Varias pandemias desataron su furia en Lima y otras partes del país a lo largo de su historia. Algunos males como la fiebre amarilla de 1868, dejó más de 5.000 muertos en la capital en el siglo XIX. Otras, como la gripe española y el cólera nos enseñaron que debíamos adoptar hábitos de higiene para evitar su propagación. Pero, ¿cómo fueron las celebraciones limeñas por Fiestas Patrias durante esas épocas?
LA FIEBRE AMARILLA QUE AZOTÓ LIMA EN 1868
A principios de 1868, esta enfermedad desató una ola de contagios y muertes en la Ciudad de los Reyes. Esto hizo que la Beneficencia Pública utilizara fondos del Tesoro Público para abastecer a los hospitales con personal médico y medicinas. También se realizaron campañas médicas a domicilio enfocadas a las personas con síntomas. Estas fueron medidas sanitarias que lograron controlar lentamente la epidemia a inicios de julio de ese año. Es por esto que se permitieron las habituales celebraciones por 28 de julio en la capital.
La fiesta o celebración pública empezó de alguna manera con la llegada de los restos del mariscal Ramón Castilla al puerto del Callao. Su cuerpo fue velado durante tres días por una muchedumbre hasta su entierro en el Cementerio General (hoy conocido como Presbítero Maestro). No obstante, las cifras del feroz paso de la pandemia por la capital limeña eran alarmantes: más de 5.000 personas habían perdido la vida.
El dolor de las miles de pérdidas humanas se reflejó en las celebraciones de Fiestas Patrias (27, 28 y 29 de julio). Así lo informó el cronista de El Comercio: “El 47° aniversario de nuestra independencia ha sido celebrado este año, no con el entusiasmo que en otra ocasión (…) Tal vez las circunstancias excepcionales porque hemos atravesado han concurrido a minorar el entusiasmo que siempre han manifestado los peruanos en la conmemoración del día en que juramos ser libres”.
Aun así, la Plaza de Armas y su pileta fueron iluminadas por un gran número de luces. Muchas banderas peruanas se izaron en diversos edificios públicos y domicilios. Y los castillos de fuegos artificiales inundaron el centro de la ciudad. También se realizó la habitual misa de gracia en la Iglesia Metropolitana, el mensaje presidencial en el Congreso y los teatros ofrecieron funciones interrumpidas todos los días.
Asimismo, hubo jaranas, pleitos y borracheras en medio de la plaza central. Días después, se reportó que el número de muertos por fiebre amarilla bajó a seis por día. Los hospitales tenían 36 personas infectadas, siendo el de mayor número de pacientes el nosocomio de San Bartolomé, en su gran mayoría soldados. Ante ello, El Comercio pidió la rápida desinfección de todos los cuarteles para así aplacar un poco el nivel de enfermos. Más adelante, el número de contagiados bajó a 27 y no hubo fallecidos.
CAOS EN EL SUR POR LA SEGUNDA OLA DE LA GRIPE ESPAÑOLA
La epidemia de la gripe española llegó al Callao en setiembre de 1918. Para evitar su propagación se tomaron medidas como evitar estrecharse las manos, prescindir de aglomeraciones en las iglesias y no asistir a sepelios. Además, la Beneficiencia Pública repartió recetas médicas gratuitas y habilitó nuevos hospitales. Por esos días, hubo publicidad en los diarios sobre el uso habitual del jabón para prevenir enfermedades infecciosas.
Para el 25 de julio de 1919, la segunda ola de la gripe española ya había pasado. Sin embargo, se registraron algunos casos de fiebre amarilla en Piura, al norte del país. Allí hubo 6 personas contagiadas por esta enfermedad. Esto hizo que se implementara una campaña sanitaria rápida y se tomarán diversas medidas de salubridad en el puerto de Paita.
En Lima, las celebraciones por Fiestas Patrias se realizaron con absoluta normalidad. El 27 de julio se llevó a cabo la fiesta de los niños huérfanos organizada por la Beneficencia Pública en el Parque del Zoológico. Allí asistieron más de dos mil niños desamparados que recibieron obsequios. También se realizó la Feria Municipal en la avenida Grau, una maratón en la misma avenida y se iluminó con diversas luces la Plaza de Armas, el Jirón de la Unión, el Paseo Colón y la Plaza Bolognesi.
En los días siguientes (28 y 29 de julio), el entusiasmo de los limeños no cesó. Los jirones centrales estuvieron abarrotados de gente. La Plaza de Armas y la de la Exposición fueron los centros de grandes fuegos artificiales. El discurso patriótico en la habitual misa estuvo a cargo del Obispo de Trujillo, monseñor Carlos García Irigoyen. El desfile militar fue acompañado por miles de personas. En el Callao se inauguró la plaza Santa Rosa y se colocó la primera piedra del monumento a los “chalacos patriotas”. Además, se dio un hecho inusual: un biplano “Farman” conducido por el piloto militar Guillermo Protzel aterrizó en el Hipódromo de Santa Beatriz.
Días después de las celebraciones, El Comercio anunció que desde el 14 de julio, veinte personas habían fallecido al día como consecuencia de la gripe en la provincia de Tarata, en Tacna. Los pobladores pidieron, por medio de estudiantes del lugar residentes en Lima, ayuda sanitaria por falta de personal médico y medicinas para combatir esta enfermedad. Eso mismo sucedió en Moquegua y en el puerto de Ilo. La epidemia amenazaba la zona sur del país.
Por eso, la Dirección de Salubridad Pública designó un médico para cada ciudad como parte de la campaña contra esta enfermedad en el sur peruano. También envió varios enfermeros y medicinas a las zonas afectadas, y comunicó a la estación sanitaria del Callao que debían pedir certificados de salud a sus pasajeros y que sus equipajes y carga debían ser fumigados.
NUEVO BROTE DE LA ENFERMEDAD EN LIMA
Una nueva ola de gripe española se registró en Lima entre marzo y abril de 1920. No obstante, el alcalde de Lima, Pedro Mujica, realizó una admirable gestión sanitaria en la capital. Esto se vio reflejado durante las celebraciones de Fiestas Patrias, ya que las actividades tuvieron una numerosa asistencia de público en las calles y plazas.
En los días centrales, se realizó la misa en la Catedral de Lima, la Parada Militar, los desfiles de carros alegóricos, la Feria Municipal y los infaltables fuegos artificiales. También se “obligó” a los comerciantes y vecinos limeños a izar la bandera nacional en las puertas o fachas de sus domicilios.
“La epidemia de gripe se ha presentado este año como en anteriores, pero su carácter, felizmente, ha sido benigno. Sin embargo, mi inspección dictó oportunamente medidas tendientes a evitar su desarrollo, practicando desinfecciones de colegios, templos, teatros, etc., con lo cual se ha conseguido su atenuación y día a día mejora a este respecto el estado higiénico de la población”, dijo Mujica en una entrevista a El Comercio publicada en Fiestas Patrias.
Otras medidas de salubridad implicaron la inspección de artículos alimenticios y bebidas, certificados de salud para los vendedores y multas para los ambulantes que no cumplan con los protocolos de higiene. Además, se puso a disposición de los vecinos un servicio gratuito médico de urgencia por las noches.
LA EXPLOSIÓN DE LA EPIDEMIA DEL CÓLERA
Esta enfermedad llegó al Perú a fines de enero de 1991. Los primeros casos se registraron en el cuartel Miguel Grau de Piura. Allí más de 70 soldados fueron hospitalizados tras consumir agua potable contaminada con aguas residuales. Días antes de las celebraciones por la independencia del país, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que habían más de 223,564 casos en el Perú. De ellos, 2.163 personas murieron.
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Algunas personas aprovecharon las fiestas para viajar al interior del país. Como todos los años, se realizó el habitual Te Deum en la Catedral de Lima, se dio el mensaje presidencial desde el Congreso y la Parada Militar se realizó en el Campo de Marte. Allí la novedad fue que desfilaron por primera vez los aguerridos “ronderos” junto a sus hondas, picos, palas y machetes como señal de su lucha contra el terrorismo. Asimismo, se empezó a transmitir en radios y canales de TV. el Programa de Educación a Distancia de Emergencia, impartido por el Ministerio de Educación a nivel nacional, debido a la huelga magisterial desatada por esos días.
En cambio, en la “región Chavín”, que abarcaba el departamento de Áncash, se tomaron medidas para evitar la propagación de la enfermedad. Los lineamientos elaborados en conjunto entre la OMS, el Instituto Nacional de Protección del Medio Ambiente para la Salud y el Comité Operativo Nacional para el Área de Saneamiento Básico, recomendaban medidas como tratamiento de desechos, prohibición del consumo de productos hidrobiológicos crudos (especialmente en cebiche) y la pesca en la desembocadura de colectores de aguas negras. También se paralizó la venta ambulatoria de alimentos y vegetales crudos en restaurantes.