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Chosica, la ciudad que se convirtió en el lugar preferido de los limeños en los años 50
En tren, ómnibus o colectivo cientos de familias llegaban a Chosica para disfrutar del aire puro y el sol de la sierra limeña durante los fines de semana.
Durante el invierno, muchas familias salen de Lima en busca de sol. En 1950 Chosica era el lugar favorito para pasar el fin de semana, feriados y fechas importantes como el Día de la Madre. Así lo demuestra una crónica publicada en setiembre de aquel año en el diario decano.
Según el cronista de la época: “Todos los días de fiesta la población se vuelca hacia la carretera Central y Chosica se puebla de miles de turistas que llegan buscando sol. Desde tempranas horas se observaban personas haciendo largas colas en espera del ómnibus, colectivo o tren que los llevará a un viaje de una hora hasta la zona donde se disipan la niebla y asoma la sonrisa del sol que dora los cerros y llena de alegría la quebrada del Rímac”.
Cuando no había carretera ir a Chosica significaba emprender un viaje más o menos largo. No era tan corto como el de Chorrillos, pero daba la sensación de ser siempre más largo por cuanto se presentía que así era como uno se alejaba rumbo a la sierra, esa sierra plagada de historias de soroche, de nieves y heladas.
Villa del sol, como se conocía a Chosica, era el refugio de quienes ansiaban respirar un aire más puro. Para 1950 ya había perdido esa sensación de distancia gracias a la carretera Central.
Antes de que existieran estaciones de pasajeros, los parques y plazas eran los paraderos de ómnibus donde se formaban largas colas. En aquellos años para viajar a Chosica y Ancón se debía ir al parque Universitario.
Durante el invierno la demanda aumentaba y los colectivos aligeraban la carga. Así se trasladaban miles de personas a Chaclacayo, Los Ángeles, Chosica, Moyopampa e incluso el distrito de Ricardo Palma.
Tren al Centro
A pesar del incremento de colectivos y ómnibus, el ferrocarril Lima – Chosica ostentaba una numerosa clientela que desde muy temprano llenaba sus vagones. Unos 38 kilómetros separaban la estación Desamparados de Chosica. En el trayecto habían pequeñas estaciones donde el tren se detenía por breves minutos.
Tanto la ruta del tren como la de la carretera eran muy pintorescas. Campos de cultivo, huertas, granjas, casas y el río que serpenteaba entre los caminos.
Villa del sol
A la mitad del siglo XX Chosica, en ese entonces capital del distrito de Lurigancho, era una pequeña ciudad que estaba en pleno crecimiento. Cuando su único medio de comunicación era el ferrocarril, la estación y el hotel de turistas se convirtieron en el centro de comercio y esparcimiento con sus canchas de tenis y jardines.
Poco a poco hermosas residencias fueron construidas en sus arboladas calles. El parque de Chosica y el puente colgante que atravesaba el río eran muy concurridos por los vecinos y visitantes. A cada lado del puente habían puestos de frutas: naranjas, limones, granadillas, entre otras.
¿Qué hacían los viajeros en Chosica?
Disfrutar del sol, caminar en el parque y mojarse los pies en el río. Otros veían a las locomotoras antes de su partida a La Oroya.
Además muchas familias ni bien bajaban del tren corrían para encontrar un lugar estratégico donde acampar cerca al río. Y ni qué decir de aquellos que llenaban los hoteles y restaurantes.
Al caer la tarde, la sensación de frío se apoderaba de Chosica. Así con ese aire melancólico los visitantes hacían largas colas para tomar el tren o el ómnibus que los regresaba a la caótica ciudad.
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