La foto que abre esta nota es muy elocuente: un grupo de trabajadores municipales encontró un cañón debajo del Jirón de la Unión. Era la mañana del 8 de setiembre de 1982, y se avanzaban las obras de peatonalización del viejo jirón limeño. Este proyecto se había iniciado el 1 de agosto de ese año y se prometió entregarlo en “100 días”, es decir, en la primera semana de noviembre.
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Se vivía el segundo año del gobierno de Fernando Belaunde Terry (1980-1985) y aquel trabajo de peatonalización estaba a la mitad de su desarrollo. Ese día, el alcalde de Lima, el arquitecto Eduardo Orrego, y el director del Instituto Nacional de Cultura (INC), el doctor Luis Enrique Tord, se acercaron al jirón para hacer una inspección juntos.
Las dos autoridades venían de visitar el convento de Nuestra Señora de La Merced y la iglesia de Santo Domingo, en el Cercado de Lima, donde se ejecutaban obras de restauración.
Al llegar, Orrego y Tord vieron a los obreros absortos por el hallazgo reciente de un objeto “raro y pesado”, decían, el cual no podían levantar con sus manos. Los obreros, a su vez, al ver la sorpresa de las autoridades empezaron a creer que habían hecho un gran descubrimiento.
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No se trataba de cualquier pieza: era un cañón de guerra, de grandes proporciones, incluso Tord pensó en un inicio que podría ser colonial, del siglo XVI.
Entonces la gente se arremolinó de inmediato y la noticia se propaló por todo el jirón en minutos. La comidilla limeña ya imaginaba cuántos tesoros podían esconderse en las calles del Centro de Lima.
Los trabajadores usaron picos y palas para ir sacando el cañón de las entrañas del jirón, y de inmediato, por pedido del alcalde Orrego, midieron el largo y ancho del artefacto de guerra.
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La grúa terminó de extraerlo y el cañón recobró su brío bélico. Cuando fue finalmente colocado en un espacio adecuado para su examen, especialistas de la Marina señalaron que el cañón era del siglo XIX.
Tras el alboroto de aquel descubrimiento, por fin el 20 de noviembre de 1982 se inauguró el paseo peatonal que había escondido por más de 100 años al “cañoncito de Lima”.
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