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Yesenia Mercado Malpartida, la peruana que entró al Ejército de Estados Unidos y luchó en la guerra de Irak, en donde se salvó de morir en varias ocasiones
La bombera nacional ingresó al Ejército norteamericano el 28 de agosto del 2002. Ahí aprendió a contar petróleo solo en once semanas y en otras cuatro, a manejar camiones de 10 toneladas. También fue entrenada para disparar rifles M16, semiautomáticos y con lanzagranadas. Luego, fue enviada a Bagdad en una misión que duró un año.
El mismo día que el presidente Alejandro Toledo anunció un proyecto de Ley para endurecer las penas contra las personas que transgredan el orden público, una entrevista conmovió a todos los peruanos. La mañana del 27 de mayo del 2004, El Comercio publicó una conversación con Yesenia Mercado Malpartida, una peruana de 30 años de edad que había regresado al país tras estar un año en la guerra de Irak, sirviendo al ejército de Estados Unidos. En la conversación, la ex voluntaria de la Cruz Roja del Perú reveló que nunca mató a nadie en el campo de batalla. También dio detalles de la misión que cumplió en el país del Medio Oriente.
Eran las ocho de la mañana del miércoles 26 de mayo del 2004, cuando un reportero de El Comercio entrevistó a Yesenia Mercado Malpartida en su casa luego de una ceremonia realizada en la plaza Bolívar, en Pueblo Libre. Allí, la peruana vio como un batallón del colegio Marie Curie, donde estudió, izó la bandera nacional y se encontró con el técnico del Escuadrón de Emergencias de la Policía Nacional del Perú (PNP), Jorge Mosquera, su antiguo instructor de rescate cuando ella sirvió en la Cruz Roja peruana en 1996.
“Una de las pruebas que pasé al entrar en el ejército (estadounidense) fue saltar y bajar de una torre, para demostrar la confianza en uno mismo. Yo lo hice en dos saltos y todos se quedaron sorprendidos. Yo les respondí: Es que ya en el Perú había aprendido a aventarme de una pared con una soga”, contó Yesenia, quien agradeció con un movimiento de cabeza lo aprendido de Mosquera. Mercado también fue bombera voluntaria y se graduó de paramédica en 1998. Además, era secretaria y licenciada en Hotelería.
Ella confesó que le encantaba la adrenalina y que estaba pensando en regresar a Estados Unidos para meterse a un curso de entrenamiento de salto aéreo en helicóptero. Luego, contó que no se fue a ese país con la intención de entrar a las Fuerzas Armadas, sino a probar “qué había por allí”. Es así como llegó a California, donde vivían sus dos hermanos, y empezó a trabajar en una tienda de vídeos. Fue su hermano Andrés, que estudiaba Economía, quien le dijo que ingresara al Ejército estadounidense si le gustaba la aventura; ya que, además, eso le otorgaría varios beneficios.
Tras ello, Yesenia decidió ingresar a la página web del ‘Army’, pidió información y, poco tiempo después, un recluta llegó a su casa para tomarle un examen. “Cuando lo aprobé, le dije: ya de una vez dónde firmo el contrato”, explicó. Un impulso que también usó para decirle a sus padres que se iba a ayudar en el terremoto de Nazca, cuando todavía pertenecía a la Cruz Roja (1996). En aquella ocasión, regresó a casa en un mes. Tras aprobar el examen y firmar el contrato, Mercado ingresó al Ejército de EE.UU. el 28 de agosto del 2002.
De inmediato, la enviaron a una de las dos bases militares en donde hombres y mujeres se entrenaban juntos, en Texas. Allí tuvo que “hacer planchas” de más por no dominar bien el inglés. Para Malpartida, los texanos “hablan su idioma como charapas”. Aunque los entrenamientos eran fuertes, nadie la llegó a insultar o maltratar para desanimarla de seguir en las Fuerzas Armadas estadounidenses. Es así como en once semanas aprendió a contar petróleo y en otras cuatro, a manejar camiones de 10 toneladas. También la entrenaron para disparar rifles M16, semiautomáticos y con lanzagranadas. Después, se unió al Batallón 13 Coscom 53 Quarter Master del Ejército norteamericano.
Al año siguiente, el 11 de abril del 2003, la bombera peruana llamó a sus padres para comunicarles que en unas horas se uniría a la guerra en Irak. “No nos dejó tiempo de reacción, pero ella siempre fue así, era su decisión”, contó Andrés Mercado, su padre. “Le recé a todos los santos, vivimos momentos de angustia, no parábamos de llorar”, agregó su mamá Violeta Malpartida.
Yesenia recordó que ella sabía que ese momento iba a llegar, pero no tuvo tiempo de pensarlo. “Cuando me di cuenta ya estaba en Irak y tenía que cumplir con mi contrato”, dijo. Ella llegó al país de Medio Oriente dos semanas antes de que se declara el fin oficial de las hostilidades. Los primeros días fueron tranquilos. Después, recibieron ataques a diario, por lo que la posguerra se volvió más difícil y mortal.
En suelo iraquí, Mercado tenía la misión de transportar combustible del aeropuerto a una base que se encontraba a 15 minutos, lo que convertía el lugar en un blanco fácil para los ataques terroristas sorpresas: “A los pocos días nos atacaron con morteros, yo solo me tiré al piso y, cuando cesaron los disparos, corrí a las trincheras; nunca participé del fuego cruzado, nunca maté a nadie, pero si hubiera tenido que hacerlo habría sido para defenderme”.
Según contó la soldado, lo más cerca que estuvo de la muerte fue cuando un ataque con mortero cayó a 100 metros suyo y se incendió el techo bajo donde dormía. También recordó que las mezquitas y los edificios de Bagdad eran fascinantes y que las afueras de la ciudad le hacían recordar a Piura. Además, reveló que nunca conversó con ningún iraquí que no estuviera dentro de su base: “Pero allí mismo había infiltrados, encontrabas a uno caminando por donde no debía hacerlo y al día siguiente atacaban en ese lado. Recuerdo que atraparon a dos y se los llevó la policía”.
Yesenia Mercado confesó que el estallido de las bombas no le generaba mucho pánico, ya que había vivido la época del terrorismo en el Perú. “En cambio había muchachitos ‘gringos’ que no soportaban la tensión, algunos se suicidaron, pero para eso teníamos psicólogos y pastores”, dijo la soldado estadounidense. Ella solía rebajar la tensión bailando bachata con sus compañeros puertorriqueños en los momentos de ocio. Sin embargo, lo más incómodo para la peruana fue el insoportable calor de la ciudad, que podía llegar hasta los 52 grados.
A esto se le sumó que al principio de su servicio en Irak todo fue carencias y desesperación: “Usábamos como baño la mitad de un cilindro, cerrado con madera, era una cosa asquerosa, hasta que se llenaba y luego tenías que quemarlo”. Meses después, llegaron a Bagdad algunas tiendas como Burger King, que en sus dos primeros meses vendió 40 mil dólares diarios. “Imagínate a la gente que tenía tanto tiempo sin ingerir comida de verdad”, dijo, sonriente.
Más adelante, llegó el Internet y ella pudo chatear con su familia todos los días. Sus padres llevaban seis meses sin saber de Yesenia. En la primera llamada telefónica que recibieron, solo les dijo que estaba bien y que no se preocupen por ella; luego cortó. La soldado peruana también reveló que durmió en un catre plegable, en una carpa con diez personas y sufrió de insomnio.
De su batallón no falleció nadie. En la base militar donde estuvo en Irak, cuatro soldados fueron asesinados. “Al único que vi fue a uno de ellos cuando tuve que pasar manejando mi camión por un control para ingresar a la base. Atacaron de pronto y una bomba atravesó el techo del vehículo donde iba el soldado, delante de mí. Tuve que regresarme asustada”, narró Malpartida. Al ser consultada por las brutales torturas que realizaban los soldados estadounidenses con los presos iraquíes, la paramédica peruana dijo que no sabía lo que pasaba con ellos.
Tras cumplir 366 días en zona de guerra, el batallón de Yesenia regresó a Texas. Su alegría por estar a salvo fue máxima. Después, la peruana fue condecorada con tres medallas al mérito por sus servicios en Irak y estaba cerca de conseguir la ciudadanía norteamericana. A su arribo a Lima, fue recibida con una fiesta por padres. Su idea era visitar Cusco y practicar canotaje. Luego, Yesenia Mercado tenía pensando regresar a Estados Unidos para estudiar Medicina en el Ejército y postular para ascender a oficial en esa institución.
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