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El panadero que asesinó a un policía en el Rímac en los años 70 y se salvó tras ser condenado a pena de muerte
En junio 1973, Edward Nomberto Villanueva, de 20 años de edad, mató de un balazo en el tórax al PIP Augusto López Rodríguez, en un bar ubicado en la esquina de los jirones Hualgayoc y Cajamarca, en el Rímac. Meses después, fue condenado a muerte y al pago de 80 mil soles de reparación civil.
Era la mañana del lunes 25 de junio de 1973, cuando El Comercio dio la noticia sobre un violento asesinato en Lima. Dos días antes, el 23 de junio, Edward Nomberto Villanueva, quien era panadero y tenía 20 años de edad, mató de un balazo en el tórax al policía Augusto López Rodríguez, en un bar ubicado en la esquina de los jirones Hualgayoc y Cajamarca, en el Rímac. El asesino le disparó en el cuerpo luego que el agente entrara al lugar buscando a unos delincuentes.
Nomberto utilizó un revolver calibre 38 a menos de un metro de distancia para cometer el homicidio. El agente de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) lo persiguió, herido, por unos 25 metros. Luego, cayó al piso inconsciente. Es en ese momento que varios transeúntes alcanzaron al agresor y lo redujeron. El hombre, de 1.55 cm de altura, fue conducido a la Estación de la Policía de Investigaciones del Rímac. En seguida, fue recluido en el Departamento de Homicidios, donde lo dejaron incomunicado.
Horas después, la autopsia reveló que el oficial PIP había fallecido por una “herida por arma de fuego de pequeño calibre, cañón corto, en el quinto espacio intercostal izquierdo hecha a menos de un metro; el arma utilizada en el crimen es de calibre 38″. Esa noche, la policía de investigaciones informó que daría una conferencia de prensa sobre el caso a la mañana siguiente. Cabe resaltar que Augusto López trabajaba en la Estación PIP del Rímac y había egresado de la escuela policial en 1970. Estaba casado con Alicia Chang Gonzáles y tenía dos hijos.
Ese 25 de junio de 1973, la PIP presentó ante la prensa nacional a Edward Nomberto Villanueva en conferencia de prensa. Ahí, el asesino reveló que cometió el delito bajo los efectos del alcohol y tras confundir al agente como parte de un grupo de delincuentes que, minutos antes, intentaron asaltarlo. Según el panadero, el arma que utilizó le costó mil soles y, el día del asesinato, la usó en dos ocasiones: para hacer que huyan los que quisieron “cuadrarlo en Leticia” y para matar a López Rodríguez.
La policía reveló que el agente PIP llegó al Rímac, donde había vivido por varios años, para buscar a dos asaltantes. Ya en la zona, fue avisado que había un hombre armado en un bar de los jirones Hualgayoc y Cajamarca. Por eso, fue a buscarlo a la cantina. Tras quedar herido, López persiguió a su verdugo e hizo varios disparos al aire. Falleció camino al hospital. El grupo que le avisó al policía lo de Edward fue quien capturó al asesino cuando fugaba con dirección al cerro San Cristóbal y lo entregó a las autoridades. Horas después, a las cuatro de la tarde, los restos del comisario fueron enterrados en el cementerio El Angel, en Barrios Altos.
Esa noche, Nomberto Villanueva reconstruyó el asesinato junto a la Policía de Investigaciones. La reconstrucción del crimen duro hora y media y tuvo a varios curiosos que intentaron golpear al homicida. También estuvieron presentes en el lugar las personas que ayudaron a detener al criminal. La escena fue dirigida por el jefe del Departamento de Homicidios. Diez horas después, a las ocho de la mañana del 26 de junio de 1973, el delincuente fue puesto a disposición de la Zona Judicial de la Policía. Allí se entregó un atestado y el revólver calibre 38 usado en el feroz crimen.
Meses después, el sábado 14 de setiembre de 1973, la PIP realizó un homenaje a sus héroes caídos en cumplimiento de su deber por el 53 aniversario de la institución. Es así como visitó los cementerios Presbítero Maestro y El Angel. A la ceremonia asistieron oficiales generales, superiores y subalternos de Lima y el Callao. Allí se recordó a Augusto López Rodríguez y a más de quince policías abatidos en acción.
Más adelante, el jueves 8 de noviembre de 1973, se inició el juicio oral contra Edward Nomberto por el asesinato del valeroso policía del Rímac. Allí, el acusado aseguró que “en ningún momento tuvo intenciones de matar” al agente policial y que solo que le disparó porque, minutos antes, dos delincuentes quisieron asaltarlo cuando estaba en compañía de su suegro, Genaro Príncipe. También confesó que logró hacer huir a estos sujetos con un disparo al aire.
Los vecinos escucharon el ruido e informaron a López, que lo ubicó en un bar del Rímac. Según Nomberto, le disparó al policía cuando este pasó por la puerta del local y preguntó por él. Su justificación fue que realizó el tiro porque el agente llevaba un arma en la mano y no se identificó, por eso lo confundió con uno de los sujetos que quiso asaltarlo. Además, aclaró que nunca tuvo problemas con la justicia y que solo se dedicaba a ser panadero. No se pudo corroborar si en realidad ese era su trabajo.
Minutos después, el Tribunal mostró una fotografía de Edward en donde aparecía dentro de los delincuentes buscados por la Guardia Civil (GC). Asimismo, se encontraron dos armas de fuego en su poder, una de ellas en su casa. Ante ello, el asesino argumentó que tenía estos revólveres para defenderse, ya que varias veces había sido asaltado. Según Villanueva, nunca hizo las denuncias de estos hechos ante la policía para no “hacerla trágica”.
Luego, el Tribunal leyó un informe policial donde varios delincuentes señalaban a Nomberto como integrante de algunas bandas criminales peruanas. Él era acusado de cometer distintos robos; en uno de ellos, un GC quedó herido. También hizo declarar a un testigo de 16 años. El menor se retractó de lo que dijo en su declaración policial e indicó que solo escuchó el disparo al policía asesinado, a quien vio perseguir “tambaleante” a su agresor. El joven indicó que al agente policial lo conocían en el barrio como “Chalaco” y que lo ayudó a subir a un auto para que sea atendido en la asistencia pública.
El adolescente terminó su declaración asegurando que dijo saber todo del crimen al sentirse presionado por los policías que lo interrogaron. Minutos después, el fiscal del Consejo de Guerra Permanente de la Segunda Zona Judicial de la Policía relató pasajes del homicidio y solicitó la pena de muerte para el asesino. Según el magistrado, el delito de ataque a las Fuerzas Armadas era condenado de esa manera según el Decreto de Ley 19910. También pidió el pago de 80 mil soles como reparación civil.
La abogada del asesino pidió la absolución de su defendido argumentando que realizó el disparo en legítima defensa, ya que el agente PIP quiso detener a Nomberto sin identificarse como policía. También aseguró que los testigos decían que López había estado bebiendo licor, minutos antes de su muerte, en una cantina cercana a la escena del crimen. Además, afirmó que era raro que no se encontrara la placa del policía en su ropa el día del homicidio. El Tribunal del Consejo de Guerra sometería a voto la sentencia final.
Al mediodía del viernes 9 de noviembre de 1973, el Consejo de Guerra condenó a pena de muerte a Edward Nomberto Villanueva por el homicidio de López Rodríguez. La máxima pena fue leída durante el juicio que duró media hora. Al litigio asistieron decenas de personas; entre ellas, la madre, la esposa y los hijos del asesino. Para el tribunal, el homicida cometió el crimen en “plenitud de sus facultades mentales”. También reveló que el acusado mintió al decir que el oficial lo llamó de “forma prepotente” y que este portaba una pistola en la mano.
Además, confirmó el pago de 80 mil soles como reparación civil a favor de los familiares del policía asesinado y decomisó las dos armas de fuego de Nomberto Villanueva. El homicida escuchó la sentencia muy calmado y de pie. Su esposa y madre lloraron y pidieron compasión por él. “Mi hijo es bueno, no es un ratero. Es una pesadilla”, dijo la madre del criminal. Antes de terminar el juicio, la abogada del acusado apeló la sentencia de inmediato ante el Consejo Supremo de Justicia Militar. Esta fue aceptada. Según la jurista, el dictamen no le daba la oportunidad a su cliente para “regenerarse”.
Semanas más tarde, el miércoles 21 de noviembre de 1973, el Consejo Supremo de Justicia Militar cambió la condena y sentenció a Nomberto Villanueva a “internamiento indefinido no menor de 25 años” en el penal El Sepa. Asimismo, ratificó el monto de reparación civil para los herederos de la víctima. La revisión del caso duró cerca de dos horas. La decisión se tomó debido a las “circunstancias en que se produjo el hecho y la carencia de antecedentes penales del acusado”. Esa vez, Edward Nomberto volvió a repetir que disparó sin saber que su víctima era un policía y se mostró arrepentido de haber cometido el crimen.
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