En las últimas horas de la tarde del sábado comenzó a circular la noticia de que el biplano Voisin había quedado listo para emprender el vuelo y que [Juan] Bielovucic había realizado un ensayo, elevándose algunos metros y haciendo rápidas maniobras dentro del hipódromo. Personas que se hallaban en el Paseo Colón y lugares inmediatos vieron al aviador en las alturas; pero el vuelo fue breve; a los pocos instantes descendía el aeroplano y no volvió a levantarse. Ya saben nuestros lectores lo que ocurrió. Bielovucic, después de trabajar personalmente en el montaje de su biplano, ayudado por los expertos que han venido con él de Francia, logró dejarlo expedito al caer la tarde, y en el acto, hizo una ascensión de prueba, viéndose obligado a descender por ciertas imperfecciones que notara en el funcionamiento del aparato, que al aterrizar sufrió ligeros daños, como lo anunciamos en nuestra edición de ayer.
Un nuevo ensayo
El público recibió con interés la noticia de que el biplano se hallaba armado y de que Bielovucic realizaría de un momento a otro su primer vuelo en Lima. Aun cuando las puertas del hipódromo se hallaban cerradas para la generalidad de la gente y solo en forma reservada se esparció en las últimas horas de la noche del sábado la versión de que en la mañana del domingo intentaría Bielovucic elevarse sobre la ciudad, pronto se hizo este anuncio del dominio público, y los alrededores de Santa Beatriz se vieron desde temprano invadidos por gran número de personas que tomaban posesión de los lugares más estratégicos a fin de contemplar el nuevo y emocionante espectáculo.
En el hipódromo
De boca en boca circulaba la noticia de que en la mañana ascendería Bielovucic, en privado, pues solo un grupo reducido de personas, entre ellas el presidente de la república y sus ministros, los presidentes de ambas cámaras, el alcalde de Lima, las autoridades políticas y algunos otros caballeros, habían sido invitados a presenciar el vuelo.
Las puertas del hipódromo permanecían cerradas. De rato en rato eran abiertas para dejar pasar algún carruaje o automóvil en que concurrían a la cita los pocos invitados o para dar acceso a una que otra persona que por pertenecer a la liga pro-aviación o formar en las filas de reporters y fotógrafos eran admitida en el hipódromo.
Como se hubiera anunciado que el vuelo se realizaría a las 9 y 30 de la mañana, desde esa hora había ya una concurrencia crecida, dentro y fuera del hipódromo, en espera del sensacional acontecimiento.
El programa
Según se indicaba el aviador se proponía partir de Santa Beatriz al cerro de San Cristóbal, se dirigiría, luego, hacia el lado del cementerio para volver al centro de la ciudad, describiendo una S sobre la torre de la catedral antes de regresar al punto de partida.
No podía ser más interesante el programa. Todos los habitantes de la ciudad estarían en aptitud de contemplar el vuelo. Como a pesar de la reserva guardada por la liga respecto al plan del aviador había desde el sábado mucha gente en el secreto, el público acudía temprano a los lugares centrales por donde esperaba pasara Bielovucic, y mucha gente escudriñaba el horizonte hacia el punto por donde se juzgaba aparecería de un momento a otro el aeroplano. Algunos realizaban sus observaciones desde los techos y azoteas de las casas y otros, más audaces, llevados de su entusiasmo, subieron a las torres de los templos para ver mejor las anunciadas evoluciones del Voisin.
El biplano
En el fondo de la vasta explanada del hipódromo que se halla frente a la tribuna del público, estaba el biplano de Bielovucic.
Cuando llegamos, que era aún temprano, un corto número de personas lo contemplaba con aire curioso.
Los ayudantes que ha traído de Europa el señor Bielovucic, se encargaban de hacer los últimos arreglos para el vuelo.
En un automóvil llegaba el reemplazo de la rueda averiada el sábado que inmediatamente fue puesta en su sitio.
El aparato ofrecía curioso golpe de vista, semejaba, a la distancia, una gigantesca mariposa, próxima a emprender el vuelo; una enorme tricicleta a la cual hubieran adherido grandes y diáfanas alas. Aparecía ligero, frágil, con sus largas y delgadas varillas de hierro y sus alambres de acero entrecruzados en forma de cocada.
Llega Bielovucic
Poco antes de las 10 de la mañana llegaba acompañado de algunos amigos el aviador Bielovucic, que fue saludado cariñosamente por todos los presentes. Iba en traje de trabajo; cubierta la cabeza por una gorrita a cuadros blancos y negros y sujeto el pantalón por polainas de cuero.
Bielovucic examinó detenidamente el aparato, y subiendo a él comenzó sus trabajos preliminares, dictando varias órdenes que era cumplidas inmediatamente por sus ayudantes.
Todas las operaciones del aviador eran seguidas por el público con marcada curiosidad.
Un contratiempo
Al inflarse la llanta de la rueda de repuesto se notó que tenía un desperfecto; el aire se escapaba.
Se creyó que esta contrariedad impediría el vuelo; pero no fue así, porque inmediatamente, la rueda era reparada y quedaba en condiciones de funcionar.
En espera
Pasaban los minutos. Eran ya las diez y media de la mañana y la ascensión no se realizaba, Bielovucic se hallaba trepado sobre el biplano, tesando alambres y examinando cariñosamente el aparato. El sol comienza a picar. A cierta distancia del aviador, pegados al barandal de la pista, se habían alineado coches y automóviles y, en torno de ellos, discurrían grupos de damas y caballeros, luciendo aquellos trajes de tonos claros y cubriéndose del sol con sombrillas, que formaban polícroma y vistosa combinación.
“¡Qué esperamos!”, dijo alguno. ¿Por qué no vuela?
–”Esperamos al presidente de la república”, contestó otro.
–¡Ah! … oímos decir a un caballero, dirigiéndose a una dama: “La cortesía de los jefes de estado, es la puntualidad”.
En esos momentos alguien exclamó: “¡Ya viene, ya viene!” En efecto a la distancia se veía una nubecilla de polvo que crecía por instantes. Era una cabalgata. Doblaban ya por frente a la gran tribuna del hipódromo. Los jinetes avanzaban. Pronto se pusieron a la vista. No venía el presidente. Eran el prefecto y el intendente de Lima, seguidos de algunos comisarios, gendarmes, etc.
Nueva espera. El solo quema cada vez más. Bielovucic cansado de esperar sobre el biplano, lo abandona. A las 11.15 vuelve alguien a exclamar: “¡Allí viene el presidente!” Esta vez se distinguía, a la distancia, un pelotón de soldados a caballo en cuyos bruñidos cascos reflejaban brillantes los rayos del astro rey. Era la escolta presidencial. Tras los cuatro bastidores iban tres carruajes descubiertos, conduciendo al presidente de la república y a sus ministros. Cerraban la marcha veinticinco o treinta soldados, de la escolta, en uniforme de parada.
Llegada de Leguía
Venían con el presidente los ministros de gobierno, señor Basadre; hacienda, señor Oyanguren; guerra, general Pizarro; fomento, señor Ego Aguirre; relaciones exteriores, señor Althaus.
La comitiva oficial fue recibida por el general Muñiz, presidente de la Liga pro-aviación y el señor Pedro E. Paulet, director de la escuela de artes y oficios.
Como al llegar al hipódromo se le expusiera al Excmo. señor [Augusto] Leguía, que el aparato había sufrido una ligera interrupción por el desperfecto de la rueda, dijo el señor Leguía que si no estaba expedito el biplano y había el menor peligro, era mejor aplazar el vuelo.
Se le manifestó entonces que el desperfecto estaba ya reparado.
S.E. y Bielovucic
El excelentísimo señor Leguía se acercó a saludar a Bielovucic en cuya compañía examinó el aparato; el aviador hizo al presidente una explicación del funcionamiento del biplano, indicándole la velocidad que era posible alcanzar en él con vientos favorables o adversos.
Estímulo al aviador Solórzano
Entre los ayudantes de Bielovucic se hallaba también el aviador nacional [Adrián] Solórzano, que ha venido de Tacna a perfeccionar sus estudios en el dominio del aire.
Solórzano fue presentado a S.E. quien lo estímulo en su empresa, diciéndole que en la escuela de aviación que se iba a fundar, tendrá seguramente un centro apropiado para el desarrollo de sus estudios.
Don Carlos Tenaud
El aviador señor Teaud concurrió ayer al hipódromo con el objeto de presenciar los ensayos de su compañero Bielovucic.
La concurrencia
Además de las personas ya indicadas alcanzamos a tomar nota de las siguientes:
Señor Guillermo E. Billinghurst, doctor José Matías Manzanilla, generales Eléspuru, Clement, Canevaro y Varela, contralmirante Carbajal, coroneles Puente, D´Andrée, Morán y La Combe; señores Alfredo Ayulo, doctor Belisario Sosa, Guillermo Basombrío, Óscar Miró Quesada, Federico Villareal, señores Prado y Ugarteche, Carlos Le Bihan, Federico Elguera, Aurelio Miró Quesada, José M. Letona, Pablo La Rosa, Ramón Aspíllaga, Enrique Barreda, Agustín T. Whilar, Germán Loredo, Mario Sosa, Juan Durand, doctor Daniel I. Castillo y otros más.
Era esta la concurrencia dentro del hipódromo; pero era mucho mayor en los alrededores. Las tapias que circundan la cancha se hallaban atestadas de gente, lo mismo que un pequeño montículo que hay en uno de los extremos de aquel campo.
Se decide al vuelo
Terminados los preparativos para el vuelo, Bielovucic cambia su vestido de trabajo por uno elegante de aviador, y dispone que el biplano sea trasladado al extremo derecho de la explanada, desde donde debe tomar velocidad conveniente para la ascensión.
Parece que el aviador notó que no obstante la prolijidad de los preparativos hechos, el biplano no funcionaba suficientemente bien.
Sin embargo, se puso en movimiento el motor; la hélice comenzó a girar vertiginosamente, y segundos después, el biplano se deslizaba rápida y suavemente sobre el césped, para comenzar la ascensión a los 40 metros de recorrido.
Eran las 11 y 51 a.m.
Fue este un momento de verdadera e intensa emoción; se oyeron algunos vivas al Perú y a Bielovucic y todas las manos se agitaron para aplaudir al audaz aviador, mientras los ojos de todos lo seguían anhelantes en el espacio.
El biplano describió en los aires dos círculos y tomando una altura como de 30 o 40 metros, dio vuelta por todo el campo del hipódromo, para caer luego sobre la pista pausadamente, en el sitio que quiso el aviador.
El vuelo fue rápido, veloz. Apenas duraría un minuto. Tiempo bastante para mantener a los concurrentes agitados por una intensa y desconocida expectación. Raro espectáculo el que se ofrecía a nuestra vista. El genio y la audacia del hombre venciendo sobre la naturaleza. El aviador y su aeroplano suspendidos en las inmensidades del espacio; marchando por aire con velocidad inaudita, sin que nuestra mentalidad alcanzara a considerar como un fenómeno natural esa maravillosa y rauda excursión de un ser humano a través del más diáfano e impalpable de los elementos que nos circundan.
Newton mismo habría dudado de la exactitud de su famosa ley de gravedad, según la cual todos los cuerpos son arrastrados hacia el centro de la tierra y por eso caen cuando están en la altura. El biplano de Bielovucic aparecía en abierta rebelión contra esa ley física general, y por lo mismo, verlo flotar y ascender en el espacio producía una extraña impresión de encantamiento o de magia.
Al descender Bielovucic del aparato fue entusiastamente aplaudido.
Creyeron todo que iba a realizarse un segundo vuelo para atravesar Lima; pero se supo entonces que las aletas del biplano no funcionaban bien, por lo que el interesante y esperado espectáculo quedaba aplazado para otra oportunidad.
A pesar de este contratiempo, el público que presenció la emocionante ascensión de Bielovucic, quedó gratamente impresionado, y los breves instantes que duró el vuelo lo indemnizaron de la larga espera y de la falta de cumplimiento del programa del día.
La velocidad del viento
En los momentos en que Bielovucic ascendía sobre la pista del hipódromo, el anemómetro, aparato que sirve para medir la velocidad del viento, señalaba nueve metros por segundo; la que quizás no fuera excesiva para una población europea donde es frecuente que corra el viento a 12 y más metros por segundo: pero sí lo es para Lima donde el término medio de su velocidad fluctúa entre 2 y 3 metros.
El regreso
Terminado el vuelo que damos cuenta, y cuando se supo que no era ya posible realizar otro de mayor magnitud, abandonaron todos el hipódromo para volver a la ciudad. Eran las 12 del día y a pesar de que caía sobre Lima un sol canicular, numerosos grupos de personas transitaban aun por los alrededores de la Exposición, y en los balcones y ventanas del jirón de la Unión y de otras calles centrales, inclusive los portales, se veían todavía muchas cabezas femeninas en espera del notable acontecimiento anunciado.
Enfoque: Juan Bielovucic Cavalié tenía 21 años cuando realizó el primer vuelo de su biplano en Lima, en enero de 1911. Regresaba al Perú después de 16 años. Meses antes, había obtenido el récord mundial al unir las ciudades de París y Burdeos, en 6 horas y 15 minutos de vuelo, haciendo escalas en las ciudades de Orleans, Chatellerault y Angulema. A su llegada al Perú, invitado por el Congreso y la Liga Peruana Pro-Aviación, fue recibido de manera apoteósica. El 15 de enero realiza el primer vuelo de un avión sobre el cielo de Lima, en el hipódromo de Santa Beatriz. El 29 de enero realiza un vuelo a distancia entre Lima y Ancón. El 4 de marzo de 1911 se crea la primera Escuela de Aviación. Se le nombró director e instructor de vuelo. Falleció en París, el 14 de enero de 1949.