de entrenamiento para que haga sus necesidades afuera, por las sandalias rotas, los juguetes masticados y la alfombra y camitas destrozadas. Loretta recalca la necesidad de atenderlos, de sacarlos a pasear y que todo ello implica responsabilidad. Sin embargo, no cambiaría ni un minuto de los últimos 10 meses con Arena, tiempo en el que se ha ganado su lugar en esta familia.

“Es una perrita con mucha energía, sin embargo es bien buena y dócil”, dice Loretta. “Yo siempre recomiendo que se manden a adoptar. De hecho uno tiene que ser responsable, así como con cualquier animal pues se trata de una vida que hay que cuidar, pero vale totalmente la pena. Son súper fieles y te llenan de amor. Sin duda Arena le da más armonía a nuestro hogar”.

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