Daniel Carpio: entrevista con el nadador peruano tras cruzar el Estrecho de Gibraltar en 1948
Horas después de la conversación, ‘Carpayo’ visitó la redacción de El Comercio. Al día siguiente, el bañista fue ovacionado durante un partido entre Atlético Chalaco y Sucre F.B.C en el Estadio Nacional.
El mismo día que la reconocida actriz norteamericana Rita Hayworth llegaba a España para visitar a su familia, un destacado deportista desató una locura entre los limeños. La madrugada del 21 de agosto de 1948, Daniel Carpio llegó al Perú tras lograr la hazaña de cruzar el Estrecho de Gibraltar. Su arribo se dio junto a la delegación peruana que había participado en los Juegos Olímpicos de Londres. Horas después, el bañista nacional dio una entrevista exclusiva para El Comercio. Ahí contó todas las dificultades que tuvo durante su travesía. También mostró emocionado la placa de la Orden del Sol que le había entregado el Gobierno peruano.
Apoteósica recepción
Eran las 3 y 15 de la mañana de ese sábado 21 agosto de 1948, cuando miles de personas abarrotaron las inmediaciones del aeropuerto de Limatambo. Nadie quería perderse la llegada de Daniel Carpio y de la delegación olímpica nacional. La banda de músicos de la Guardia Republicana (GR) amenizaba la espera. Varios minutos después, un gigantesco avión de la compañía Peruvian International Airways (PIA) se detuvo en la pista de aterrizaje. Los héroes peruanos habían llegado.
En ese momento, una multitud invadió el campo de despegue y empezó a vitorear el nombre del nadador. Segundos después, la puerta de la aeronave se abrió y ‘Carpayo’ apareció con una gran sonrisa en la cara. Una estruendosa ovación acompañó su noble gesto. Sin embargo, el nadador no pudo descender ni acercarse a su madre hasta que las autoridades aeroportuarias le abrieron el paso.
Ya en suelo limeño, el deportista pudo abrazar a su esposa y a su hija, quienes habían llegado al país para darle una sorpresa. Instantes después, fue nuevamente rodeado por la multitud. Por eso, la Policía lo escoltó hasta la oficina de la aduana. Allí cumplió con todos los trámites protocolarios. Luego, se dirigió junto a su familia a un departamento en el Hotel Bolívar, en el Centro de Lima.
Entrevista con El Comercio
Horas después, a las 8 y 30 de la mañana, Daniel Carpio recibió a un cronista de este diario en una sala de su departamento del reconocido hotel limeño. Aun en pijama y quemado por el fuertísimo sol africano, el deportista contó los primeros detalles de su travesía por el Estrecho de Gibraltar.
“Pasé en Tarifa veinte días, sometido a una guerra de nervios. Pensamos primero que el raid podía efectuarse el día 28 de julio, día hermoso por ser de fiesta nacional. (…) Sin embargo, tuvimos que cambiar de planes y adelantar la fecha para el 20. Pero, tampoco el día 20 pudimos hacer nada. Soplaba desde comienzo de mes un viento terrible- el Levante-. Este viento viene de África cargado con el calor del Sahara. En tales condiciones, era ciertamente imposible intentar la travesía. Habría sido inhumano y descabellado”, dijo el nadador.
Luego de dos días, Carpio logró salir dadas las favorables condiciones climáticas: “Llegó el 22. Ese día amainó el viento y las condiciones climáticas, en general, se presentaron favorables. Un sol ardiente quemaba. Suave brisa proveniente de la costa marroquí soplaba desde el mar, un viraron agradable que no levantaba olas. Ese día, me puse el pantalón de baño, me embadurnaron con la lanolina y negro como el continente al que iba a nadar, me lancé al agua. Primero, me hice la señal de la cruz… y pensando en la Patria, en los míos, en todos los que me alentaban, me lancé y nadé, nadé fuerte”.
Duros obstáculos que tuvo que superar
Carpio también confesó que tuvo muchas dificultades para completar esta hazaña, ya que entró muy nervioso al agua. Nunca le había pasado esto antes. Sin embargo, explicó que este síntoma se debió a que le avisaron que ese mar estaba lleno de tiburones marrajos: “Los marrajos son unos peces feroces que atacan a cuanto ser viviente encuentran en su camino. Son, quizá, más temibles que los mismos tiburones. Cuentan los pescadores de la región que se han dado casos de marrajos que fieramente han atacado las embarcaciones”.
Además, el deportista manifestó que temió un ataque de estos feroces animales en cualquier momento de la travesía. Luego, agradeció el trabajo de las autoridades españolas, quienes pusieron una embarcación que navegó cincuenta metros delante de él para que le avisará si alguno de estos tiburones salvajes merodeaba la zona: “Varias veces oí descargas de ametralladoras. Después me contaron que en más de una ocasión, veloces tiburones y marrajos, deslizándose siniestramente sobre la superficie del mar, trataron de acercárseme, pero las certeras balas de los fusileros españoles alejaron el peligro. Ahora puede Ud. comprender por qué estaba nervioso antes de lanzarme al agua”, dijo ‘Carpayo’.
Sin embargo, la travesía le tenía una última prueba: los hileros. “Se trata de lo siguiente. Dos grandes corrientes marinas, en dirección contraria, se estrellan justamente en el Estrecho: una viene del Mediterráneo y la otra del Atlántico. Bien, al chocar ambas, se producen unos remolinos que los naturales del lugar denominan con el nombre de “hilero”. A simple vista, a veces no se ven. Otras, se presentan en forma de tremendas marejadas encontradas que chocan bruscamente, levantando altas olas espumosas que atraen y absorben con fuerza incontenible. Los pescadores huyen de estos remolinos, porque pueden hasta hacer naufragar una embarcación sin quilla”, explicó Carpio.
Durante el camino, el nadador se tropezó con cinco hileros: dos frente a la costa española y tres frente a las playas africanas. “Los dos primeros, como estaba fresco, los pasé fácilmente, no sin antes tener que luchar con las olas que me golpeaban la cara y dificultaban el braceo. En cambio, los otros tres “hileros” del lado africano fueron terribles. Uno pretendí burlarlo, saliéndome de la ruta, pero bien pronto me di cuenta que no lograría mi propósito, pues las aguas, con fuerza incontenible, me arrastraron hacia el núcleo del remolino. Allí luché por espacio de varios minutos hasta que logré salir del peligro. Este episodio se repitió dos veces más”, contó el nadador.
Es así como logró cruzar el Estrecho de Gibraltar en 9 horas y 20 minutos. Luego de narrar sonriente su travesía, Daniel Carpio se levantó y trajo su más anhelada distinción: una placa de la Orden del Sol que le dio el Gobierno peruano por considerarlo un “Símbolo del Deporte Nacional”.