Desde que el religioso franciscano de origen guatemalteco Juan Agustín de Abad se refugió para meditar en una cueva del cerro Chalpón, en Lambayeque, allá por 1860, nadie imaginó que la obra que talló con dedicación durante varias semanas en un enorme tronco de guayacán sería arrancada en media hora por un grupo de delincuentes. De aquel robo sacrílego, que enfureció y entristeció a los devotos de la cruz, hoy se cumplen 10 años.
Durante la madrugada del 5 de julio de 2011 delincuentes desmontaron y robaron la famosa Cruz de Motupe, objeto de devoción de miles de fieles que caminaban varios kilómetros para rendirle culto y pedirle favores.
La Cruz de Motupe mide 2,5 metros de largo, pesa unos 80 kilos y hasta ese día tenía adornos hechos en oro y plata dejados por sus fieles. Los cinco candados que resguardaban la cruz no fueron impedimento para que sea levantaba en peso y desapareciera en la penumbra.
Los primeros sospechosos fueron los vigilantes Benicio Díaz Coronel, Julián Purihuamán Ayala y Tomás Ventura Flores. La población de Motupe pedía a gritos que sean ajusticiados en la Plaza de Armas. Por ello fueron trasladados a Chiclayo.
Las voces condenando el robo sacrílego se escucharon desde la Conferencia Episcopal Peruana hasta el último hogar de los devotos en Chiclayo y en otras parte del Perú. Incluso se comenzó a hacer una colecta para pagar una recompensa.
Las autoridades y los pobladores salieron en la búsqueda de la santísima cruz. Siete voluntarios se perdieron en la zona de Jaguey Negro, a espaldas del cerro Chalpón, a cuatro horas de Motupe. Sin embargo, fueron localizados y rescatados. La Policía de Carreteras custodiaba las salidas hacia Cajamarca, Trujillo y Piura.
A las 24 horas del robo, la Cruz de Motupe fue encontrada seccionada en cinco partes a cuatro kilómetros de la gruta del cerro Chalpón. Los delincuentes usaron una sierra eléctrica y trataron de quemarla. Conocida la noticia los pobladores de Motupe llegaron hasta donde estaba la cruz y trataron de tocar los pedazos.
La Santísima Cruz fue llevada en hombros por la policía hasta el templo San Julián de Motupe, donde el párroco Germán Mesta Vera tranquilizó a la población.
Cada persona que se acercaba a la cruz expresaba su devoción con sentidas demostraciones. El padre Mesta denunció ante la policía de Motupe que recibió una llamada en la que exigían S/.50.000 para devolver la cruz intacta.
Agentes encubiertos de la policía de Motupe viajaron a La Libertad para hacer el pago pero fueron descubiertos por los extorsionadores. Hubo un intercambio de balazos que no dejó heridos ni detenidos.
Inmediatamente, la cruz fue sometida a un proceso de restauración, para lo cual convocaron a especialistas. Mientras tanto DVD´s con una selección de reportajes de televisión sobre el drama vivido por los fieles en Motupe eran vendidos cerca al cerro Chalpón por cinco soles.
Luego de días de angustia, se capturó a un vendedor de cuadros religiosos implicado en el robo de la cruz. Óscar Risco Cabrera, de 45 años, fue acusado por los vigilantes de la gruta de ser uno de los ladrones. No obstante el día del hallazgo a Risco se lo vio llorando.
A casi un año del robo, el principal sospechoso Óscar Risco Cabrera fue condenado a siete años de prisión. Sus cómplices, los vigilantes Félix Purihuamán y Benito Díaz, recibieron cinco años.
El testimonio del vigilante Félix Purihuamán, que reconoció haber planeado el robo con Óscar Risco la primera quincena de junio del 2011, fue decisivo para sentenciarlos.
El otro implicado, Benicio Díaz Coronel, también reconoció que había recibido dinero por facilitar a Óscar Risco el acceso a la gruta del cerro Chalpón. Risco llegó acompañado por dos sujetos que no han sido identificados durante las investigaciones. Además se estableció que los tres sentenciados paguen una reparación civil solidaria de S/. 60.000 y la devolución de S/. 185.632, que es el monto del valor de las joyas de la Cruz de Motupe.
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Los sentenciados fueron internados en el penal de Picsi, en Chiclayo. Las joyas robadas no fueron encontradas. Mientras tanto el pueblo católico de Motupe exigía penas más severas. El párroco de la localidad tuvo que calmar los ánimos.
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