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Hace 30 años el atentado contra el Canal 2 mostró el lado más salvaje del terrorismo | FOTOS
Pasada la medianoche, el 5 de junio de 1992, el noticiero “90 Segundos” de Canal 2 estaba por concluir, pero de pronto el infierno surgió de un camión-bomba que terroristas estrellaron enfrente del local, en Jesús María. La explosión, segundos después, fue letalmente trágica.
El Perú vivía esos primeros días de junio de 1992 en medio de una terrible escalada de atentados terroristas, especialmente de Sendero Luminoso (SL). Lima, la capital, se había convertido en el centro de los actos demenciales que segaron muchas vidas y provocaron cuantiosos daños materiales al Estado y al sector privado. El país se desangraba. Pero lo peor sobrevino a las 12:05 a.m. del viernes 5 de junio de ese año: un atentado con un camión-bomba destruyó el frontis y el interior del Canal 2 (Frecuencia Latina), en la avenida San Felipe, en Jesús María. Antes del atentado salvaje de la calle Tarata en Miraflores (julio de ese mismo año), lo del Canal 2 nos dio la campanada de que el país estaba viviendo al filo de su existencia. El dolor fue inmenso, pero también la reacción solidaria de todo el Perú se hizo sentir.
El noticiero central de Canal 2 (“90 Segundos”) ya estaba por acabar, minutos después de la medianoche; los conductores estaba en la despedida, cuando el camión-bomba robado a la Marina de Guerra del Perú en La Punta, Callao, solo dos horas antes y cargado con 600 kilos de dinamita y anfo, fue estrellado contra la puerta principal del canal y, en menos de un minuto, explotó convirtiendo todo en un campo de guerra.
El medio televisivo quedó casi arrasado y la onda expansiva de la explosión remeció abruptamente gran parte del distrito de Jesús María, pero también amplias zonas de Lince y San Isidro, los distritos vecinos, en los que la onda hizo que los fierros de las ventanas se doblaran y los vidrios cayeran, al menos en las casas y los edificios más cercanos. Fue una potentísima descarga criminal.
La noticia dio la vuelta al mundo. Las fotos de cómo quedaron las instalaciones del canal de televisión fueron impresionantes: era la destrucción hecha imágenes. Murió un periodista, Alejandro Pérez, productor del informativo “90 Segundos”, y los vigilantes Javier Requis Arellano y Teddy Hidalgo Ruiz. Hubo más de 20 heridos graves.
Todos los medios de comunicación peruanos se solidarizaron con el canal víctima de la insania terrorista de SL; y apoyaron para que la señal del Canal 2 no dejara de salir al aire en ningún momento, como era la intención de los asesinos. El domingo 7 de junio de 1992, una nota editorial de El Comercio tituló justamente “La muerte de un periodista”, un homenaje a AlejandroPérez, una víctima más de la intolerancia senderista.
Esa madrugada, en la cuadra 9 de la avenida San Felipe, el infierno se desató en cámara lenta. Solo hubo destrucción, sangre, víctimas inocentes, heridos enmudecidos… La parte frontal del canal, la caseta de seguridad, las oficinas administrativas y las salas de prensa eran prácticamente una “zona de guerra”. La explosión destruyó los equipos de transmisión y edición. Solo una de las unidades móviles quedó útil, informó El Comercio el sábado 6 de junio.
El estallido que destruyó las instalaciones del canal, afectó también al `Colegio Nacional Teresa González de Fanning’, el cual resultó con más de la mitad de sus vidrios rotos y las puertas y ventanas de muchos salones destruidas. Asimismo, la onda expansiva dañó severamente el local del Colegio de Arquitectos, que prácticamente se desmoronó; el Teatro García Lorca, del Centro Español del Perú quedó semi destruido; y muy afectada la Iglesia de San Antonio de Padua, en la misma avenida San Felipe, así como la academia de ballet de Lucy Telge Luna.
En realidad, fueron duramente afectados los propietarios y comerciantes, cuyas propiedades se hallaban en las cuadras 19 y 20 del jirón Olavegoya, cuadras 10 y 11 del jirón Cayetano Heredia, cuadras 7, 8, 9 y 10 de la avenida Mello Franco; así como la cuadra 20 del jirón Pachacútec, cuadras 8, 9, 10 y 11 de la avenida San Felipe y la primera cuadra de la avenida Gregorio Escobedo, señalaba el diario decano.
Hasta ese fin de semana no se supo exactamente cuál era la dimensión cuantitativa de las pérdidas materiales, entre equipos e infraestructura. En ese momento, Baruch Ivcher era el presidente del directorio del canal, pero no se hallaba en el país. Voló de Miami, Estados Unidos, en el primer avión que consiguió apenas supo de la terrible noticia. Recién llegado al país, Ivcher declaró a la prensa y condenó enérgicamente el atentado senderista. “En este país la prensa todavía tiene el derecho de demostrar lo que es bueno o malo... No me explico realmente por qué sucedió”, dijo, entre rabioso y desconcertado.
Según un directivo del canal, el seguro del medio cubriría los gastos, pero reconoció que la evaluación de daños todavía demoraría un poco, ya que estaban concentrados, primero, en “sacar la señal de transmisión al aire y remover los escombros”. Sin embargo, era evidente que los daños eran cuantiosos, entre equipos electrónicos, oficinas, movilidades, ambientes de transmisión, entre otros. El seguro apoyó al canal dándole seis autos para que los periodistas siguieran movilizándose por Lima y el interior del país, como siempre lo hacían.
Dos días después, el propio presidenteAlberto Fujimori, resistido aún por el autogolpe de Estado que encabezó el 5 de abril de ese año, aprovechó la ceremonia del “Día de la Bandera” del 7 de junio para abordar el tema, y hacer un llamado a los medios de prensa para “no dejarse amedrentar por el terrorismo y continuar con su defensa seria y responsable de la democracia y de la vida civilizada en el país”.
Las organizaciones de prensa del mundo manifestaron su rechazo y condena al acto terrorista. La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) dirigió el lunes 8 de junio una enérgica comunicación a Alberto Fujimori, donde expresó su indignación por el atentado perpetrado contra el Canal 2 de Lima y subrayó que la libre difusión de las ideas era el requisito indispensable para impedir la proliferación de regímenes extremistas como el que los terroristas buscaban imponer.
Incluso, el papa Juan Pablo II, el martes 9 de junio, condenó el execrable atentado y expresó sus condolencias a las familias afectadas. Lo hizo a través del nuncio apostólico, monseñor Luigi Dossena, quien se comunicó con el Arzobispo de Lima, monseñor Augusto Vargas Alzamora.
Pero esa década de 1990 aún nos iba a deparar mayor dolor, miedo y muerte. Vendrían luego el atentado de Tarata en julio del ‘92 y otros atentados en el interior del país, todos tan dolorosos e injustos con la vida humana. Solo años después, tras una larga lucha democrática, pudimos superar esa dura etapa que vivimos como país.
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