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Así fue el primer Inti Raymi en 1944 según Agustín Espinoza, quien personificó al poderoso inca
La primera representación del Inti Raymi, nuestra fiesta sagrada del dios Sol, se realizó el 24 de junio de 1944, en el marco de la celebración del ‘Día del Cusco’ y con la presencia del entonces presidente de la República, Manuel Prado Ugarteche.
Han pasado 78 años desde que los imponentes muros de piedra de Sacsayhuamán se convirtieron en escenario de la majestuosa ceremonia, que había dejado de practicarse desde 1572, tras ser abolida por el virrey Francisco de Toledo. Para ‘revivir’ la fiesta más solemne del antiguo Perú, una tribuna fue instalada al lado del famoso sitio arqueológico, donde se ubicaría el primer mandatario junto a su comitiva oficial.
A bordo de varios automóviles, los invitados especiales arribaron para un almuerzo a la 1:30 de la tarde, hasta un lugar previamente engalanado, donde se improvisó un comedor rodeado de un sobrio decorado con motivos incaicos.
En la mesa de honor tomaron asiento el presidente de la República, Manuel Prado; el presidente de la Cámara de Diputados, Carlos Sayán Álvarez; y el prefecto del Cusco y presidente del comité organizador de las fiestas, Ernesto Barreto Gutiérrez.
Ese día todo empezó cuando la población de la Ciudad Imperial, que se encontraba totalmente embanderada, fue despertada con repique de campanas y 21 cañonazos. Hasta la capital arqueológica de América arribaron conjuntos musicales y grupos de baile de distintas provincias del departamento, tal como sucedía en la época del Tahuantinsuyo.
Durante la mañana las miradas de los cusqueños estuvieron enfocadas en la Plaza de Armas, hasta donde se desplazaron en perfecta formación las tropas de la guarnición local, quienes saludaron con honores al primer mandatario en su trayecto hacia la Basílica Catedral. Allí fue recibido por monseñor Santiago Hermoza, obispo de la Arquidiócesis.
Terminada la misa, Prado se ubicó en el atrio exterior de la Catedral para observar el desfile de los batallones del Ejército y de miles de universitarios de Cusco, Trujillo y Arequipa, en medio del fervor popular. Intervinieron también bailarines procedentes de los ayllus vecinos, tocando música típica y usando sus instrumentos regionales
Culminado el fastuoso desfile, Prado colocó la primera piedra del Palacio de Justicia en la avenida El Sol y luego se dirigió al Hotel Cuzco, donde participó de una recepción ofrecida en su honor por los oficiales de la Cuarta División Ligera. De inmediato partió hacia Sacsayhuamán, para observar la escenificación de la ‘Fiesta del Sol’.
Tras un almuerzo campestre al pie de las inmensas murallas, el presidente Prado tomó asiento en la tribuna levantada al lado de las colosales piedras de Sacsayhuamán para presenciar “el espectáculo evocativo de la fiesta incaica del Inti Raymi”.
Reviviendo antiguas costumbres de los incas se representaron varios cuadros vivos de interesante significado ritual. En estas recreaciones participaron conjuntos típicos formados por cusqueños vestidos con trajes de la época.
Desafilaron también e intervinieron en los distintos números las comparsas y los conjuntos enviados desde lugares tan lejanos como Anta, Urubamba, Paucartambo y San Pablo. Cada uno de estos coloridos grupos ofreció un espectáculo original, ensalzando el esplendor de la fiesta y el espectáculo en general, ante una concurrencia que aplaudió siempre con fervor y entusiasmo.
El gran protagonista de aquella jornada fue Agustín Espinoza, natural de la provincia de Quispicanchis, quien asumió el rol del soberano máximo de los cuatro suyos: el Inca. De cara angulosa, pómulos salientes y tez bronceada, Espinoza recuerda que le encomendaron el papel solo 24 horas antes de realizarse la escenificación.
“Pese a la gran responsabilidad que ello significaba, acepté con suma complacencia, pues desde pequeño había tenido inclinación por las representaciones”, manifestó en 1952 en una entrevista publicada por El Comercio.
De escribano a soberano
“Ese año trabajamos con mucho entusiasmo, pero sin una orientación definida. Para cumplir con mi papel me guie por la tradición, aunque la improvisación resultó deficiente”, confesó. De profesión escribano y con un dominio perfecto del quechua, Espinoza gustaba de la dramaturgia pues había escrito algunas comedias.
En aquella primera interpretación del sapa inca, Espinoza reveló que en el momento que hizo su aparición ataviado como el supremo gobernante y transportado en la litera imperial, los miles de asistentes que coronaban la fortaleza y los cerros de Sacsayhuamán cayeron de rodillas sobre la tierra y prorrumpieron en una estruendosa aclamación.
“Cientos de pobladores lloraban al paso del séquito del Inca, evocando con viva sensibilidad toda la grandeza de su pasado”, relató emocionado al decano Agustín Espinoza. Hoy, después de dos años de suspensión por la pandemia, el color, la música y la fiesta volverán de manera presencial al “ombligo del mundo”, hasta donde llegarán como lo hacían desde hace décadas durante el solsticio de invierno, miles de turistas ansiosos por contemplar uno de los ritos históricos más hermosos que aún se practican sobre la Tierra.
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