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La vez que el gran arquitecto Malachowski fue asaltado y secuestrado en plena avenida Arequipa en los años 30
El arquitecto Ricardo Malachowski, de formación francesa, radicó en el Perú desde joven. Fue un auténtico impulsor de la construcción de los edificios públicos y privados más significativos del Perú en la primera mitad del siglo XX. Este notable personaje, aunque pocos lo crean, pudo perder la vida a fines de 1933, a manos de dos avezados delincuentes.
Su nombre completo era Ricardo de Jaxa Malachowski Kulisicz (1887-1972) y dejó obras arquitectónicas admirables en la ciudad de Lima. Monumentales, necesarias y bellas dentro de su funcionalidad, como el nuevo Palacio de Gobierno (1938), hecho en parte por él; el Palacio Legislativo (1939), frente a la Plaza Bolívar; el Edificio Rímac (1924), al fondo del Paseo de los Héroes; la fachada del Palacio Arzobispal (1924), al lado de la Catedral de Lima; el Club Nacional (1929), en un ángulo de la plaza San Martín; además del trazo de la plaza Dos de Mayo (a fines de los años 20), con los edificios afrancesados adyacentes; el edificio del Banco Italiano (1929), en el jirón Lampa, que luego sería el BCP; y la Iglesia Matriz de Miraflores (1939), aunque diseñada por él desde 1928; todo ello, en verdad, puede dar una idea de su genio arquitectónico.
Ricardo Malachowski había egresado de la Escuela de Bellas Artes de París (Francia) y de la Escuela Especial de Arquitectura de la misma ciudad. En 1911, lo contactó el gobierno (primer gobierno) de Augusto B. Leguía, y al año siguiente, en 1912, estrenó a los 25 años de edad su propia “oficina de construcciones” en Lima.
Desde fines de la década del 20, la agitada y concurrida oficina del arquitecto se ubicó en el Edificio Wiese de esos años. Para diciembre de 1933, Malachowski ya era pues un profesional reconocido, admirado y respetado por todos, público y profesionales de su gremio. Sin embargo, no estaba excepto de ser una víctima más de la delincuencia local de su tiempo.
Más allá de sus reales capacidades, el arquitecto, de origen ucraniano, pero de perfecta formación francesa, estaba casado con María Benavides Diez Canseco, cuñada del entonces presidente de la República, el general Oscar R. Benavides. Por todo eso, Malachowski era un objetivo del hampa limeña: estaba cerca del poder y era un profesional exitoso, dos motivos suficientes para aquellos que se atrevieron a asaltarlo, secuestrarlo y robarle lo que llevaba encima, en plena avenida Arequipa.
Habían pasado solo 24 horas de la Navidad, cuando el martes 26 de diciembre de 1933, por la mañana, se convirtió en una jornada de infierno para Ricardo Malachowski, de 46 años. Una odisea de terror que no esperaba encontrar cuando subió a su auto y se dirigió desde su casa en Lima, en Paseo Colón con el Parque de la Exposición, hasta Miraflores, por la avenida Arequipa, que tenía 5 años de servicio a la ciudad (se inauguró como “avenida Leguía” en 1928).
El terror se extendió en un calvario de vida o muerte para Malachowski, hasta llegar a los límites del distrito de La Victoria y el mismo Centro de Lima.
MALACHOWSKI VIVIÓ EN LA AVENIDA AREQUIPA UNA ESCENA DE PELÍCULA
Fue un momento digno de ser registrado por cualquier periódico de Chicago (EE.UU.) de los años 30; o podía pasar como una escena violenta de la mejor película policial de esos turbulentos años para la criminalidad. Así al menos lo consideró El Comercio. Ya para entonces se hablaba del problema de la “seguridad ciudadana”, antiguo tema en las ciudades del Perú de siglo XX (y aún del S.XXI).
Eran las 9 y 30 de la mañana, en la avenida Arequipa, a la altura del antiguo local del Colegio Villa María (hoy es el local de la Alianza Francesa de Miraflores), cuando algunos transeúntes vieron circular a moderada velocidad el auto del arquitecto Malachowski. Era un viaje tranquilo, lo hacía todos los días, cuando, de pronto, a unos metros vio a un joven que, con un papel en la mano derecha que lo agitaba frenéticamente, parecía pedirle con gestos que se detuviera.
Cuenta El Comercio que el arquitecto pensó que se trataba de un empleado u obrero de unas de las muchas obras de construcción en las que andaba involucrado por ese tiempo; imaginó, incluso, que el papel podía ser un recado importante. Por eso frenó. Mala idea.
Malachowski giró el rostro a la derecha para recibir el “recado”, pero lo que vio fue al joven que sacaba rápidamente del bolsillo un revólver y le apuntaba directo a la cabeza; al mismo tiempo que otro sujeto armado se trepaba al auto por la puerta posterior. Los vio tan decididos a atacarlo si se oponía, que no pensó sino en hacerles caso.
Una vez en el auto, el hombre acostumbrado a ver y hacer dibujos, diseños, planos, formas y proyecciones de obras públicas y privadas, fue obligado a volver por la larga y tranquila avenida Arequipa. Mientras conducía con la mayor calma posible, los delincuentes le revisaron los bolsillos y le arrebataron un anillo, un reloj y una cadena de oro.
Su billetera también le fue despojada, aunque allí solo hallaron sus documentos personales y cinco soles… Los malhechores estaba disgustados porque esperaban robarle más dinero y prendas, entonces se les ocurrió exigir a Malachowski quefirmara un cheque por una suma importante. El arquitecto manejó bien la situación.
Contaría luego a El Comercio que los fue engatusando, confundiendo, alargando la discusión; Malachowski buscaba obviamente ganar tiempo y acercarse al Centro de Lima sin darles más. Él esperaba una ocasión, un descuido de sus captores para escapar de su eventual secuestro.
MALACHOWSKI LOGRÓ HUIR DE SUS CAPTORES Y LOS PERSIGUIÓ CON UN POLICÍA
Entonces, uno de los delincuentes decidió tomar el control del auto. Malachowski pasó atrás. Mientras seguían discutiendo, el auto se dirigió hacia los barrios de La Victoria. “Al llegar a una de esas calles, la de Luna Pizarro, el señor Malachowski encontró la oportunidad que esperaba, lanzándose fuera del carro en marcha, a pesar de la amenaza de sus armas”, informó ElComercio del27 de diciembre de 1933.
Los hampones, sorprendidos, fugaron del lugar en el propio auto del arquitecto. Pero Malachowski no se quedó tranquilo. Tras alejarse del lugar, mantuvo la calma y buscó ayuda. La encontró en un guardia civil que estaba de servicio en la esquina de la avenida Luna Pizarro y el jirón Raimondi. Era el agente policialJosé Ríos, de la 7ma. Comisaría. Ambos pidieron a un conductor que pasaba por allí su vehículo, para así seguir a los inescrupulosos sujetos.
Les dieron alcance en unos minutos. Malachowski los identificó de inmediato. Los delincuentes habían arrancado hacia la “Alameda Grau” (hoy avenida), y ya estaban al comienzo de la zona de Barbones, cuando se bajaron del auto y corrieron “hacia las huertas de Santoyo”. Esa actitud sospechosa, llamó la atención del guardia Raúl Martínez, agente de la 3era. Comisaría del sector.
Este sujetó bien supistola y se acercó a los delincuentes para interrogarlos, pero recibió de ellos sendos disparos. Entonces empezó una balacera. A los pocos segundos, aparecieron el guardia Ríos con el señor Malachowski. Al verse rodeados, los hampones optaron por cubrirse en una tapia, y desde allí respondieron al fuego cruzado con la Policía. Sin embargo, un malhechor se dio a la fuga y abandonó a su compinche.
El otro, solo, se rindió ante la advertencia cortante del agente Martínez: “¡Manos arriba!”, le gritó. El delincuente intentó un último disparo, pero su arma se atascó. Así, el agente lo desarmó de inmediato y terminó de controlarlo. El detenido se llamaba Julio Sugaray Palma, de 23 años. Lo registraron y solo se le pudo hallar el anillo de oro de la víctima. El resto del botín se lo había llevado el otro hampón.
La banda estaba formada por tres personas, en realidad, quienes habían hecho un seguimiento meticuloso de los pasos, hábitos y costumbres de Malachowski. Le hicieron lo que hoy se llama un ‘reglaje’. El tercer miembro, confesó Sugaray, se arrepintió a última hora de asaltar al arquitecto. Según dijo el detenido, pensaron que el “ingeniero” viajaba con una suma considerable de dinero.
Siguiendo las disposiciones policiales, el sujeto fue llevado a la estación policial de Miraflores porque fue allí que se inició el asalto y secuestro. El Comercio aseguró al día siguiente: “La policía nos ha manifestado que sigue la pista de los dos cómplices del detenido, cuyos nombres ya conoce confiando en poder capturarlos dentro de breve plazo”. (EC, 27/12/1933)
El diario decano deseaba esclarecer los motivos del asalto. Por eso, esa mismanoche del 26 de diciembre, un reportero fue a la casa de Malachowski, quien residía “en la esquina de Paseo Colón con el Parque de la Reserva”, en el centro limeño. Allí, el arquitecto dio detalles de los luctuosos hechos vividos ese día.
Malachowski aclaró que, en primer lugar, no pensaba que podía tratarse de un asunto de “venganza personal”, aunque reconoció que había averiguado que eljefe de los “salteadores” era un “peón a quien despidió de una de las obras que dirigía hace tres años”. (EC, 27/12/1933)
Señaló que el nombre del sujeto ya lo tenía la policía, y que esta haría las averiguaciones del caso; y contó, además, que tal individuo era alguien “impulsivo” y de “malos instintos”. Reitero que no veía ninguna venganza detrás del asalto, puesto que los criminales estaban obsesionados solo por el dinero. “Algo más: se trata sin duda alguna de delincuentes que recién se inician en su escabrosa profesión, ya que se les notaba sumamente nerviosos y aún temerosos de que yo pudiera tomar alguna represalia”, expresó Malachowski al diario.
A los hechos ya narrados, el arquitecto añadió que, en esos tensos momentos, solo pensaba en salir bien librado del asalto “lo más pronto posible”. No pensé en nada más que eso, dijo. Ese fue el motivo por el que se lanzó a la pista desde el auto en marcha, cuando este bajo la velocidad.
Esa vez, Malachowski cayó pesadamente del auto y rodó. Se hizo algunos moretones. Confesó que actuó de esa manera temeraria porque temía que los asaltantes, frustrados por el escaso botín, le disparasen a quemarropa. “Felizmente no llevaba conmigo ni mi libreta de cheques”, declaró entonces.
El arquitecto prefirió pasar la página rápidamente. Era un hombre que pensaba siempre en el futuro. Agradeció la visita periodística, pero pidió también no darle demasiada importancia al hecho, el cual, pese a la brutalidad y violencia de los perpetradores, no pasaba de ser “un hecho meramente vulgar y equivocado”.
La vida de esos delincuentes con seguridad acabó en la cárcel; pero la de Ricardo Malachowski –además de todo lo anotado, fundó la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI)– seguiría progresando, involucrándose en la construcción de más obras públicas y privadas, rancho y fincas de Lima y balnearios, que supieron de su talento y sensibilidad.
Su hijo, Ricardo Malachowski Benavides (1922-2011), seguiría sus pasos, con el mismo genio constructor y arquitectónico, cubriendo entre ambos todo el siglo XX con inmuebles de gran recordación pública.
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