Esta es la imagen de la belleza salvaje. Como un amanecer en la selva: se mezclan los colores, el arte, los brillos, las sombras. A un lado, más a la izquierda, Julio Baylón, lento pero imponente en el campo como un elefante. A su lado, Víctor Zegarra, Pitín, con movimientos de colibrí y sabio para dejarle a su futuro dos hijos futbolistas. Al centro, mirada fija como un Puma, Pedro Pablo Perico León, delantero que cimbreaba como una gacela, con la gracia de tener 90 kilos. Un VHs de ellos debe tener el fondo de Mozart, dicen mis amigos aliancistas que frisan los 60. Los dos últimos eran más chicos, más niños pero igual de talentosos. Teófilo Cubillas tenía 20 años y César Cueto 17. Como usted sabe, a esa edad los sueños no tienen edad.
Era un grupo que se cuidaba. En el Perú pasa: una copa define carreras. Cuando tenía 17 años cumplidos, instalado ya en el vestuario grande de Alianza Lima, Teófilo Cubillas recibió una lección de vida. Para el debut en México 70, para los 10 goles en los Mundiales, para la universalidad, faltaba. En un vuelo comercial rumbo a Bolivia, en el año 1966, de la época de las pelotas Player y las camisetas pesadas que en realidad eran chompas tejidas, una frase de Perico determinó el camino por el que debía caminar el muchacho de Puente Piedra. Siempre en el fútbol hay alguien que te enseña.
—¿Qué quiere tomar, señor? —le dijo la azafata a Teo, el joven Teo de los dientes que luego le copió Ronaldinho.
—El ‘Nene’ quiere un vaso de leche, señorita –respondió ‘Perico’ León, con ese vozarrón que podía tumbar una puerta. Esos modales que mezclaban ironía e inocencia.
“Y quedó”, recuerda el ‘Nene’, en una larga entrevista publicada en DT El Comercio hace por lo menos 10 años. “Quedó y es casi como mi nombre”. Una copa, un vaso, definen carreras en el Perú.
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En 1969, la fecha de esta foto del Archivo Histórico de El Comercio, los cinco formaban parte del famoso Rodillo Negro, un bautizo que heredaron los equipos de Alianza desde la gira por Chile en 1935 y que luego, con las décadas, tenían continuidad en los pies que bailaban, los futbolistas artistas, la época gloriosa del fútbol peruano que va desde finales del 60 a inicios del 80. Todo lo bueno que le pasó a la selección, tuvo que ver siempre con el color aliancista de siempre. Lo dice alguien que hubiera soñado con que uno de ellos fuera de su equipo.
Les faltó un campeonato, sí, pero no significa que no tuvieran el título de próceres. Hoy que cumplen 120 años, que luchan por volver al lugar de privilegio que su historia exige, esta maravillosa foto de los orígenes de Alianza va como regalo de cumpleaños. Belleza salvaje. Un cuadro para el Louvre.
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