(Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Christiaan Barnard
Lilia Córdova Tábori

Su recibimiento en el aeropuerto Jorge Chávez solo se asemejó al de una estrella de Hollywood. Barnard llegaba a Lima en olor a multitud. Y no es para menos. Su vida y la de cientos de pacientes cambió desde aquel 3 de diciembre de 1967 cuando - en un hospital de Ciudad del Cabo (Sudáfrica) - trasplantó el corazón de una mujer de 25 años, muerta en un accidente, a un hombre de 53 años, Louis Washkansky.

La operación duró seis horas y participó un equipo de 20 cirujanos bajo su dirección. Aunque el paciente murió víctima de neumonía unos 18 días después, Barnard se convirtió en la esperanza de vida para cientos de enfermos con males cardíacos incurables.

“Son muy gentiles…esto es muy bueno para el corazón”, dijo Barnard a las personas que pugnaban por acercarse entre una nube de periodistas y fotógrafos. El genio médico llegó a Lima para participar en el VIII Congreso Interamericano de Cardiología realizado en la Feria del Pacífico. Christiaan Barnard y su colega Elliot Corday, contrario a los trasplantes, eran el plato fuerte de aquella cita.

En los tres días que duró su visita a Lima, la sonrisa y amabilidad de Christiaan Barnard nunca se borró a pesar de su apretada agenda y la fuerte custodia policial.

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