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Delincuencia juvenil: el caso del estibador que por hacer una supuesta broma fue asesinado en el Callao en 1965
A veces las historias simples son las más significativas de una época. El homicidio de un humilde estibador en una calle del Callao nos reveló la fragilidad de la vida y la increíble edad en la que los delincuentes empezaban sus fechorías en el Perú de los años 60.
El 22 de abril de 1965, el Callao hervía de delincuentes chaveteros. Ya tenían esa fama desde décadas atrás: asaltaban a sus víctimas y no solo se contentaban con dejarles sin dinero y sin nada de valor sino que también se regodeaban dejándoles en el cuerpo diversos cortes. Pero el estibador Filemón Garrido Jiménez no se las hizo fácil y eso le costó brutalmente la vida.
Fue jueves ese 22 de abril de 1965, y los jueves, al parecer, andar por el Callao, a la noche, era lanzar una moneda al aire por tu vida. Hombres y mujeres de todas las edades eran amedrentados, asaltados y cortados por jóvenes y adolescentes ya avezados en el mundo del hampa. Y lo mismo pasaba en Chorrillos, La Victoria, Surquillo y Breña, lugares que se volvieron “zonas rojas” para la Policía de Investigaciones (PIP).
Pero en el puerto chalaco sucedió un caso que no cuadraba bien con la idea de un asalto más en la ciudad: fue el del empleado portuario -un estibador- Filemón Garrido, quien lo último que vio en vida fue la filosa arma blanca de su homicida.
EL CALLAO ROJO: EL CASO DEL ESTIBADOR FILEMÓN GARRIDO
Todos los testigos dijeron que lo habían matado por hacer una broma. Una concurrida calle del Callao fue el escenario del crimen. Filemón Garrido bebía un poco de vino en la cantina de Eduardo Telting, ubicada en el jirón Vigil 617, junto a un amigo ocasional, cuando se le ocurrió hacer un gesto de burla que lo condenó a muerte. Garrido levantó las dos manos a la altura de la sien, y subió el pulgar de cada mano, haciendo una especie de imagen de chivo o venado a su acompañante.
Al instante, no sucedió nada, dijeron los testigos. Garrido siguió bebiendo licor con el mismo sujeto y otros más que andaban por allí. Hasta que aquel a quien le hizo el gesto burlón, comenzó a discutir con él, y luego se retiró de la cantina. El estibador siguió allí tomando cada vez más. El sujeto que había abandonado la cantina regresó al poco rato, pero ya “armado con una chaveta, con la que infirió un corte a Garrido Jiménez en el cuello”. (EC, 24/04/1965)
Garrido cayó al piso. Estaba gravemente herido, y recibió la ayuda del propio dueño del local, el señor Telting. Se le veía moribundo, trató de pararse, pero se tambaleaba; en eso lo llevaron como pudieron al Hospital Daniel Alcides Carrión del Callao. Lamentablemente, horas después, el empleado portuario murió, sin poder decir el nombre de su victimario (si es que lo sabía).
A los pocos minutos, llegó al lugar el personal de la Segunda Comisaría, que dirigía el Mayor Bernardo Balaguer Morales. Los investigadores interrogaron al dueño de la cantina y con sus datos emprendieron la cacería del asesino. Al parecer, la Policía logró identificarlo y “tendió una cortina para proceder a su captura”. (EC, 24/04/1965)
EL CALLAO SANGRIENTO: LA PRIMERA CAPTURA DE LOS ASESINOS
Los resultados de esa cacería se vieron a los tres días del crimen. El domingo 25 de abril de 1965, por la tarde, los detectives de la Décima Región de Investigaciones del Callao hicieron su trabajo y detuvieron al supuesto asesino de Filemón Garrido. Escondido en la “Pampa de Comas”, Carlos Jiménez Quintana (a) ‘Pelao’ fue atrapado en la casa de un familiar, donde había hallado escondite.
Ante los agentes de la PIP, ‘Pelao’ (Jiménez) indicó que había tenido un cómplice, otro hampón que respondía al apellido de Oré y era conocido en los bajos mundos como ‘Pata Larga’. ‘Pelao’ dio una versión ampliada de lo que habían dicho los testigos. Según él, con la ayuda de ‘Pata Larga’, esperaron a la salida de la cantina del jirón Vigil a la víctima, con el que supuestamente ‘Pelao’ había libado licor.
Cuando lo vieron salir y avanzar por dicha calle lo asaltaron. “Luego de sacarle 200 soles del bolsillo trataron de arrebatarle su reloj”. (EC, 26/04/1965). Entonces llegó el problema para los delincuentes: Garrido se defendió como pudo, y llegó a arañar a ‘Pata Larga’ (Oré). Ante ello, contó ‘Pelao’ (Jiménez), este lo sujetó de los brazos, lo cual fue aprovechado por su compinche para “chavetearlo”. Todo fue muy rápido. La víctima cayó al piso mal herido, y ellos huyeron.
La versión de ‘Pelao’ difería de la de los testigos. Por eso la Policía lo puso en duda, en un primer momento. ‘Pelao’ dijo además a la PIP que, tras repartirse el dinero, ambos delincuentes se separaron. Él se fue a la “Pampa de Comas”, allí vivía un pariente suyo. En ese lugar fue justamente ubicado por el comisario PIP Néstor Zúñiga Taboada, y los detectives Ventura y Ávalos.
“Carlos Jiménez Quintana ‘Pelao’ señaló a ‘Pata Larga’ como un sujeto violento y abusivo”. (EC, 26/04/1965). ‘Pata Larga’, como ‘Pelao’, también tenía antecedentes policiales como “cogotero” y “chavetero”. Era un asaltante a mano armada, pero su captura iba a ser cuestión de horas o días, prometió la Policía. Y lo cumplió.
Horas después, el delincuente ‘Pata Larga’ también fue detenido “en una finca de la avenida Costanera con La Paz, donde convivía con una menor llamada ‘La Coca’”. (EC, 27/04/1965). Al verse rodeado, el sujeto no opuso resistencia. En ese momento, ‘Pata Larga’ ya sabía que ‘Pelao’ estaba detenido por la Policía. Dijo que había pensado entregarse en las siguientes horas.
EL CALLAO VIOLENTO: CÓMO ERAN LOS ASESINOS DEL ESTIBADOR CHALACO
Ya detenidos, al menos por el momento en la Décima Región PIP del Callao, la prensa estaba ansiosa por saber más de estos facinerosos. Y se dieron con la sorpresa de que eran unos menores de edad, de solo 17 años de edad (en ese tiempo la mayoría de edad se obtenía a los 21 años). En verdad, eran unos “mozalbetes”, como decía El Comercio (EC, 27/04/1965)
Curiosamente, ‘Pata Larga’ tenía una carta que pidió a la PIP entregar a su madre. Allí le contaba que sería detenido, pero como era menor pasaría al entonces “Instituto de Menores de Maranga” y que solo esperaba estar “a lo más año y medio”. Además, le pedía que cuidara a su pareja, ‘La Coca’, “pues si no es así” amenazaba con escaparse de Maranga. (EC, 27/04/1965)
El arma homicida no fue una chaveta cualquiera. En una cueva de la “Mar Brava”, los agentes hallaron un cuchillo de cocina, que los detenidos confirmaron que fue una de las armas con la que asesinaron al recio hombre de puerto. En esa guarida de los jóvenes hampones, la PIP descubrió también “dos chavetas atadas a palos de 80 centímetros de largo, dos cuchillos de cocina, un ‘pirulo’ (soga con bolas de plomo) y una cadena de un metro de largo”. (EC, 27/04/1965)
‘Pelao’ (Jiménez) y ‘Pata Larga’ (Oré) confesaron que ese “arsenal” lo tenían como “miembros de la patota del barrio 5″, la cual iba a tener prontamente una pelea con “la patota de la barriada Carrillo Albornoz”. Se trataba de ver “qué pandilla quedaba dueña del sector”. (EC, 27/04/1965)
‘Pata Larga’ y ‘Pelao’ eran aún unos adolescentes, pero su prontuario era extenso, por lo cual la Policía los consideraba muy peligrosos. Ya juntos, la PIP confirmó la escena del asalto y muerte del estibador: tras quitar el dinero a Filemón Garrido, este trató de evitar que le robaran su reloj; entonces se enfrentó a ‘Pelao’ y lo pudo reducir, pero este contó con la ayuda de ‘Pata Larga’ quien le asestó un primer chavetazo. No obstante, ‘Pelao’ lo habría rematado con otros más, debido a la dura resistencia del estibador chalaco. Ellos eran los asesinos, convictos y confesos.
El CALLAO INDESCIFRABLE: LA SEGUNDA CAPTURA DE UNO DE LOS ASESINOS
Pero, por esas cosas del destino, ‘Pelao’ (Jiménez) evadió la detención y salió libre con algunas artimañas judiciales, seguramente; de inmediato desapareció porque sabía que las pruebas lo terminarían incriminando. Literalmente, se hizo humo por unos largos ocho meses.
En diciembre de 1965, la página policial de El Comercio decía casi los mismos titulares que ese abril pasado de la muerte de Filemón Garrido. Abundaban titulares como “Una joven doméstica fue raptada por un chofer y ultrajada en Armendáriz” o “Mujer que mató a su hijo obligó a suspender vista al prorrumpir en llanto”. Historias de muerte, asaltos, violaciones, entre otras cosas similares. El delincuente ‘Pelao’ era parte de ese mundo y allí, en medio de esos avatares, sabía cómo sobrevivir.
Con la experiencia anterior de su captura en tres días solamente, ‘Pelao’ agudizó sus sentidos y sus contactos delincuenciales para escapar con éxito de los agentes de la PIP, que le seguían los pasos. No se sabe bien si la segunda y definitiva captura de ‘Pelao’ fue por un trabajo de seguimiento policial o por pura suerte. Y esto porque aquella segunda vez una unidad de Radio-Patrulla lo detuvo a él y a otro compinche suyo, Alberto Rodríguez Quispe, cuando ambos acababan de asaltar a un individuo en la calle Loreto, en el mismísimo Callao.
“El criminal capturado es Carlos Jiménez Quintana, quien hace ocho meses ultimó a un estibador en el Puerto”, decía El Comercio, del 4 de diciembre de 1965. ‘Pelao’ ingresó a la Segunda Comisaria por haber robado dinero a su última víctima y haberlo golpeado salvajemente. Pero una acusación de homicidio pendía de su joven cabeza.
Fue un caso singular este porque la mayoría de asesinatos en la calle -como hasta hoy en día- quedaba impune. Esa vez, por azar o por la memoria de algún policía, no ocurrió así. Carlos Jiménez Quintana, alias ‘Pelao’ y ‘Patas Largas’ (Oré) pagaron con cárcel sus crímenes… Un tiempo al menos.
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