Lulú Beltrán

Este flaco narigón que se parece a Norman Bates antes de matar a su madre es Carlos Salvador Bilardo, el entrenador que sacó campeón a Argentina en México 86. Según mi padre, era un tramposo. «¡Mandó a lesionar a Franco Navarro en el 85 y envenenó a Branco en el mundial del 90!, ¡Sin Diego no ganaba nada!», me grita, sin que yo pueda comprender a qué demonios se refiere con cada una de esas frases que aluden, supongo, a partidos y personajes a los que desconozco por completo. «¡Mejor era el Flaco Menotti!», alega mi viejo desde el baño, refiriéndose a otro señor cuya fama y trascendencia ignoro.

LIMA, 25 DE ABRIL DE 1960

CARLOS SALVADOR BILARDO VISITA INSTALACIONES DEL DIARIO EL COMERCIO.

FOTO:  EL COMERCIO
LIMA, 25 DE ABRIL DE 1960 CARLOS SALVADOR BILARDO VISITA INSTALACIONES DEL DIARIO EL COMERCIO. FOTO: EL COMERCIO
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No, no me gusta el fútbol, pero sí me gustan las fotos. Por eso puedo decirles que el Bilardo de esta imagen no es el tipo del que habla mi papá. Al menos no todavía. La foto es de abril de 1960 y fue tomada en la antigua redacción de El Comercio, en el jirón Miró Quesada del centro de la capital. En esa época Bilardo tenía apenas veintidós años y jugaba por la selección de su país, que había venido a disputar un pentagonal junto a Perú, Brasil, México y Surinam. Después de ganar aquel torneo sin perder un solo partido, los argentinos permanecieron en Lima unos días más. Uno de esos días conocieron las instalaciones del Decano.

Aquella mañana Bilardo –con camisita a cuadros, chompa de botones, raya al costado y cara de chico virgen– se divirtió utilizando la máquina de escribir de uno de los redactores (quizá ese que está a sus espaldas, mirándolo con atención, esperando que no malogre las teclas), pero también contestó algunas llamadas y conoció cómo funcionaba el archivo del diario.

Quizá ese fue el primer acercamiento real que tuvo el joven Bilardo al mundo del periodismo, al que volvería muchos años después, en 2007, cuando dirigió el programa 90 minutos en Fox Sports.

Cuesta creer que el muchacho de la foto –que no sabía que se convertiría en ginecólogo, primero, y en campeón del mundo después– sea hoy un señor de 86 años quien, tal como confesó su hermano hace un mes en Argentina, «vive con un enfermero, todavía se baña y come solo, pero ya está medio en su mundo».

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