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Controversia en Lima en 1969: el día que los escolares fueron acusados de vandalizar la Biblioteca Nacional | FOTOS
La denuncia no la hizo ningún periódico, emisora radial ni canal de TV. ni ningún ministro del gobierno militar; la hizo el propio director de la Biblioteca Nacional del Perú de ese entonces. El daño que venía dándose desde hacía unos meses era considerable.
Por esos días, el diario El Comercio aún seguía recibiendo felicitaciones de instituciones, de personalidades y del público en general por sus 130 años de vigencia, cumplidos el 4 de mayo de 1969. El Perú vivía los primeros meses del golpe militar del general Juan Velasco Alvarado, y el ambiente estaba muy cargado, inestable y con un violencia contenida que se percibía en la vida cotidiana. Esa violencia se proyectó extrañamente en una conducta de los jóvenes escolares dentro de un ambiente naturalmente apacible como es una biblioteca. El propio director de la Biblioteca Nacional fue quien denunció a los colegiales que venían atentando contra los libros de la querida colección que fue recuperada tras el incendio del local de la avenida Abancay en 1943.
En la edición de El Comercio del viernes 16 de mayo de 1969, una noticia no pasó desapercibida. Se trataba de una preocupante denuncia pública hecha nada menos que por el director de la Biblioteca Nacional del Perú (BNP), el doctor Estuardo Núñez Hague. Los libros y las revistas de la valiosa colección de la BNP corrían peligro.
Estuardo Núñez advirtió que el patrimonio bibliográfico de la BNP estaba en “grave peligro”. Eran valiosos libros, revistas y demás documentos “de difícil reposición” que estaban siendo sistemáticamente dañados, “destruidos” fue la palabra que usó el director de la Biblioteca Nacional.
Pero, ¿quiénes estaban detrás de ese atentado contra la cultura y el conocimiento? El doctor Núñez señaló a los responsables, sin personalizar: afirmó que la destrucción provenía de una gran cantidad de escolares que diariamente visitaban la institución. (EC, 16/05/1969)
Fue una campanada de alerta ante un atentado contra el patrimonio bibliográfico del país; y si bien esto ya había sucedido años antes, lo de mayo del 69 fue algo más constante, agresivo y preocupante, un hecho no visto desde que se reconstruyó el local de la BNP de la avenida Abancay, tras el incendio del 10 de mayo de 1943.
La autoridad de la BNP sabía que, sin duda, no era nada negativo que los escolares visitaran la biblioteca para investigar o estudiar; pero el problema radicaba en que lo hacían sin dirección o sin un objetivo concreto; a la deriva y sin la guía de sus profesores o maestros.
“Los escolares están siendo obligados por los maestros a concurrir a la Biblioteca Nacional, pero no se les instruye acerca del manejo de los libros ni el comportamiento que deben observar en establecimientos de este tipo”, explicó el director de la BNP, Estuardo Núñez.
La masiva afluencia de escolares a la sede de la Biblioteca Nacional del Perú generaba un verdadero congestionamiento en la atención al público lector. De esta forma, la BNP se convertía en una gigantesca “Biblioteca Escolar”. (EC, 16/05/1969)
La afluencia de menores desplazaba a los habituales “lectores maduros” de la BNP-Abancay y no dejaba espacio para otros usuarios, tanto en las mañanas como en las tardes, debido a los dos turnos en los colegios públicos.
El literato e historiador peruano Estuardo Núñez instó al Ministerio de Educación a intervenir en este caso, puesto que las bibliotecas escolares, ubicadas en diversos centros educativos de Lima, dependían de esta entidad y debían cumplir su misión para los colegiales.
Núñez no solo abogó por dar a esas bibliotecas los materiales bibliográficos necesarios para el estudio y la preparación de los menores sino también abogó para que “funcionen fuera del horario de clases, permitiendo que los estudiantes puedan aprovechar de sus servicios”. (EC, 16/05/1969)
Se sabía que los alumnos de los distintos colegios de Lima, por no copiar a mano, terminaban rasgando las páginas de los libros de la biblioteca y se las llevaban. Ante ello, Estuardo Núñez hizo hincapié en un punto, a fin de evitar un deterioro mayor debido al mal uso de los libros y las revistas: pidió que los profesores encargados desistieran de enviar en masa a los estudiantes.
“Se da el caso de que en algunos planteles se obliga a los alumnos a obtener el Carnet de Lector que expide el establecimiento de Abancay, como requisito para seguir en los cursos, y así se desechan los servicios que prestan las bibliotecas municipales o las que se ha establecido como filiales de la Nacional en diversos distritos”, anotó el director de la BNP.
LA MEDIDA EXTREMA QUE LA BNP TOMÓ PARA CUIDAR SU PATRIMONIO
Entonces, Estuardo Núñez tomó medidas drásticas. Dijo a El Comercio que su misión era defender el patrimonio bibliográfico de la BNP, y por ello asumió la decisión de prohibir a losescolares solicitar “todas las obras, revistas, folletos o documentos que sean patrimonio bibliográfico de la Biblioteca Nacional”. (EC, 16/05/1969)
Al parecer, ese año de 1969 se llegó a una situación límite. Los escolares no solo iban en masa y obligados por sus profesores a “consultar libros”, sino que incluso no había internamente una clara restricción de acceso a los valiosos materiales bibliográficos de la BNP para los menores.
Para hacer pública esta “depredación bibliográfica y hemerográfica”, el doctor Núñez anunció que en los días siguientes se montaría una exposición bibliográfica en el salón principal de la Biblioteca Nacional, para así mostrar públicamente las depredaciones patrimoniales en la casa de la avenida Abancay. (EC, 16/05/1969)
El EDITORIAL DE EL COMERCIO SOBRE ESTE PREOCUPANTE TEMA
En su editorial del sábado 17 de mayo de 1969, el diario decano remarcó los puntos anotados por el director de la Biblioteca Nacional, y señaló que los fines de las bibliotecas escolares eran unos, y otros eran los de la BNP. Olvidarse de esas diferencias no solo confundía al estudiante sino también generaba, con la masiva concurrencia, mucho caos y desorden en un lugar donde uno debía dedicarse a la meditada lectura y a la aplicada investigación.
El Comercio debió precisar que el deterioro y la depredación de libros se daban a todos los niveles; esto es, tanto en la BNP como en las bibliotecas municipales, escolares y de otras instituciones. La exhibición de los libros dañados era una práctica que la BNP aplicó para dar a conocer esa realidad, y ya se había hecho antes, en otros años, sin resultados. Pero ese año de 1969 los casos habían aumentado.
Ese “instinto destructivo”, decía El Comercio, revelaba, en el fondo, un escaso nivel de cultura y educación. Ante ello, el diario decano volvió a recomendar (porque ya lo había hecho antes) una serie de medidas inmediatas, urgentes:
1) Como los estudiantes de todas las edades debían consultar libros, estos debían contar con “bibliotecas propias”, que no solo estén instaladas, lógicamente, en sus propios planteles, sino que funcionaran “con horario apropiado”, es decir, no solo en las horas en que se dictaban las clases, puesto que son las menos utilizables para la lectura, “sino después del horario de clases”.
2) Debía haber, en consecuencia, personal que actuara -por turnos- como bibliotecarios. Esto mientras no se contara con “bibliotecarios profesionales” en los cargos de servicio al usuario.
3) Si no era posible contratar personal especializado que realizara esa tarea, sería de vital “necesidad nacional” que los maestros ejecutaran el “abnegado esfuerzo” (con reconocimiento económico o indicación meritoria en su file personal de servicios), ya que de eso dependía el funcionamiento de las bibliotecas en los colegios del país “después del horario de clases”.
4) No importaba si el servicio no era perfecto, lo importante era que se hiciera, que se brindara esa posibilidad a los jóvenes lectores escolares. (EC, 17/05/1969)
LA CONDUCTA ESCOLAR DENTRO Y FUERA DE LA ESCUELA Y MEJORES MATERIALES EDITORIALES
A finales de la década de 1960, la preocupación por el vandalismo escolar y la preservación del valioso material de la Biblioteca Nacional se intensificó. Este problema destacó la conducta de los estudiantes de secundaria, quienes eran los principales responsables
Se propuso desde las mismas aulas, con un trabajo innovador del profesor Salomón Tellería (“Nuevo sistema para calificar la conducta”), que se rindiera mérito al “buen comportamiento” y a la “superación constante” en desmedro de centrar todo en la represión de la mala conducta tanto dentro del aula (colegio) como fuera (bibliotecas, por ejemplo).
Era una realidad a finales de los años 60 (que perdura hasta hoy en día) que la falta de bibliotecas escolares o su actualización dentro de los planteles educativos, traía serias dificultades en la formación de los menores estudiantes. Y ello se agravaba al no haber entonces y hoy un “plan seriamente estudiado y financiado”, así decía el profesor Cesar Reyes, estudioso del problema. (EC, 17/05/1969)
En 1969, la falta de bibliotecas escolares actualizadas en los planteles educativos representaba un serio obstáculo para la formación de los estudiantes. Esta situación, que persiste hasta hoy, se agravó debido a la ausencia de un plan educativo bien estudiado y financiado. Según el profesor Cesar Reyes, experto en el tema, la falta de recursos bibliotecarios adecuados afectó significativamente el desarrollo académico de los menores de ese tiempo (y de hoy). (EC, 17/05/1969).
Para Reyes, saber que había una “saturación” de alumnos en la Biblioteca Nacional, en ese otoño del ‘69, era una “buena señal”, desde el punto de vista de saber que hay un alumnado afanoso por “mejorar sus conocimientos”. Pero ese afán había que ordenarlo, había que darle un espacio para aprovecharlo mejor. Además, se debía generar material didáctico adecuado, con un “programa de ediciones de textos y libros de consulta que sobrepasa un mínimo costo”, dijo el profesor Reyes.
Reyes añadió que los bibliotecarios profesionales deberían tener las facultades para dirigir las bibliotecas escolares. Eso la economía no lo permitía, ciertamente, pero era una buena salida. No bastaba con el empeño de los padres de familia por implementar esas necesarias bibliotecas dentro de los colegios y las actividades en favor de la lectura.
El problema realmente no tendría solución en los años siguientes (década de 1970), y ni la “reforma de la Educación”, promovida por el gobierno miliar, ayudó mucho en ese aspecto (o no le importó).
Solo las acciones internas de la BNP, como la de poner límite a los accesos escolares a materiales delicados, bibliográficamente hablando, causó algún efecto a mediano plazo. La sala exclusiva para escolares, en la sede de la avenida Abancay, daría también un respiro a los libros y a las revistas importantes, indispensables para los investigadores, que acogía la Biblioteca Nacional del Perú.
En este episodio de Cuenta la Historia, se narran detalles de la construcción de uno de los íconos arquitectónicos de Lima, el edificio del Diario El Comercio.
Para ello, Gonzalo y el abuelo se remontan a 1919, año en que una turba instigada por el entonces presidente Augusto B. Leguía atacó e incendió parte del local donde funcionaba la redacción de El Comercio.
En respuesta, don José Antonio Miró Quesada ordenó construir un nuevo edificio en la misma locación, que sea tan imponente como una fortaleza.
Este año, la casa de El Comercio cumple 100 años de inaugurada y lo celebramos rememorando algunos momentos y personajes históricos que pasaron por ahí.