Ani Álvarez Calderón, Ignacio Arenas y Paula Voto-Bernales coinciden en que Argos se ha ganado su lugar gracias a su carácter y personalidad. (Foto: Andrea Carrión)
Ani Álvarez Calderón, Ignacio Arenas y Paula Voto-Bernales coinciden en que Argos se ha ganado su lugar gracias a su carácter y personalidad. (Foto: Andrea Carrión)
Andrea Carrión

Su primera reacción fue de terror. Cuando se enteró que su departamento serviría de temporal para un perro que su hijo Ignacio acababa de recoger de la calle, a Ani Álvarez Calderón no le gustó nadita que fuera un perro grande y con pasado desconocido.

“Y no solo eso. Cuando escuché que tenía algo de Pitbull, me preocupé por todo lo que se escucha de esa raza. Les tengo mucho respeto. Además pensé ‘¿Quién lo va a cuidar?’ Como acá todos trabajamos fuera de casa, me daba pena que estuviera solo todo el día”, comenta Ani.

Las primeras semanas Argos se estresaba cuando lo sacaban a pasear y se relajaba al volver a casa. Según Ignacio era miedo a ser abandonado nuevamente.
Las primeras semanas Argos se estresaba cuando lo sacaban a pasear y se relajaba al volver a casa. Según Ignacio era miedo a ser abandonado nuevamente.

Como Ignacio aún vive con sus padres, ahora faltaba una aprobación más. La ventaja fue que por esos días, su papá andaba en negociaciones para comprar un perro de raza San Bernardo. Entonces, cuando Ignacio encontró a este perro abandonado en un parque de Barranco, lo primero que hizo fue llamarlo, poner su mejor voz y decir “Pa, ¿Tú quieres un perro, no? Bueno, te tenemos uno”.

“Le pedí que me mandara una foto”, comenta Jano Arenas, papá de Ignacio. “Me gustó que fuera un perro grande, era justo lo que estaba buscando, así que le dije que lo trajera al depa para probar unos días y se quedó”, agrega.

Ese día el perro no solo cambió de familia sino también de nombre. Lo llamaron Argos.

A 2 años de haber sido recogido de la calle y adoptado, hoy Argos es uno más de esta familia.
A 2 años de haber sido recogido de la calle y adoptado, hoy Argos es uno más de esta familia.

Todo pasó en febrero del 2017. No era la primera vez que Ignacio veía perros solos en la calle, pero sí la primera vez que se cruzaba con uno llevando una cinta amarrada al cuello con la frase “Ayúdame, estoy abandonado”.

“Decidimos probar si estaba educado para ‘ir al baño’, si se portaba bien, si tenía buen carácter... Solo se hizo la pila una vez por necesidad y nunca más. Lo llevamos al veterinario, lo vacunaron y nos dijeron que estaba perfecto de salud y que tenía unos 2 años y medio de edad. Felizmente con los días a mi mamá le empezó a gustar porque resultó ser muy cariñoso y juguetón. En la calle es un poco más territorial, pero manejable”, comenta Ignacio.

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Argos pasó la prueba y tiró abajo todos los prejuicios que se tienen hacia perros con algo de Pitbull o American Staffordshire Terrier, como pareciera ser en este caso.

Al principio lo tuvieron encerrado en la cocina por miedo a que hiciera algún destrozo. Hasta que un día Ani llegó del trabajo y lo encontró suelto. Para su suerte, el departamento estaba impecable. Desde ahí Argos tiene luz verde y hasta se sube a las camas.

Le encanta echarse sobre la ropa.
Le encanta echarse sobre la ropa.
Si él pudiera, se uniría feliz a las noche de timba.
Si él pudiera, se uniría feliz a las noche de timba.

Cada vez son más las personas que, como esta familia, rompen con la tradición de comprar un cachorrito de raza cuando quieren una mascota. En ambos casos las razones son variadas y muy personales.

“En mi vida he tenido como 10 perros; de raza, chuscos, de todo tipo, para mi es muy natural. No me interesa la raza, solo me fijo en el animal, que sea bueno y una vez que se encariña, se acabó, se queda. Eso sí, prefiero que sean medianos o grandes, me gusta jugar con ellos como sea”, comenta Jano.

Un factor clave para que Argos fuera aceptado casi al toque fue que estuviera educado, lo hizo todo más fácil. Esa es una ventaja cuando uno decide adoptar perros jóvenes, adultos o de la tercera edad. Los cachorros son adorables, pero es importante tomar en cuenta que siempre darán más trabajo.

“Si estás buscando un perro, mi recomendación es que más allá de la raza o del pedigrí, te fijes en todo eso que ofrece un perro. Para tener un compañero, una mascota con la cual jugar, que te asista o te ayude a liberar el estrés de la chamba no es necesario que tenga una raza determinada ni que cueste un montón de plata. Un amigo puede venir ‘vestido’ de cualquier forma, la raza es lo de menos”, agrega Ignacio.

En cuanto a la ansiedad que causa no saber qué traerá un perro, gato, conejo... con una hoja de vida en blanco, Ani recomienda darles y darnos al menos una oportunidad, el resultado puede ser una mascota de primera, como lo es Argos.

“Que prueben, nada pierden, ese es mi consejo. Yo acepté que Argos viniera a mi departamento con la condición de probar y si no funcionaba, el plan era buscarle familia. Esa idea me dejaba más tranquila de lanzarme a intentarlo y funcionó muy bien”, comenta Ani, quien según ella y el resto de la familia, es la que más se ha encariñado con Argos.

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