A las 11 de la mañana de un día cualquiera, en los cruces de las avenidas Tacna y Emancipación en el Centro Histórico de Lima, uno puede encontrar: algunos restos de vísceras de vaca, llamados aquí rachi, choncholí o anticuchos, con jugo en su panquita; cáscaras de tuna, naranjas, toronjas y piñas que, interminables serpientes, se escapan de los cestos de basura de los señores jugueros; cobradores, taxistas, peatones y mendigos, usualmente más sonrientes e inocentes que los primeros.
Si se ha amanecido aquí, es decir, madrugado, un viento en forma de cuchillo traspasa casacas de cuero y todo abrigo.
También se escucha el poderoso sonido del estéreo de una combi rumbo a Morales Duárez, lo más nuevo que tiene. Olor a incienso y mirra que sale de la iglesia Las Nazarenas, donde descansa el Señor de los Milagros en pandemia. Recuerdos de lo que era el cine Tacna, o el Portofino, y otros de caliente cartelera, a dos cuadras, como quien va a La Colmena.
Ahora pasa por allí el Metropolitano, que justo en ese cruce tiene un paradero final. Antes la Santa Luzmila, un Dodge viejo donde se pagaban 0.30 céntimos por pasaje escolar. Papelitos en el piso con ofertas de trabajo, de chamanes, de kinesiólogas. Vasos con lo quedaba del jugo de rana cerca a la iglesia de Santa Rosa. El letrero gigante de Turrones Doña Pepa, suavecitos.
Un resumen de Lima.
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Pero el 29 de enero de 1991, en ese cruce y a las 11 de la mañana, Lima amaneció con la noticia de un hueco enorme, el más legendario de la historia republicana, donde cabía un camión y donde bien podía haber aterrizado un ovni como los de la película Día de la Independencia. La explicación vino de parte de Sedapal y así lo escribió El Comercio en su primera página: “La rotura de una tubería matriz de agua, que data de los años 20 (...), y la erosión de la capa asfáltica por humedad de varios días, originó el evento”.
“Esa zona —añade la nota en portada— había sido objeto de trabajos en abril de 1988, sin embargo, según entendidos en la materia, al parecer se habría hecho solo reparaciones “paliativas”...”
Suena familiar.
Años después, en un huequito donde no entraba ni un mototaxi, varios reporteros anunciaron una exclusiva desde adentro, metáfora para decir que estamos en el hoyo. Lo que hubiera sido la cobertura con Twitter y Tik Tok de aquel hoyo súbito, al que podríamos llamar con susto, El cráter de Lima.
Diseño: Armando Scargglioni
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