No habían pasado ni tres meses del terremoto que destruyó gran parte del Callejón de Huaylas cuando una tragedia aérea enlutó a numerosas familias peruanas y norteamericanas. Esta vez el Cusco sería el epicentro de, hasta ese entonces, el peor accidente de la aviación civil en el Perú.
La mañana del domingo 09 de agosto de 1970, el avión “Túpac Amaru” de la compañía Lineas Aéreas Nacionales S.A. (LANSA) había cumplido su itinerario Lima-Cusco con normalidad. Ya en el aeropuerto de Quispiquilla, hoy Velasco Astete, el capitán Carlos Callegari, el copiloto Julio Cabrera y el ingeniero de vuelos Rafael Valdez ultimaban detalles para el retorno. En esta ocasión los acompañaba el tripulante extra Juan Loo Lock, quien recibía instrucción en el vuelo de aviones tipo Elektra, como en el que iban a viajar. Las aeromozas Gladys Noriega, Efigenia Espinoza, Lizabeth Hidalgo y Héctor Vásquez se aseguraban de que todo estuviera en orden dentro del avión.
Mientras tanto unos 51 jóvenes norteamericanos pertenecientes a un programa de intercambio y su acompañante la señora Graciela Combina de Sotelo regresaban de Pisaq para ir al aeropuerto. Días previos los estudiantes, de 14 a 20 años, habían visitado Machu Picchu y otros lugares turísticos de la Ciudad Imperial.
A pocos minutos del despegue el avión de Lansa perdió altura, según se conocería después, por una falla en los motores. De acuerdo a los testigos, que estaban cerca del lugar del accidente, la aeronave bajó demasiado al dar la vuelta para enrumbar a Lima chocando contra unos árboles de eucalipto para estrellarse contra la meseta Mamahuasi. Un ruido ensordecedor y el humo denso alertaron a los cusqueños. Pronto los bomberos, la policía y el ejército llegaron a la zona del desastre donde encontraron los cuerpos de las víctimas esparcidos entre arbustos, pequeños barrancos y riachuelos de la zona.
Unas 100 personas iban en el avión. Solo sobrevivió el tripulante extra Juan Loo Lock, ingeniero de la Universidad Nacional de Ingeniería y egresado de la Escuela de Aviación de Collique. Loo Lock, de 28 años, estaba casado y tenía una hija.
Mucho se ha escrito sobre cómo sobrevivió al accidente. Algunos afirmaban que cayó sobre un árbol. Otros decían que salió por un boquete en el fuselaje producto de la explosión de uno de los motores. Los periodistas presentes trataron en vano de recoger declaraciones suyas. Los rumores iban y venían. Tiempo después se sabría que Juan Loo Lock salió por sus propios medios. Sufrió quemaduras de segundo y tercer grado cuando caminaba entre las llamas del fuselaje destruido. Primero estuvo internado en el Cusco para luego ser llevado a Lima. Se recuperó al cabo de unos meses, pero guardó silencio respecto a la tragedia. Entre 2010 y 2012 Juan Loo Lock, quien vive en EE.UU, daría su testimonio como respuesta a notas publicadas sobre el accidente en algunos blogs peruanos.
A medida de que se identificaban los cadáveres, la tragedia iba tomando rostro en las decenas de hombres y mujeres que vieron truncados sus sueños. Este es el caso de la joven Marisol Bedoya de Vivanco, de 16 años, hija del ex alcalde de Lima Luis Bedoya Reyes. Sus restos fueron velados unas horas en Cusco y luego traídos a Lima. La familia pidió que no se enviaran arreglos florales. Sin tiempo para asimilar el dolor de la pérdida de su hija, la familia Bedoya de Vivanco enterró a Susan Frohna, la estudiante norteamericana del programa de intercambio que se alojó en su casa.
Los periodistas de El Comercio averiguaron que al piloto Carlos Callegari no le tocaba conducir el avión. Cambió de turno con el comandante Ruiz de Somocurcio. Callegari recién había recibido su licencia para volar aviones tipo Elektra. La aeromoza Gladys Noriega estaba a punto de casarse. Tenía 24 años. La joven Sara Colonia realizaba su primer vuelo como azafata. Ella estaba a prueba.
Las hermanas Cecilia y Pilar Muro, que figuraban en la lista de pasajeros del fatídico avión, se acercaron a las oficinas de Lansa para informar que no habían viajado. Ellas debían acompañar al joven Ardeth Marshall, quien era su huésped.
Con un accidente previo en su historial, ocurrido en 1966 en la sierra de Lima, esta aerolínea no era una de las mejores para viajar por el interior del país. Su lema “Con Lansa, el Perú avanza” fue blanco del humor negro de los peruanos. En 1971 otro de sus aviones caería en la selva peruana. Allí solo sobreviviría la joven alemana Julianne Koepcke. Este último accidente motivó que en 1972 las autoridades no renovaran su licencia y por ende terminaran sus operaciones.