Luis Delgado Aparicio perdió a su hija Verónica y lideró a los deudos de las 29 víctimas. Él falleció en el 2015. Ellos siguen luchando por justicia.
Luis Delgado Aparicio perdió a su hija Verónica y lideró a los deudos de las 29 víctimas. Él falleció en el 2015. Ellos siguen luchando por justicia.
Ítalo Sifuentes

El teléfono fijo de mi casa sonó cerca de las 6 a.m. Me pareció raro, pero pensé que me llamaban de Balón y pluma para saber si iría al partido de fulbito que los periodistas de El Comercio jugábamos cada sábado por la mañana. Pero no era eso. Del otro lado de la línea telefónica Mario Cortijo me dijo que había habido un incendio en una discoteca en el Jockey Plaza y que fuera directamente para allá.

Salí inmediatamente y al llegar me encontré con Alfredo Oshiro, infografista del Diario. Bordeamos el centro comercial hasta que vi un hueco en la pared que daba acceso al interior del Jockey. Nos metimos rampeando, medio agachados, y una vez dentro actuamos como si fuésemos personal del lugar. Yo no conocía la discoteca pero el olor nos guió al incendio. Eran poco más de las 6 a.m. cuando vimos a la multitud de gente, los bomberos, las ambulancias. Avanzamos hasta llegar a la discoteca.

Afuera de Utopía había mesas donde estaban las chicas que trabajaban en la discoteca y que se habían salvado. Tenían aún el uniforme y lloraban unas sobre otras, sus caras chorreaban lágrimas negras por el delineador corrido. También había varones con el uniforme. Todos tenían el dolor en los ojos. Su ropa y su cabello tenían impregnados el olor del material quemado. Mientras ellos lloraban, de Utopía salía un camión con todo lo que se había quemado, como si hubiera prisa por no dejar rastro de lo que pasó.

Alfredo y yo nos hicimos pasar por amigos de los mozos para evitar que nos sacaran. Hablar con los sobrevivientes era la única manera de reconstruir la escena. Sus testimonios ayudaron a saber cómo era la discoteca por dentro, cómo estaban distribuidas las jaulas; nos contaron que habían estado en la barra jugando con fuego, que hubo antorchas, malabaristas, y que el fuego había llegado hasta el techo. Alfredo apuntó todo y sobre eso se hizo la infografía que salió en portada al día siguiente.

Nosotros dos fuimos los únicos periodistas que logramos entrar. Sentimos impotencia. Eran los inicios del siglo XXI, todo el mundo hablaba de que empezaba un tiempo mejor y ver vidas jóvenes terminadas trágicamente, por negligencia, era una paradoja impresionante. A través del periodismo uno reconstruye los hechos para no volver a cometer los mismos errores. Esa es una de las colaboraciones que podemos hacer con la sociedad y lo que intentamos con nuestro trabajo.

En mis 15 años en El Comercio, el Diario me permitió lograr el desarrollo profesional con todas las garantías. Pasé por la sección de Crónicas, Locales, la Unidad de investigación y Política, áreas en las que hicimos lo mejor por entregar la verdad basada en hechos corroborables. Demostración del periodismo más sincero y puro que se pudo haber dado.

Negligencia mortal. La fiscalía probó que el local no contaba con medidas básicas contra incendios –no había un solo extintor– y funcionaba sin licencia municipal
Negligencia mortal. La fiscalía probó que el local no contaba con medidas básicas contra incendios –no había un solo extintor– y funcionaba sin licencia municipal