Una gran historia en “Casablanca”

Protagonizada por Ingrid Bergman yHumphrey Bogart, la película “Casablanca” fue estrenada un 26 de noviembre de 1942.

(Foto: Agencia AP)
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Cuando vemos “Casablanca”, descubrimos que más allá del romance, es la guerra misma la protagonista del filme, desarrollado, en su mayor parte, dentro de un club nocturno: el Rick’s café. Este pequeño territorio neutral es dirigido por un atormentado Rick Blaine, quien dejó Estados Unidos, apoyó a los republicanos españoles y luego vivió un amor devastador en París. Allí, tiempo atrás, se quedó esperando en la estación del tren a la mujer que amó solo unas semanas, pero que decidió sería parte de su vida, por siempre.

Nominada a ocho premios Oscar, “Casablanca” es estrenada el 26 de noviembre de 1942. Una semana antes, en Stalingrado, había empezado la operación Urano, ofensiva para rodear a las tropas alemanas del VI ejército. En África, el ejército germano había perdido la iniciativa, y Rommel tenía claro que había que hacer las maletas y retornar a Europa. Pero Hitler se oponía.

La cinta del director Michael Curtiz, nacido en Budapest, tenía como escenario la ciudad africana de Casablanca, en Marruecos –protectorado francés-, en donde el control político y militar lo detentaban las fuerzas francesas colaboracionistas. Desde allí se realizaban vuelos hacia la neutral Portugal, normalmente para huir de las zonas ocupadas por los nazis. Hacían fila en el aeródromo espías, partisanos, ex prisioneros de guerra y parroquianos comunes y corrientes, que querían dejar atrás las balas y los cañones.

Esta es, quizás, la escena medular de la cinta: Rick, interpretado por Humphrey Bogart –quien obtuvo el papel al que postularon Ronald Reagan y George Raft, entre otros-, escucha que Sam -el pianista negro que representa Doodley Wilson- está tocando la canción prohibida. Se acerca ofuscado a pedir que se detenga. A un metro del músico de ébano, sentada, está la mujer que lo acribilló en aquella batalla de amor, en Francia, de la que sobrevivió con varias heridas en el alma. El tema en mención –As time goes by- pasara a la historia tanto cómo el primer plano de la hermosa Ingrid Bergman, sueca, talentosa y alta; en el rol de Ilsa.

La diferencia de estatura con Bogart, unos centímetros por debajo, obligó a Curtiz a cuidar los planos, y a ella a usar zapatos sin tacos. El otro vértice del triángulo amoroso se llamaba Víctor Laszlo, esposo de Ilsa y cabeza de la resistencia en las zonas ocupadas de Europa. Laszlo, interpretado por el austríaco Paul Henreid, había llegado esa noche al centro de diversión de Rick, de la mano de su esposa, enterado de la existencia de un par de salvoconductos que lo podrían sacar de Casablanca y eludir el tenebroso brazo del nazismo, que lo tenía ubicado, esperando una pequeña excusa para cazarlo de nuevo.

Un contrabandista de “libertades”, antes de morir, había dejado ese par de documentos en manos del neutral Rick. El local está cerrado y la música terminó. El despecho y el amor se vuelven a encontrar sobre la barra, a oscuras, cuando el administrador del café decide amortiguar con el alcohol el impacto de haber visto tan cerca al amor perdido. Pero mirarla esta vez con su esposo, comprometida no solo en su vínculo marital, sino en la función de compañera-esposa-cómplice, agudiza el dolor. Rick sufre, pero no puede evitar un furtivo reencuentro con Ilsa, que es lo que el público desea.

El tejido de escenas románticas se funden con las metáforas de la guerra; allí mismo, entre mesas, mozos y tabaco. Los oficiales alemanes, incluido el perseguidor de Laszlo, el mayor Heinrich Strasser –asumido por el actor berlinés Conrad Veidt-, arrogantes y victoriosos toman posición del piano e intentan imponer un himno ante el silencio de los asistentes. Pero Laszlo se desprende de Ilsa unos segundos para pedir a los músicos que interpreten la Marsellesa. En un debate coral pocas veces visto en el cine, el tema nacional francés apaga el canto estentóreo de los nazis, y emociona tanto a los personajes del filme como a los propios espectadores en las salas cinematográficas.

Esto enciende las iras de Strasser, quien conmina al Capitán Louis Renault, militar francés encargado de la seguridad en Casablanca, a cerrar el local de Rick. Finalmente éste, viendo en peligro a Laszlo, pero también a su amada, juega sus cartas a perdedor, como harían pocos. Entrega los salvoconductos a Paul y a Ilsa, quien se entera a último momento que ella también tendrá que partir. Un semioscuro y húmedo aeropuerto es escenario del inesperado desenlace.

Strasser llega cuando el avión calienta motores, Rick le dispara rompiendo su neutralidad, mientras Renault decide proteger a su amigo estadounidense. “El asesino ha escapado, y hay que encontrarlo”, dice el militar francés para despistar a los soldados que llegan y ven al alemán muerto. El avión se va con la mujer amada, mientras Rick y Renault se alejan caminando del aeropuerto. A 75 años de su estreno, “Casablanca” continúa siendo una obra imprescindible de apreciar.

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