Carnavales en Perú hace un siglo: la historia del inglés que salió por el Centro de Lima con un inmenso cartel para evitar ser mojado
Ni las dificultades económicas lograron opacar los carnavales en 1915. Los globos y chisguetes fueron reemplazados por baldes de agua. Lima vivió un desenfreno sin igual.
“Las dificultades económicas han tenido repercusión en la forma cómo se juegan los carnavales. El gran consumo de globos y chisguetes ha sido reemplazado por el uso desmedido de baldes de agua”. Así iniciaba la crónica sobre el desarrollo de los carnavales en el lejano 1915.
“En todas partes se ha jugado y se ha jugado hasta lo último”, relataba el periodista del diario decano sobre las incidencias de los tres días de carnavales. Calles intransitables para las personas que no querían formar parte de la locura generalizada en la que Lima se había convertido.
Desde las 10:00 a.m. hasta las 07:00 p.m. mujeres, niños y hombres corrían la suerte o mala fortuna de ser bañados del zapato al sombrero con un refrescante balde de agua o unas bien dirigidas bombas de agua.
Jolgorio limeño
Las calles del Centro de Lima fueron recorridas por una gran cantidad de personas luciendo coloridas máscaras en autos o carretas jaladas por caballos. Por todas partes habían cuadrillas de jugadores que pasaron horas arrojando agua.
Cuenta el periodista de la época que gran cantidad de familias se dirigieron a los balnearios de Ancón, Miraflores, Barranco, Chorrillos, La Punta y Magdalena donde han vivido días de fiesta con sabor campestre, preparando pachamanca y paseando por la tarde.
En La Punta y Magdalena no se vivieron los carnavales con gran entusiasmo. Mientras que en Barranco y Chorrillos la fiesta era interminable. En el distrito barrranquino se realizaron diversos eventos en torno a los baños en el mar. Desde conciertos con orquestas hasta una “ghymkana” acuática. En Chorrillos se llegó a echar vasos de cola y soda. Los veraneantes no llegaban a la playa sin antes recibir una cantidad indecente de globazos.
La nota curiosa la pusieron los grupos de niños disfrazados que por la tarde, cuando ya había calmado el furor del juego, pasearon por el malecón chorrillano. Desde bebes de 10 meses hasta niños de 12 a 13 años figuraban en esas encantadoras cuadrillas disfrazadas de diablillos, payasos y bailarinas.
Por las noches el carnaval invadió el centro de la capital donde la gente salió disfrazada. En el frontis del Palais Concert numerosas personas provistas de cohetones, farolillos chinos, polvos de pica pica y luces de bengala originaron varios incidentes con los peatones que osaban cruzar por esa calle.
Un hombre muy fresco
Por aquellos días un inmigrante inglés ya aclimatado al calor del verano paseaba por el Centro de Lima con un largo cartel, sostenido entre dos soportes huecos de cuero pendientes en los hombros, que decía: “Se suplica al transeúnte no meterse con este que no juega carnavales por la falta de dinero”.
El primer día de carnavales el inglés paseó por las cuadras centrales de la ciudad sin ser molestado y llamando la atención; pero al segundo día cansados todos de su anuncio y de su actitud, al pasar por la cuadra de Espaderos (hoy quinta cuadra del jirón de la Unión) el público le cerró el camino y le arrojó globazos y cajas de polvos de colores.
En la tarde volvió a hacer su aparición en idénticas condiciones; pero pasó fugazmente por el lugar donde había recibido un baño gratis.