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Tito: Ni las piedras apagaron su espíritu - 3

Imagina un lugar donde el colchón es suave, donde el aroma de la cocina anuncia tu comida dos veces al día y donde las voces de quienes viven contigo no solo son dulces sino que además te anuncian paseos seguidos por el parque.

Ahora imagina vivir en medio de un perfecto estado de violencia, donde la indiferencia de quienes te rodean es tan cruel que amenza con llevarse tu vida.

En este segundo escenario fue encontrado Tito. Era domingo, 9 de la noche, año 2013, y las esperanzas eran pocas, tal como lo relata su rescatista en el siguiente testimonio.

“A Tito lo encontré en Villa El Salvador cerca a una chacra, estaba metido en un huequito que él mismo había hecho para soportar el frío y la lluvia. Yo justo tenía comidita y se la di. Apenas la olfateó, intentó pararse, digo intentó porque no pudo, estaba tan débil, era un saco de huesos, deshidratado y encima tenía un hueco en la cabeza. Una señora me contó que unas personas del mal vivir le habían arrojado una piedra, la cual le abrió la cabeza. Sin dudarlo me lo llevé al veterinario más cercano. La hora y el día no ayudaban, pero el veterinario lo asistió; suturó sus heridas, le inyectó vitaminas y le puso suero. Me lo tuve que llevar la casa de mis papás y ponerlo en mi jardín ya que no tenía espacio adentro. Poco a poco, con vitaminas, comida y sopitas especiales, Tito revivió”.

A dos semanas de haberlo encontrado, Evelyn Perea llevó a Tito al albergue y se convirtió en uno de sus primeros inquilinos. Quienes trabajan ahí no tenían muchas esperanzas para este perro adulto, pero este año un ángel le cambió la vida por completo.

El hijo menor

Dos años atrás Andrea Villavicencio había perdido al único perro que tuvo, Balton, un cruce de Boxer con Rottweiler y algo más que sus antiguos vecinos habían abandonado. El perro era agresivo y un día amaneció muerto por envenenamiento.

Balton había aprendido a querer y confiar en Andrea y su familia, por eso su muerte les dolió, hasta que se animaron por otro perro.

“Mi papá sufre de diabetes y este año ha tenido muchas recaídas. Siempre he escuchado que una mascota es un buen apoyo emocional y a mi papá le gustan los perros. Desde que yo tenía 6 años de edad él me había prometido un Cocker Spaniel, ya tengo 21 años y nada. Está Balton, pero no lo elegí yo, así que era mi turno de buscar nuestro siguiente perro”, comenta Andrea.

A mediados de octubre, navegando por Facebook, Andrea vio que una amiga había compartido una página de y le dio curiosidad. Recuerda haber visto muchos perros y todos le parecieron bonitos.

“No me importaba tener un perro de raza, podía ser criollo, normal, eso sí, quería un macho porque habíamos tenido malas experiencias con las perras de los vecinos”, recuerda. “Pero ya casi todos los machos estaban en proceso de adopción, solo quedaba Tito. Me llamó la atención, lo comparé con otros perros y la mayoría eran más jóvenes. Tito tenía de 6 años para arriba. Yo sé que los mayores son los que menos adoptan, entonces me dio mucha pena”, recuerda.

Andrea envió la solicitud a y a los dos días recibió una invitación para una entrevista vía Skype. Días más tarde, después de una serie de preguntas y de realizada la evaluación correspondiente, recibió el correo electrónico de felicitaciones. Su solicitud había sido aprobada.

“Les mostré el video de Tito a mis papás. Él salía jugando y el primer comentario de mi papá fue ‘No es muy bonito’. Yo le dije ‘mejor, así no va a tener novia’. Luego mi mamá preguntó ‘¿Se va a portar bien, no?’, le respondí que de eso me encargaba yo y de ahí dijo ‘Está bien, pero si se orina en mis muebles…’ Felizmente eso no ha pasado, creo que Tito vino entrenado pues solo hace sus necesidades afuera”, añade Andrea.

Hoy Tito está muy lejos de donde casi muere en la más completa soledad. Vive en Chaclacayo frente a un inmenso y bien cuidado parque que recorre de dos a tres veces al día. Por ahora Andrea está en casa pues debió interrumpir sus estudios de traducción e interpretación en la universidad para cuidar de su padre.

“Tito tiene un pasado muy triste, pero ya no, es bueno con todos nosotros y le encanta la calle y la gente”, comenta Andrea en el instante en que alguien toca el timbre de su casa. Ella lo atiende, Tito, atento a su lado, solo mueve la cola.

“Es viejito, pero es bien divertido, dulce, noble y encima no ladra. Estoy feliz de haberle dado una oportunidad, aquí todos lo queremos mucho, incluso mi nana que se asusta cuando Tito aúlla pues dice que cuando eso sucede es porque hay espíritus cerca”, agrega Andrea entre risas.

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