Sobre la “guerra futura”: lo que dijo (y predijo) César Vallejo acerca de los conflictos con una asombrosa clarividencia
El 15 de setiembre de 1929, El Comercio publicó una de las colaboraciones más interesantes que el poeta peruano César Vallejo envió al diario desde Europa. Con una increíble lucidez, el autor de ‘Trilce’ (1922) vislumbró en un desfile militar aéreo en Francia lo que sobrevendría diez años después, con el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
“Cómo será la guerra futura”, era el título de la crónica que César Vallejo escribió para el diario decano desde París, Francia. Allí, en esas líneas, publicadas en la edición del domingo 15 de setiembre de 1929, el poeta peruano y universal parecía poseer el don de la clarividencia. Su exacta y dramática descripción de un desfile militar aéreo -aparentemente pacifista- se convirtió en una especie de adelanto de lo que veríamos años después en la Segunda Guerra Mundial, y en otros terribles momentos bélicos de los siglos XX y XXI en todo el mundo, incluso un adelanto de lo que hoy vemos en el triste cielo de Ucrania.
Vallejo sería testigo de una exhibición aérea de corte militar en el ‘Bosque de Vincennes’ en París. El evento, en ese setiembre de 1929, sería de gran dimensión, pues no solo estarían presentes las “fuerzas y recursos aviónicos de Francia, sino también varios números de aviación extranjera y otros tantos de maniobras guerreras de tal arma”, indicaba el cronista.
El poeta abordaba una situación concreta: el desfile de aviones y maniobras bélicas, pero no podía quedarse solo en una nota de registro de hechos (informativa). Su estilo interpretativo le permitió ir más allá de los hechos notariales para ingresar a evaluar ese suceso, el cual la prensa oficial francesa trataba de bañar con términos como “fiesta”, “espectáculo” o expresiones como que aquello era “una demostración del progreso industrial francés”. Para Vallejo eso era pura propaganda del gobierno francés.
Vallejo y su visión de la guerra
La crónica comenzaba con un buen recurso narrativo: presentar al lector un cúmulo de testimonios de época, tanto de militares como de políticos franceses, alemanes e ingleses, en torno a la idea tanática de cómo sería una “guerra futura”. Es decir, ¿cómo uno imaginaba las guerras de las próximas décadas?
El lector peruano, a través del diario decano, pudo saber ese fin de semana cómo pensaba parte del establishment europeo de esos tiempos. En una versión apocalíptica y de denuncia a la vez, el socialista francés Raymond Lefebvre habría dicho que “en la próxima guerra habrá cruces de guerra hasta para las cunas”; mientras, el cruel diputado francés Renaudel diría: “No se puede ni se debe humanizar la guerra. Cuando más horrible y cruel sea la guerra, mejores serán los resultados”.
El coronel alemán Endres, con la claridad de un genocida, remarcaría sobre la “guerra futura”: “La masacre en masa de las poblaciones civiles, es decir, la matanza del mayor número de personajes, no ya solamente militares sino civiles de ambos sexos y sin distinción de edad ni condición, decidirá la victoria. No será quien triunfe, el país que venza en el campo de batalla sino aquél que mate más gente en las ciudades (…)”.
Vallejo tenía de dónde escoger para abarcar ese imaginario belicista. Frases y expresiones y hasta explicaciones en detalle de cómo se sufrirían en esas masacres y aniquilaciones, con apoyo aéreo, por supuesto (el mayor daño vendría del aire), cubrían su crónica de una incertidumbre angustiante.
La visión vallejiana del tema bélico era muy oscura, tan oscura como las imágenes que ya podía vislumbrar y asociar en medio del caos y la violencia contenida que se vivía en la Europa ardiente de setiembre de 1929. Con esa perspectiva, el autor de ‘Los heraldos negros’ (1919) no podía permanecer insensible a tal demostración de triunfalismo material y bélico.
Para Vallejo, como para buena parte de la prensa antifascista y revolucionaria, lo que verían los parisinos en el ‘Bosque de Vincennes’ no sería sino una “parada guerrera”, una “especie de ‘avant-gout’ de cómo serían las batallas del porvenir”.
Conocido como el “Día de Vincennes”, el evento era promocionado, increíblemente, como “una fiesta de paz y concordia internacionales”, y era visto así porque estarían representadas las fuerzas aéreas de países como Checoslovaquia, España, Suiza, Bélgica, entre otros.
Vallejo y la prensa nacionalista francesa
Monsieur León Bailby (1867-1954), director del diario La Presse, representante de la prensa nacionalista, expresó algunos detalles de lo que sería esa “fiesta militarista”. Vallejo dice en su crónica de El Comercio, que la propia nota en La Presse revelaba, sin querer, el carácter real del acontecimiento armamentístico que sobrevendría luego y que motivó al poeta y cronista peruano a reflexionar sobre el valor de la vida humana.
Se trataba de una puesta en escena, es cierto, pero de mucho simbolismo: ese día en París hubo emboscadas aéreas y ataques balísticos (“balas incendiarias”), y La Presse señalaría: “El campo queda libre… Libre para los aviones de bombardeo que llegan entonces en densa tropa, lanzando bombas, hasta el fin, hasta que en la ciudad incendiada salta y explosiona la fábrica de municiones, como un volcán en llamas”.
Ante ello, Vallejo ironizó con toda la intención del mundo, y dijo: “Las maniobras de aviación de Vincennes van a ser, pues, muy bellas, como promete el programa del gobierno”. Pero de inmediato precisó: “… Pero de una belleza infernal, como puede constatar toda gente sensata y realmente pacífica”.
El escritor de ‘Paco Yunque’ (cuento escrito en 1931) no creía en la propaganda del gobierno galo. Para el peruano aquello no era algo “pacifista” e “industrial”. La fiesta de Vincennes era una “verdadera maniobra guerrera”. Tenía ese fondo belicista, más allá de los sentidos o explicaciones políticas o empresariales-industriales del momento. Lo mismo había sucedido, como nos informaba Vallejo, en Londres y Zúrich. Y es que Vallejo miraba más allá de la coyuntura, más allá de la “fiesta” con la que se quería encubrir ese desfile, aparentemente patriótico.
Concluía su nota el gran poeta y escritor peruano con información adicional para el lector: en el ‘Bosque de Vincennes’ habría 300 aviones militares y once regimientos de aviación volando en el cielo parisino. Para Vallejo, todo aquello era un mal augurio.
León Bailby, como todo nacionalista, siempre era capaz de superarse a sí mismo. Vallejo lo sabía bien, pero tuvo la delicadeza de no acusarlo ni denigrarlo como seguramente merecía este personaje; solo le bastó con citarlo: “Después de todo, mientras existan otros pueblos armados, necesitamos, nosotros, a nuestro turno, tomar algunas precauciones”. Los mismos argumentos de los señores de la guerra. Y Vallejo, como sea que lo hizo, lo intuía íntima y humanamente.
Desde ese año de 1929, César Vallejo no solo afianzó sus conocimientos de marxismo sino que también, ese mismo mes de setiembre, viajó por segunda vez a Rusia, a donde llegó como un “escritor independiente” para conocer las ciudades de Leningrado y Moscú. Luego, siempre al lado de su compañera Georgette Philippart, realizaría una travesía por gran parte de Europa, conociendo importantes urbes como Varsovia, Praga, Colonia, Berlín, Trieste, Viena, Roma, Pisa, Florencia, Niza y de nuevo París.
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