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No comparten ADN, pero sí mucho amor - 1
Redacción EC

Por Andrea Carrión /

Cada vecindario, cada barrio tiene los suyo: el vecino jubilado que sale a pasear en piyama, la seño que vende pan y habas en canasta o el niño que se va al nido en patinete. Y así como cada comunidad adquiere personalidad con esos elementos, también lo hace con sus perros.

En Miraflores es muy usual ver a dueños, empleadas del hogar y paseadores dando la vuelta al parque con las mascotas. Lo que no es usual es ver a dos perros casi idénticos ir juntos y menos aún si estos son perros de raza mixta.

Milo y Niko son esa curiosa excepción, una que comenzó hace 4 años cuando María Luisa Ferrand decidió llamar al número que salía en una publicación de Facebook, debajo de la fotografía de un tierno cachorrito y la frase ‘Busco hogar’.

Milo de bebé.

“Apenas tenía 2 o 3 meses y, supuestamente, había sido tirado en un basural en un rio en Lurín, al menos es lo que me dijeron sobre el rescate”, comenta María Luisa.

Ella lo recibió, lo alimentó, eventualmente lo esterilizó y dos años después se encontró con algo que llamó la atención tanto suya como del vecindario.

Era temprano y daba con Milo la primera vuelta al parque del día. De pronto un paseador le dice entre risas ‘!Señorita, señorita, dígale a Milo que reconozca a su hijo¡’.

“Yo no entendía de qué me estaba hablando y en eso me saca a Nikde la manada de perros que venía paseando. ¡Era igualito a Milo¡ Lo habían encontrado solo en un parque”, comenta. “Al verlo, pensé ¿cuáles las probabilidades de haber adoptado a un perro chusco y de pronto encontrarte con otro chusco igualito? ¿Cómo no lo voy a tener? Y ya pues, aquí están Milo y Niko, son dos perros educados, sanos y felices”, agrega.

 

Los primeros días

Al principio no fue fácil. Milo dejó de comer y dejó de jugar como solía hacerlo, claramente estaba sintiendo celos.

“Qué parecidos son los perros a los seres humanos, mucha gente no logra entenderlo”, comenta María Luisa. “Felizmente Niko es un encanto y se lo ganó. Este perro nuevo y más joven tomó la iniciativa de ser cariñoso con Milo. Nunca hubo agresión. En los dos años que llevan juntos, nunca se han peleado”.

Por otro lado, la llegada del ‘hermano menor’ alteró un poco la rutina en la casa. Las primeras semanas, cada vez que María Luisa salía, a Niko le entraba tal desesperación que se prendía de sus brazos y la miraba como diciendo ‘no me abandones’. Además, para liberar su ansiedad, terminaba masticando cosas en la casa que no eran sus juguetes, pero con entrenamiento y paseos de calidad, se logró normalizar la situación.

vs. comprar

Entre los comentarios que María Luisa recibió a raíz de la adopción de Niko, el más repetido fue ‘estás más loca que una cabra’. Pocos son los que asumen el compromiso de recoger a un animal que, posiblemente, traiga una mochila de traumas, pero eso es irrelevante para ella.

“Yo siempre quise rescatados, bajo ninguna circunstancia estoy de acuerdo con la compra de mascotas porque si le puedes salvar la vida a un ser vivo que está sufriendo, por qué no hacerlo”, señala. “Claro, no quiero chocar con amigos queridos que tienen perros comprados porque querían esa raza, específicamente. Y se respeta, pero si tienes la opción y no te importa demasiado tener un animal de raza, considera adoptar”.

María Luisa reconoce que la cultura de adopción en el Perú va en aumento y eso la alegra. Ella considera que esfuerzos como el de promover la adopción de perros pues tienen más impacto de lo que se ve a simple vista.

“Yo soy una persona común; no soy ni socióloga, ni psicóloga, ni antropóloga, pero veo que adoptar o rescatar a un ser que, evidentemente, siente todo lo que un ser humano siente, es un tema de evolución social. Si ignoras, abandonas o maltratas a un animal, ¿qué tan lejos estás de hacerlo con una persona? ¿Qué le estamos enseñando a los niños y qué tipo de cultura social se está generando?”

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