En el distrito de Ancón, ubicado a 43 kilómetros de Lima, se desarrollaron culturas prehispánicas, pequeños puertos coloniales, y en la etapa de la emancipación fue testigo de luchas a muerte. En la República, Ancón recuperó su paz y belleza como espacio de veraneo para sus pobladores.
Pero el auge moderno de Ancón llegó en los años sesenta cuando muchas de las más importantes familias limeñas decidieron tomarla como lugar de veraneo y construyeron hermosos edificios. Se desarrollaron eventos culturales como el “Festival de Ancón” y se construyó un Museo de Sitio que alberga los hallazgos arqueológicos realizados a lo largo del tiempo.
Ancón está lleno de datos significativos para la historia peruana. San Martín durante la emancipación llegó y desembarcó en playa Hermosa, Andrés Avelino Cáceres falleció acá y en uno de los viejos ranchos de esta zona se suscribió el tratado de Ancón.
La bahía de Ancón está precedida por un grupo de trece islas pobladas de vida natural. Lobos marinos, nutrias y pingüinos de Humboldt son avistados con frecuencia por los aficionados a la navegación, y la buena pesca es habitual para los pescadores artesanales de la zona.
Por todas estas razones, en octubre de 2010, la Municipalidad de Ancón declaró su bahía como zona intangible, reserva ecológica y fuente recreacional de desarrollo turístico. Sin embargo, desde la semana pasada toda esta zona del litoral limeño presenta un manto negro, señal de los 6.000 barriles de petróleo derramados, en el mar de Ventanilla durante la descarga realizada por la Refinería La Pampilla (Repsol).
Aves muertas y algunas moribundas cubiertas de este líquido denso nos recuerdan desastres ecológicos similares ocurridos en el Perú. Según los expertos este daño, si no se actúa a tiempo, puede ser irreparable.
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