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Ciro Alegría: las revelaciones de su regreso al Perú en 1957 tras 23 años de exilio
Ciro Alegría pasó más de dos décadas en un completo ostracismo, viviendo gracias a colaboraciones esporádicas, en medio de la escasez, pero con la ayuda de sus amigos. Sin embargo, su nostalgia por el Perú se transformó en una poderosa literatura, profundamente conectada con los conflictos de un país fragmentado, injusto y feroz.
El 4 de diciembre de 1957, Ciro Alegría regresó al Perú después de 23 años de exilio. Expulsado a Chile en 1934, a los 25 años, entonces no era ni por asomo un escritor de renombre internacional. Sin embargo, volvió como una figura literaria consagrada, con sus principales novelas publicadas y traducidas a varios idiomas. Su exilio fue consecuencia de su vínculo con el Partido Aprista Peruano, ilegal en esa época, y el dolor de estar lejos de su patria se hizo evidente en los primeros momentos de ese reencuentro. ¿Qué declaró el célebre narrador peruano al llegar al antiguo aeropuerto internacional de Limatambo?
Quizás los primeros cuentos o relatos de Ciro Alegría daten de mediados de los años 20, en tiempos del ‘oncenio’ de Augusto B. Leguía, durante su plena adolescencia. Ya como joven, se vinculó con la política, y en ese despertar de su conciencia crítica, el movimiento que representaba la rebeldía era la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada por Víctor Raúl Haya de la Torre.
De esta manera, se unió al Partido Aprista Peruano (PAP), sufriendo persecución, cárcel y torturas en 1931. A los 25 años, en 1934, Alegría fue exiliado a Chile, país al que lo acompañó su primera esposa Rosalía Amézquita. Allí, y aún con algunos problemas de salud, el escritor publicó sus novelas más importantes. “La serpiente de oro”, de 1935, la quefue su primera novela. Al año siguiente, cayó enfermo de tuberculosis. Ya recuperado, emprendió otro proyecto que resultó en “Los perros hambrientos”, de 1939.
La consagración literaria de Ciro Alegría llegó en 1941 con “El mundo es ancho y ajeno”, una de las novelas más significativas de la literatura latinoamericana del siglo XX. Por esta novela, recibió el Premio Latinoamericano de Novela en Nueva York (EE.UU.).
Después de separarse de Rosalía Amézquita, Alegría vivió en los Estados Unidos, donde trabajó como colaborador en la revista Selecciones y como traductor para la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Tras el final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el novelista se trasladó a Puerto Rico como profesor universitario, y en 1948, renunció definitivamente al APRA.
Como escritor reconocido internacionalmente, Ciro Alegría asistió con frecuencia a congresos de escritores, como los organizados en Cuba en los años 50. Antes de regresar al Perú en 1957, se casó con la escritora cubanaDora Varona Gil, con quien tuvo tres hijos (María Cecilia, Gonzalo y Diego). Junto a Dora, enfrentó la emoción del retorno a su tierra natal.
“Soñaba con el momento de retornar a mi patria”, fueron sus primeras palabras a El Comercio, apenas minutos después de bajar del avión que lo había traído desde Cuba, donde había residido durante los últimos años. En la noche del miércoles4 de diciembre de 1957, Ciro Alegría estaba feliz, quizás como no lo había estado hacía mucho tiempo. (EC, 05/12/1957)
De pronto pudo haber regresado al Perú algunos años antes, pero no lo pudo hacer o no lo quiso hacer mientras estuviera en el poder el dictador Manuel A. Odría (1948-1956). La “convivencia” que anunció el nuevo presidente Manuel Prado, y la amnistía a todos los políticos, le dio ánimos para retornar. Era el momento adecuado, pensó.
“Vestía traje marrón y se hallaba visiblemente emocionado”, describía el cronista del diario decano. La espera de los numerosos intelectuales y autoridades del gobierno fue recompensada con un Ciro Alegríaagradecido, sensibilizado por las muestras de cariño de la gente en el viejo aeropuerto de Limatambo. (EC, 05/12/1957)
Eran tiempos en que el público podía recibir a los viajeros al pie del avión, prácticamente. Habían pasado 23 años desde la última vez que un joven Ciro, de 25 años, había visto cómo el Perú se le alejaba de la vista, aunque no (era imposible) de la memoria y la escritura.
En el propio hall de Limatambo, se realizó una conferencia de prensa. Allí anunció que estaba por terminar de escribir un nuevo libro: sería una “novela grande” con una trama que giraría, según el novelista, “en torno al conflicto entre la violencia y la razón”. Un proyecto novelístico que no llegó a concretarse. (EC, 05/12/1957)
Escritor de corte indigenista o de la “novela de la tierra”, como indican algunos críticos literarios, Ciro Alegría era muy consciente de las técnicas narrativas y sabía que la modernización de esas “técnicas” podía rebasarlo como creador de estructuras narrativas.
CIRO ALEGRÍA Y LA VISIÓN DE LA LITERATURA DE SU TIEMPO
Cuando llegó a Lima, ese 4 de diciembre de 1957, el boom de la literatura latinoamericana aun no explotaba con el furor de los años 60, pero ya era notorio que los cambios estaban a dándose a nivel de la escritura literaria, a partir de las influencias de las novelas francesas y norteamericanas, y del propio cine moderno, cuyo lenguaje visual y montajes dejaban varias lecciones aprovechables para la literatura.
En el hall de Limatambo, Ciro Alegría describía a la novela como “una narración imaginaria de cierta extensión”; y creía en una “novelística americana de acentos precisos”. Reconoció que su novela era indigenista, en tanto abordaba el “problema social del indígena”. El autor favorito de Alegría era el alemán Thomas Mann y se ufanaba sinceramente de ser amigo de Ernest Hemingway y Waldo Frank. (EC, 05/12/1957)
Alegría señaló, asimismo, que la novela peruana “ha explorado mayormente el folklore y el paisaje, descuidando el personaje. Lo que más se recuerda de una novela es el personaje”. En ese sentido, “es incipiente en el manejo del personaje”, sostuvo, al tiempo que aseguraba que, pese a la distancia, se mantuvo actualizado “con la expresión de las nuevas generaciones del Perú”. insistió con los jóvenes creadores peruanos: “El grupo de escritores jóvenes de hoy ven el país de una manera directa; ellos lograrán plasmar una literatura que no han logrado plasmar los narradores de mi época”, sentenció. (EC, 05/12/1957)
En torno a su trabajo dramatúrgico, dijo que no escribía nada desde su obra “Selva”, que se había estrenado en Lima en 1953, a cargo del grupo Talía. Y sobre la adaptación al cine de sus novelas era algo que le interesaba, aunque reconoció que hacía unos años se intentó hacer algo con “El mundo es ancho y ajeno”, pero se desistió por los costos de la producción.
Ciro Alegría vivía en Cuba, dedicado al periodismo. A su lado, en ese instante tan emotivo de su vida, contaba con el apoyo emocional de su esposa Dora Varona. El notable narrador de “Los perros hambrientos” llegó invitado al Festival del Libro Peruano, que organizaban los editores Juan Mejía Baca, P. L. Villanueva y Manuel Scorza, y que empezaría el 17 de ese mes (diciembre).
De estos editores admiraba su capacidad para apostar por la literatura y su lectoría masiva. Le pareció muy reconfortante, por ejemplo, comprobar que cuando salió del Perú en 1934, “el libro era un artículo de lujo, pero a mi regreso encuentro ediciones baratas en una escala de decenas de millares”, sentenció. Pero también hubo un motivo personal para ese reencuentro con el país: y esto era volver a ver a sus dos hijos que dejó muy pequeños en 1941: eran los hijos que tuvo con Rosalía Amézquita: Ciro y Alonso. (EC, 05/12/1957)
Su plan en ese retorno al Perú incluía dictar charlas, conferencias en centros culturales y viajar al Cusco. Su idea era estar, por esta vez, solo un mes, esto es, pasar las fiestas de fin de año entre sus compatriotas, y luego volver a Cuba. Sin embargo, luego desistiría de seguir viviendo en la isla caribeña pues se volvió un lugar más que peligro debido a la revolución socialista de Fidel Castro que ese año de 1958 llegaría a su punto más violento.
Apenas en el inicio de la década de 1960, el escritor, su esposa Dora Varona y su pequeña hija María Cecilia, dejaron la isla y regresaron para vivir en elPerú, de forma definitiva. Aquí nacieron sus otros dos hijos (Gonzalo y Diego), y el escritor de “El mundo es ancho y ajeno” colaboró en El Comercio con gran frecuencia. Ciro Alegría dejó de existir en Lima, el 17 de febrero de 1967. Tenía 57 años.
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