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El caso del “Pistolero fantasma” que atemorizó a los limeños durante 10 años y que terminó tras una exhaustiva investigación de la policía
La leyenda del “Pistolero fantasma” se originó en Lima en setiembre de 1955, cuando un ciudadano chino fue atacado en una calle de la capital. La historia de este supuesto avezado delincuente causó gran temor entre los limeños de los años 60. Para cerrar este caso, la PIP tuvo que investigar y resolver más de 13 ataques por diez años.
Transcurrían los primeros días de enero de 1965, cuando el miles de limeños se sorprendieron al ver en el cielo de la capital un doble halo solar. Este fenómeno atmosférico duró 1 hora y algunas personas pensaron que algún desastre natural iba a pasar. Esto no sucedió. Sin embargo, días después, la leyenda de un misterioso delincuente cobró fuerza tras una feroz balacera desatada en la playa Agua Dulce, en Chorrillos. Un hecho que no fue aislado, ya que a fines de 1964 varias personas recibieron disparos de un desconocido malhechor que hizo crecer el mito de un “pistolero fantasma” y su auto negro. Este personaje causó miedo e inseguridad en las calles de Lima durante 10 años.
La historia de este personaje comenzó en setiembre de 1955, cuando un hombre desconocido a bordo de un auto negro realizó varios disparos contra un ciudadano chino que circulaba por una calle de Lima. La Policía de Investigaciones del Perú (PIP) nunca pudo identificar al agresor ni obtener la placa del auto. Sin embargo, este no fue el único caso. Tiempo después, el incontrolable delincuente hirió de bala a un panadero. Luego, destrozó de un disparo el parabrisas del automóvil de un investigador policiaco y realizó fantasmales apariciones hasta que desapareció poco a poco.
Todo hizo indicar que el fin del temible criminal había llegado. No obstante, a inicios de 1960, el “pistolero fantasma” volvió a aparecer. Esta vez, atacó a un transeúnte en la avenida Brasil, a la altura de la iglesia María Auxiliadora, en Breña. Después, disparó desde su auto contra el vidrio delantero de un vehículo que pasaba por la avenida general Garzón, en Jesús María. Todos esos casos hicieron pensar a la PIP que el delincuente que buscaban era una persona con algún trastorno mental, que salía a las calles de la capital con su arma en mano para atemorizar a los ciudadanos. Una hipótesis que creció tras el crimen de un joven que se escapó del manicomio y asesinó a una empleada de nueve cuchillazos en el cuerpo, cerca de su casa, en Lince.
La noche del domingo 10 de enero de 1965, el misterioso delincuente volvió a sonar para la Policía. Esta vez, le dio dos balazos al estudiante de ingeniería Clement Dumler, de 20 años de edad. El hecho se produjo cuando el joven iba manejando su vehículo por la avenida Emilio Cavenecia, cerca del Ovalo Gutiérrez, en San Isidro. Antes de perder el conocimiento por el ataque, la víctima le dijo a los agentes que los disparos salieron de un auto negro que lo venía persiguiendo. Nuevamente la leyenda del “pistolero fantasma” tomaba fuerza.
En seguida, el joven estudiante fue trasladado a la Clínica Anglo Americana. Allí le hicieron una primera operación de emergencia. Al día siguiente, cerca de las nueve y media de la mañana, fue intervenido nuevamente. Esta vez se le extrajo un proyectil que tenía alojado en el pulmón. Su vida estaba en peligro. La operación no duró ni treinta minutos y fue todo un éxito. Así lo confirmó Carmen de Dumler, madre de la víctima, al cronista de El Comercio: “La operación ha sido todo un éxito; mi hijo se salvará y podrá seguir sus estudios”.
Minutos después, el comisario de Orrantia del Mar explicó a los medios presentes en el nosocomio que la bala había sido llevada a un laboratorio para ser comparada con otros proyectiles que “presumiblemente” fueron usados por el violento pistolero. El policía dijo, además, que varios patrulleros habían empezado con los operativos para encontrar alguna pista de este delincuente. Sin embargo, la PIP exigió a los protagonistas y familiares de los heridos que no proporcionaran detalles sobre el caso, ya que querían mantener todo en reserva. Con Dumler, ya eran 13 las víctimas del avezado tirador.
Las autoridades policiales sabían que se enfrentaban a un gran desafío. Nadie había visto la cara del “pistolero fantasma”. Solo tenían la certeza que se movilizaba en un auto negro de marca Oldsmobile. Con solo esta información, la Policía de Investigaciones designó a 20 hombres para identificar al violento sujeto. Una primera pista señalaba que el delincuente era un millonario excéntrico o loco. Esto hizo que se redoblara la vigilancia en un sector residencial de San Isidro, donde habitaba un peligroso sujeto que solía utilizar sus armas de fuego.
La tarde del lunes 11 de enero de 1965, los investigadores realizaron un exhaustivo megaoperativo por toda la capital para tratar de dar con el automóvil negro. Según los familiares de Clement Dumler, su agresor fue un hombre de buena apariencia, pelo rubio y de cara blanca y redonda. Esta descripción fue corroborada por su amigo y compañero de la noche del ataque, Abraham Bloomberg. Una pista que daba más chances a la policía de capturar al desquiciado criminal que atemorizaba las calles limeñas.
Ya con los rasgos físicos del supuesto delincuente, los investigadores creían que había un detalle extraño: el lugar del atentado era una zona alejada del radio donde acostumbraba atacar el malhechor; ya que, la mayoría de los disparos fueron cometidos en la avenida Paseo de la República, entre Plaza México y 28 de julio. Por eso, los agentes sacaron un comunicado solicitando la colaboración de la ciudadanía para atrapar al famoso pistolero.
Al día siguiente, el 12 de enero, Clement Dumler y Carmen Samanamud, padres del estudiante herido, dieron una entrevista a un cronista de El Comercio. Ahí manifestaron que el día del tiroteo su hijo fue a una fiesta en una casa de San Isidro. Cerca de la una de la madrugada, Clement (hijo) y su amigo se retiraron del lugar y acompañaron a una chica hasta su domicilio, ubicado en la avenida Emilio Cavenecia, en el mismo distrito. Luego, ambos jóvenes partieron en su auto rojo hasta sus hogares.
Instantes después, Dumler observó que un automóvil negro los estaba siguiendo; sin embargo, no le dio mucha importancia. Los estudiantes recorrieron unos kilómetros y cerca de la clínica Anglo Americana escucharon dos fuertes detonaciones. Ambos creyeron que una de las llantas se les había reventado. Incluso la víctima volteó su cabeza sin darse cuenta que había sido baleado. Es ahí cuando Bloomberg llevó a la clínica a su amigo herido tras verlo ensangrentado.
La madre de Dumler explicó que su hijo había visto cómo el auto negro pasó por su lado en sentido contrario y rápidamente se perdió por el óvalo Gutiérrez. Nunca se percató de los disparos. Solo le pareció ver dentro del auto a “un hombre de raza blanca, bastante claro, casi rubio y de más o menos unos 40 años”. Más adelante, la PIP informó de varios atentados realizados por el supuesto hombre rubio en Ventanilla y Jesús María. Las pericias determinaron que impactos de piedra habían sido las causas de dichos ataques.
Para el jueves 14 de enero de 1965, la Policía de Investigaciones había capturado ocho automóviles negros de marca Oldsmobile. Todos sus conductores fueron interrogados como sospechosos. Luego de algunas horas, los pilotos salieron libres tras comprobarse que no tenían relación con el misterioso caso. No había rastro del peligroso delincuente que atacaba sin remordimiento a la gente. La psicosis colectiva iba creciendo en Lima.
Horas después, las autoridades policiacas descartaron que el autor del ataque contra Dumler fuera el “pistolero fantasma”. Esto debido a que las balas fueron disparadas por el piloto de un automóvil que salió en defensa de dos mujeres rusas que los estudiantes habían estado molestando. Svetlana Swidiam, una de las mujeres acosadas, le contó al reportero de El Comercio que el hecho se dio cuando ella, junto a su hija y el padre de la modelo Silvia Gálvez iban en un auto (que era de la “China”, así le decían a Silvia) rumbo a la casa de unas amigas.
En el trayecto, el vehículo rojo de Dumler se le cruzó repetidamente en forma peligrosa a Swidiam. Es así como empezaron a molestarlas. Luego, las mujeres extranjeras se cruzaron con tres amigos que iban en un automóvil. A ellos les dijeron lo que les había pasado. Por eso, los sujetos persiguieron a los estudiantes. Después, se escucharon dos disparos. Las mujeres no se percataron de dónde provinieron las detonaciones. Horas después, José Cáceres, Enrique Fernández y Cristian Stockholm fueron detenidos e interrogados por la PIP. Ese día, todos los implicados pasaron la prueba de la parafina para descartar su implicancia en el acto.
Más tarde, los detectives sacaron un identikit del autor de los disparos contra el estudiante de Ingeniería. También se supo que los resultados de la prueba de balística realizados a los tres sujetos fueron negativos. Sin embargo, la mujer rusa y sus tres amigos siguieron detenidos. Ellos insistían en que los disparos fueron realizados desde un auto negro Oldsmobile de 1963. También coincidían en la descripción del misterioso pistolero. No obstante, el director general de la PIP descartó la existencia del temible delincuente: “Lo del ‘pistolero fantasma’ es un mito”. Además, agregó que pronto tendrían los resultados de la mayoría de los trece ataques perpetrados por el supuesto facineroso. Cada vez más se apagaba la leyenda urbana del feroz tirador.
El martes 19 de enero de 1965, la PIP anunció que nunca existió un “pistolero fantasma”. Esto debido a que la mayoría de casos fueron resueltos. Asimismo, aseguraron que los disparos que recibió Clement Dumler fueron realizados por Enrique Fernández. Dos de sus amigas corroboraron el hecho aduciendo que vieron un revólver en la guantera de su auto cuando este las llevó a la playa, horas después del atentado.
También se descubrieron huellas de pólvora en la ventana derecha del auto donde estuvo sentado Fernández. La testigo Svetlana Swidiam declaró que fue él quien le dijo que con dos balazos iba a asustar a los jóvenes que la estaban molestando. Todo indicaba que cuando realizó los disparos un auto negro Oldsmobile pasó al costado del vehículo de los estudiantes. Esto hizo que las víctimas relacionaran el hecho con el misterioso pistolero.
Los tres detenidos fueron recluidos en una carceleta de la Policía Judicial y puestos a disposición del Juez Instructor de Turno. A Enrique Fernández se le acusó de ser el autor intelectual de los disparos. Sus dos amigos fueron denunciados por el delito contra la administración de justicia. Finalmente, los investigadores determinaron que la mayoría de los ataques atribuidos a esta leyenda fueron hechos con pistolas de fogueo vendidas en las fiestas navideñas. “Seguramente por probar esas pistolas adaptadas a calibre 22, la gente comenzó a disparar y de allí surgió el mito del pistolero fantasma”, dijo uno de los encargados en resolver este increíble caso policial.
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