Cuando Lima inauguró su primer by-pass polémico entre Javier Prado y Arequipa
El jueves 21 de julio de 1955 fue una jornada maratónica. Ese día se inauguró también la prolongación de la avenida Benavides en Miraflores, pero San Isidro se llevó toda la atención por la innovación de su obra vial.
El 21 de julio de 1955 fue un día de aperturas viales en la capital limeña. El presidente de las construcciones, el general Manuel A. Odría tuvo dos actividades: la primera fue la inauguración de la prolongación de la avenida Benavides, que llegó de la Panamericana a la pista a Atocongo; y la segunda, y más importante, la apertura del by-pass en el cruce de la avenidas Javier Prado Oeste y Arequipa, en San Isidro. Fue una mañana que ningún limeño pudo olvidar.
BENAVIDES AVANZABA DESDE LA PANAMERICANA
A eso de las 10 y 20 de la mañana, las autoridades ediles y del Gobierno central estaban en la avenida Benavides, en Miraflores, pues se inauguraba al tránsito vehicular la prolongación de ese arteria central de la ciudad. Ese 21 de julio de 1955 se agregó mil 900 metros de pista desde la Panamericana hasta la pista a Atocongo con dos vías paralelas de 7.50 metros de ancho cada una, y “con una faja de jardín central de 5 metros de ancho”, informaba El Comercio en la portada de ese día.
Para el general Odría, que estaba en una carrera de construcción a todo nivel, esta vía era importante por su conexión con distintos y distantes puntos de la ciudad. El R.P. Nevin W. Hayes, párroco de San Antonio, bendijo la obra, y luego del canto del Himno Nacional y los discursos de rigor como el del alcalde de Miraflores, ingeniero Iván H. Blume, el recorrido en auto del presidente Odría por la “moderna autopista” cerró la ceremonia.
Toda la numerosa comitiva de políticos y autoridades civiles y militares, entre ellos el oscuro y taciturno Director General de Gobierno y Municipalidades, señor Alejandro Esparza Zañartu, a quien Mario Vargas Llosa haría inmortal en su novela “Conversación en La Catedral” (1969), se trasladó en bloque al cruce de Arequipa con Javier Prado.
EL BY-PASS DE JAVIER PRADO CON AREQUIPA
Mientras se abría la prolongación de la avenida Benavides en Miraflores, y los miembros de los institutos armados ensayaban su paso marcial en las inmediaciones del Campo de Marte, en Jesús María, en preparación para la Parada Militar que se avecinaba, otro acontecimiento clave en la conexión vial de Lima se realizaba no lejos de esos dos puntos de la capital.
En San Isidro, muy cerca de Lince, más específicamente en el cruce de las avenidas Javier Prado Oeste y Arequipa, se venía construyendo desde hacía unos meses una obra moderna de infraestructura vial: el primer by-pass a dos vías de Lima. Hay que entender esos tiempos en Lima, en donde se vivía una especie de ansiedad por construir y modernizar a como diera lugar.
En esos años había, pues, un ambiente de innovación urbanística, donde incluso se hablaba de la construcción de un “subterráneo” moderno para Lima, con autobuses de tracción eléctrica. Esto no era un cuento: dos días antes de la apertura del by-pass de la avenida Arequipa, el 19 de julio de 1955, había llegado a Lima una “comisión de industriales, financistas y técnicos franceses”, indicaba El Comercio, los que prometían, de aprobarse en el Congreso de la República, un proyecto de transporte tan moderno como el que tenía París en ese momento.
En medio de ese afán constructor, ese jueves 21 de julio, el presidente Odría y su comitiva, luego de recorrer la nueva avenida Benavides, enrumbó por Larco a la avenida Arequipa y de allí subió hacia el centro de la ciudad, al punto central del día que era enfrente del tradicional cine Orrantia.
Bajo la antigua marquesina del llamado entonces “Teatro Orrantia”, justo en la misma esquina con Javier Prado, se improvisó un “Estrado de Honor” desde donde el alcalde de San Isidro, el ingeniero Eduardo Villarán Freyre, y el presidente de la República dieron apertura al “paso a dos niveles”, que construyó precisamente el municipio de San Isidro en solo cuatro meses y medio.
Las obras empezaron en la noche del 31 de marzo de ese año (1955) y concluyeron oficialmente el 15 de julio, casi una semana antes de su inauguración, corto periodo en que se terminaron de pintar las señales de tránsito y otros detalles de la vida. Según el municipio sanisidrino, se estimó un costo total de un millón 680 mil soles, pero finalmente se invirtió solo un millón 600 mil soles (ahorraron, según ellos, 80 mil soles).
Fue un trabajo arduo, sin detenerse, con un grupo de obreros comprometidos con su meta de entregar la obra antes de las Fiestas Patrias de ese año, y bien dirigidos por los arquitectos Humberto Roncagliolo, Federico Gautier y Ernesto Gastelumendi, en coordinación con el ingeniero de la Municipalidad de San Isidro, Felipe Derteano.
EL DISCURSO POLÉMICO DE UN ALCALDE MODERNIZADOR
Pero esa mañana, el general Odría no estaba solo. Lo seguía su comité de ministros inseparables, y un grupo de congresistas, diplomáticos y alcaldes invitados de otros distritos. El público limeño no fue ajeno al evento, todo lo contrario, abarrotó los alrededores, las bocacalles y las esquinas próximas al nuevo by-pass.
A eso de las 11 de la mañana, con un vientecito frío y un cielo encapotado, el R.P. Constancio Bollar, párroco de la Basílica Menor de la Virgen del Pilar, bendijo la obra vial y el alcalde Villarán entregó la obra a la comunidad de San Isidro y de todos los distritos porque era un trabajo de repercusiones metropolitanas. El alcalde remarcó en su discurso que esta obra pública contaba con el apoyo del Gobierno central y que iba a ser un “primer jalón de un irremplazable sistema vehicular para la ciudad de Lima y sus distritos”.
Villarán indicó explícitamente en su intervención que el by-pass tuvo serios detractores, quienes habían presentado, según él, “bizantinas reflexiones e indocumentados argumentos para impedir su ejecución”. Y recordó a los presentes que esa misma actitud se puso de manifiesto cuando se abrieron al tránsito “las avenidas Tacna y Abancay en Lima y las avenidas Larco y Diagonal en Miraflores”. Y la misma avenida Arequipa, recordó el alcalde de San Isidro, cuando se la planeó a comienzos de los años 20 (gobierno de Leguía) también sufrió el ataque y la crítica de “tenaces opositores para realizarla”.
Los acusaba de tener “actitudes conservadoras” contra el nuevo urbanismo limeño. En una curiosa defensa, que mucho se parece a alguna de estos tiempos, Villarán señaló en su enérgica alocución que no era “enemigo de los árboles, de la naturaleza y de la tradición”, sino de la falta de civilización, porque es en ella que el hombre está obligado a “buscar medios más cómodos y humanos de vida y bienestar”.
“Los árboles tienen su sitio y su función. En los parques y otros lugares adecuados de este distrito, se han plantado durante mi gestión municipal más de 10,000 unidades de diferentes especies, y nadie se atreve a discutir la belleza e importancia de San Isidro, en cuanto se refiere al cuidado de sus árboles, jardines y plantas”, insistió el burgomaestre, olvidándose por algunos minutos del nuevo paso a dos niveles.
El tema era que, para hacer ese by-pass tan promocionado entonces, efectivamente, el concejo distrital de San Isidro tuvo que derribar literalmente una buena cantidad de árboles. Villarán se creía parte, sin duda, de un “progresismo” y de un “pensamiento moderno de país”, algo que ya estaba en plena madurez en aquellos años 50 (provenía desde los tiempos de Leguía) ante una ciudad que empezaba a desbordarse con más de un millón de habitantes.
LA APERTURA DEL COMENTADO BY-PASS
Luego de las polémicas palabras del alcalde Villarán, que incluyeron su pretensión de demoler la huaca piramidal conocida entonces como “Pan de Azúcar” (hoy huaca Huallamarca) para levantar allí un parque, el presidente Odría –hombre de pocas palabras si el tema no era de su incumbencia– hizo de inmediato un recorrido a pie por las instalaciones del “paso a dos niveles”, nombre que usaba la prensa de esos años para describir la obra.
Odría caminó con su comitiva hasta el centro del puente de doble vía de la avenida Javier Prado, y allí cortó la cinta que interceptaba el tránsito para así oficializar su uso público. Después cruzó en automóvil, al lado del alcalde Villarán, por debajo de la avenida Javier Prado, en la avenida Arequipa en una caravana de autos que lo seguía. De esta manera, fue inaugurado el primer paso a nivel que se construyó en el área urbana de Lima.
Terminada la ceremonia pública, Odría y sus acompañantes, así como el alcalde Villarán y su séquito municipal y todos los demás invitados oficiales ingresaron al cine Orrantia, para compartir un cóctel y mutuas alabanzas ante el “avance de la ciudad”. Minutos después, comenzaron a desfilar los primeros vehículos particulares y de servicio público por la rampa nueva y el puente de doble vía del paso a dos niveles. La concurrencia, apostada en los alrededores, avivaba con los brazos en alto a cada auto o bus que recorría por ambas arterias (arriba y abajo), en un juego que duró unos minutos.
“El by-pass de Arequipa”, como fue conocido luego, se hizo “con el fin de facilitar el tránsito de autos evitando congestiones y otros problema similares”. Una realidad que luego se agravó, más bien, en los años 60 y 70. Con el tiempo, el puente o baipás, según por donde se pase, tomaría el nombre del alcalde sanisidrino que lo inauguró, Eduardo Villarán Freyre.