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Caso Katia Tomasto, la misteriosa muerte de una joven novicia en Chosica por tomar un jugo de papaya helado: ocurrió en 1998
El triste suceso dejó anonadados a los peruanos ese 26 de enero de 1998. La joven Katia Tomasto Hurtado era alguien que con vocación ingresó a un convento. Quería ser monja. Pero la muerte la persiguió hasta Chosica.
El verano de 1998 llegó a Chosica con lluvias, huaicos y deslizamientos de piedras. El Fenómeno El Niño hacía sentir su indeclinable fuerza, que acabaría desbordando en febrero de ese año el río Huaycoloro. Pero para la congregación religiosa “Hermanas Dominicas de la Beata Imelda”, vinculada con la Orden de los Predicadores, ese “Niño” no fue la mayor tragedia que vivió ese año en Chosica, al este de Lima. En la mañana del 26 de enero de 1998, hallaron desmayada, sin reacción, a la hermana Katia Tomasto Hurtado, de solo 18 años. Minutos después, fallecería.
El funesto acontecimiento estuvo rodeado desde un inicio del más desesperante misterio. Las hermanas del convento, nerviosas, asustadas, llevaron a Katia Tomasto agonizante al Hospital de Apoyo de Chosica. La novicia de la Orden estaba muriendo frente a ellas. Su rostro pálido, congestionado, no se parecía en nada a la chica que hacía poco había dejado de estudiar Biología en la Universidad San Antonio Abad del Cusco para convertirse en una religiosa. Ese era su sueño.
Katia Tomasto habia nacido el 5 de marzo de 1979 yera de Abancay, Apurímac;su familia la apoyaba en sus estudios en el “Ombligo del Mundo”. Por eso, cuando ella les dijo que dejaba todo por la religión, la familia Tomasto-Hurtado no lo podía creer. Les dijo que era el “llamado de Dios”. Trataron de persuadirla, le dieron argumentos, hablaron de proyectos que podría realizar y de trabajos que podía hacer para ayudar a la gente. Pero no. Katia Tomasto agarró un maletín, metió sus cosas, ropa, utensilios, y llegó a la capital. Decidió ingresar al Convento Beata Imelda de Chosica, para cumplir un sueño, una promesa, una obsesión… Su familia no terminó de entenderla.
CASO TOMASTO: ¿CÓMO SUCEDIERON LOS HECHOS EN CHOSICA?
Según información recogida por El Comercio entre las testigos, ese lunes 26 de enero de 1998, a las siete de la mañana, todas las novicias estaban desayunando en el comedor del Colegio Convento. Junto a Katia estaba su mejor amiga, Vilma Pauro Deza. Y, un poco más lejos, sobresalía la figura de Hilda Condori Huiza, la compañera que por más de dos años se tornaría en la principal sospechosa de la muerte de Katia.
La víctima no se llevaba bien con Condori, ni esta con ella, dijeron algunas testigos. Quizás por ello, cuando la familia Tomasto-Hurtado recibió la terrible noticia, lo primero que pensó no fue en un accidente sino en una venganza, en un homicidio. Y por eso, el padre de Katia, Percy Tomasto, apuntó hacia esa compañera. Él sabía, por propia confesión de su hija, que Hilda Condori la fastidiaba y envidiaba las sobresalientes notas que la chica de Abancay sacaba en los estudios que llevaban dentro del convento.
Tras ese desayuno, el último de Katia Tomasto, todas las hermanas se dedicaron a limpiar el comedor y las instalaciones del Colegio Convento: usaron baldes de agua, trapeadores y escobas. El comedor y todas las áreas quedaron relucientes. Cerca de las 10 de la mañana, la hermana Katia estaba muy agotada por el esfuerzo de la limpieza; incluso acalorada, según los testigos; por eso, decidió entrar a la cocina para abrir la refrigeradora.
Katia halló dentro de esta una jarra de metal con jugo de papaya. Jugo helado de papaya. No quedó muy claro si ella misma se sirvió o si le invitaron un vaso de ese jugo helado (por un tiempo se dijo en los medios que Hilda Condori le había invitado, algo que luego se descartó). Lo cierto fue que la joven novicia se bebió ese vaso de jugo helado de golpe, sin parar, hasta la última gota.
De inmediato, Katia Tomasto lo sintió desagradable. Le dijo incluso a su amiga: “Vilma, creo que esto está fermentado”. Vilma Pauro probó también, pero apenas, el jugo y lo rechazó en el acto. Según ella, “lo sintió bajo de azúcar y fermentado”. Algo no andaba bien con ese jugo. Katia empezó a sentirse mal. Cada segundo, peor. No pudo mantenerse en pie. Se sentó en una silla, y sintió un fuerte dolor abdominal. Allí, nerviosa, frotándose la cara con las palmas de la mano, llegó a decir a Vilma: “¡Me muero!”. De pronto, la ex estudiante de Biología se desmayó.
Con el apoyo de un médico, Juan Ponce de León Carpio (un padre de familia que fue esa mañana a matricular a sus hijas), la Priora del Convento, la madre Teresa, le dio los primeros auxilios. Pero Ponce de León la vio en mal estado, y recomendó ir rápidamente a un nosocomio. Se fueron en el auto del doctor al Hospital de Chosica. En el camino, Katia Tomasto falleció. Eran las 10 y 30 de la mañana.
En tanto, Vilma Pauro, se había quedado en el convento. Fue allí que se enteró de la muerte de su amiga Katia, diría Luis Roy Freyre, abogado del Beata Imelda. Según este, recién al mediodía Pauro fue trasladada al hospital para ser atendida por precaución (ella había probado ese sospechoso juego helado).
CASO TOMASTO: ¿POR QUÉ MURIÓ LA JOVEN NOVICIA?
Para los médicos y el personal del Hospital de Chosica, a simple vista, parecía que Katia Tomasto había ingerido alguna sustancia tóxica. El envenenamiento era un tema que no debía descartarse. Ese era el comentario general, sin embargo, no estaba en ningún reporte médico formal.
Vilma Pauro fue atendida, ya que había tomado el mismo jugo helado. A ella le hicieron un lavado gástrico y le inyectaron varias ampollas de atropina, debido a la “sospecha de envenenamiento”. Sin embargo, desde la misma morgue llegaron las pruebas que rechazaban cualquier posibilidad de intoxicación.
Los investigadores policiales tomaron muestras del jugo, y hasta requisaron las que había recogido una doctora del Instituto Peruano de Seguridad Social (IPSS) de Chosica, para llevarlas a Criminalística. Los especialistas hallaron “sustancias tóxicas” en el jugo, pero no se especificó la cantidad exacta.
La necropsia de ley dejó un diagnóstico: “Edema encefálico y pulmonar por congestión multivisceral”. En el convento simplificaron un poco las cosas y dijeron que su muerte se había debido a que el jugo estaba helado y ella lo ingirió con el “cuerpo agitado”. Entonces el caso pasó al Juzgado Penal del Cono Este. Allí se debían aclarar los hechos, porque los padres de la víctima no cejaron en denunciar un delito: el homicidio.
Bastó unos exámenes aparentemente contradictorios entre la Dirección de Criminalística de la PNP y el Instituto Médico Legal: la primero dijo que la causa de la muerte había sido “intoxicación por sustancia química órgano fosforado”; en tanto que el segundo, tras realizar un análisis químico al cuerpo de la fallecida, señaló que “las muestras remitidas arrojaron negativo para insecticidas órgano fosforados y carbámicos”; solo eso bastó para que un sector de la prensa peruana no tardara en hacer eco a la presunción de un asesinato por envenenamiento.
Para esos medios, la ex novicia Hilda Condori (tuvo que abandonar el noviciado del Beata Imelda apenas estalló el caso) había sido la asesina de su ex compañera Katia Tomasto. Pues, dijeron, ella fue la que le sirvió el jugo helado de papaya (un hecho descartado por la Policía). Para ese sector de la prensa, ya había una culpable.
CASO TOMASTO: ¿QUÉ DIJO LA INVESTIGACIÓN JUDICIAL?
Luego de un largo proceso judicial, debido a la insistencia de los abogados de la familia Tomasto-Hurtado, los cuales mantenían y defendían la hipótesis del envenenamiento por parte de la principal “sospechosa”, la hermana Hilda Condori, la fiscalía llegó a una verdad concluyente. El 29 de junio del 2000, El Comerció publicó una nota breve, con la que aparentemente se cerraba el círculo.
En la sección Nacional y con el titular de “Fiscal considera que no hubo homicidio”, se informó que la Primera Fiscalía Provincial de Chosica, presidida por el fiscal Augusto Berrocal, había exculpado a la ex novicia del Convento Beata Imelda, Hilda Condori Huiza, por la muerte de su compañera Katia Tomasto Hurtado, ocurrido en enero de 1998.
A pesar de la presión mediática, y tras las pesquisas policiales, interrogatorios y acumulación de pruebas toxicológicas, la autoridad judicial consideró que “no hay mérito para acusar a Hilda Condori”. Asimismo, las pericias forenses determinaron que Katia Tomasto había fallecido de un edema pulmonar y cerebral; y no como señalaban los abogados de la familia de un envenenamiento, como al principio se pensó. Hilda Condori era inocente. Pero seguirían las dudas.
La causa se explicó en el expediente 570-99, dictamen 347-2000 de la Fiscalía Provincial de Chosica; en ella se indicaba esto: “En autos se ha acreditado de manera fehaciente que la agraviada ingirió una sustancia tóxica compuesta por órganos fosforados, según el diagnóstico del médico del Hospital de Apoyo-Chosica obrante a fs. 184, el mismo que corrobora con el resultado toxicológico practicado al jugo que se encontró en la cocina del colegio Beata Imelda”. (EC, 20/07/2000)
Es decir, al parecer, sí hubo un elemento extraño en el contenido de esa jara metálica, pero la acusación directa e individual a una persona, en este caso, a Hilda Condori, fue descartada (no hubo “acto doloso” de su parte). La propia Vilma Pauro, amiga de Katia Tomasto, precisó luego que las desavenencias entre Katia e Hilda fueron circunstanciales, y que ella tenía una “relación normal con la inculpada”.
La sustancia sospechosa apuntaba a un tipo de “insecticida”, que presumiblemente estaba impregnado en el recipiente que contenía el jugo, es decir, en la jarra de metal. Para el fiscal, la cuestión pasaba más por una negligencia en el uso de esos utensilios por parte de la institución religiosa, más que debido a una acción individual dolosa. En esa misma lógica definió el tema el juez del Cono Este-Chosica que vio el caso.
La muerte de Katia Tomasto Hurtado ni tuvo culpables directos. Al menos, nadie purgó cárcel por ello. Y fue considerada un accidente. Nada más.
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