El 12 de setiembre de 1992, el Perú había celebrado la captura del peor terrorista de su historia: Abimael Guzmán Reynoso, (a) ‘Camarada Gonzalo’, y luego la de sus principales lugartenientes. Los que faltaban aún capturar trataban por todos los medios de mantener en Lima su escalada de terror. Así lo hicieron todo el año 1993, y al final de este planificaron un asalto espectacular a un banco: a la agencia del Banco de la Nación de El Agustino.
Durante la mañana del jueves 16 de diciembre de 1993, la agencia del Banco de la Nación (BN) de El Agustino atendía como de costumbre a sus clientes. Había cobros de pensiones, pagos de impuestos y diversos trámites documentarios. Pero ese ajetreo habitual en la cuadra 1 de la avenida Riva Agüero se acabó abruptamente a las 10 y 10 de la mañana. El motivo: doce terroristas de Sendero Luminoso (SL) irrumpieron en el local bancario con una violencia inusitada.
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Diez hombres y dos mujeres se exhibieron con revólveres y pistolas ametralladoras; se notaba a leguas que estaban dispuestos a todo. Su misión era llevarse todo el dinero del banco y matar a todo aquel que se interpusiera en su camino. Los vigilantes de la agencia reaccionaron, y respondieron a los disparos terroristas. El tiroteo duró 12 minutos. El saldo final fue de una terrorista, tres policías, dos vigilantes, dos clientes y un menor de edad muertos. Nueve, todos baleados. Asimismo, fueron heridas cuatro personas más.
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A pesar de que no pudieron saquear la bóveda del banco, pues esta tenía un dispositivo de seguridad especial, los delincuentes terroristas lograron apoderarse de 58 mil soles, recopilados de las ventanillas de la agencia.
¿CÓMO ENTRARON Y QUÉ HICIERON LOS TERRORISTAS EN LA AGENCIA DEL BN?
“Terroristas dispararon a `quemarropa’ a quienes se cruzaban en su camino”, tituló El Comercio el viernes 17 de diciembre de 1993. En la entrada de la agencia bancaria, los delincuentes encañonaron al agente policial Fortunato Conde Gómez; cuando esto ocurrió, uno de los dos vigilantes que estaba en el interior se percató de la situación. Estaban siendo asaltados.
Los terroristas no tuvieron límites ni piedad. Apenas se dieron cuenta de que los ‘guachimanes’ estaban al tanto del asalto, entraron, y tras repeler sus disparos los balearon prácticamente a quemarropa. Así murieron los vigilantes Roberto Noriega Serna y Marco Cervantes Hernández. Los disparos indiscriminados también se dirigieron contra los siete empleados bancarios de las ventanillas, e incluso contra la docena de clientes que se hallaban en el interior del local bancario.
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En medio del infernal tiroteo dentro del banco, falleció la profesora Mercedes Barlet Palomino, de 50 años. Ella había ido a cobrar su sueldo y gratificación. También murió, debido a los disparos desesperados de los vigilantes, una terrorista que la Policía identificó, en primera instancia, como Teodora Huamaní Ramos.
Los terroristas avanzaron hacia el administrador del banco, Alfredo Romo Angulo. Sabían que era él porque ya lo habían reglado. Lo golpearon en la cabeza, y lo amenazaron de muerte si no abría la bóveda. Romo tuvo que colaborar. Pero la bóveda no se abrió. Los delincuentes se dieron con la sorpresa de que una especie de dispositivo de seguridad incorporado les negaría el acceso a la bóveda. Debieron contentarse con robar unos 58 mil soles de las cajas de ventanilla. Con ese botín en las manos, emprendieron la fuga.
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Cuando los terroristas abandonaron el local baleado y destruido, el personal del banco recién se percató de que un niño estaba mal herido. Era Rony Julio Antaro Benítez, de tan solo 5 años de edad. Asimismo, se vio herido a los clientes Mario Mendoza Huanaco, de 37 años; José Guerra Navarro, Mariela Fernández viuda de Sánchez, de 38 años; y María Hermilia Ochoa de Irizarbe, de 70 años. Todos ellos fueron trasladados al Hospital Dos de Mayo, en el Cercado de Lima.
Lamentablemente, el pequeño Rony Antaro falleció. Su frágil cuerpo no soportó las heridas de bala. Una pena enorme inundó el país. Otro herido, Mario Mendoza, también murió. La muerte fue ganando la batalla a los médicos.
EL APOYO TERRORISTA EN LOS EXTERIORES. LA MUERTE DE DOS POLICÍAS DE CIVIL
Ese “batallón” del terror que ingresó a la agencia del BN de El Agustino, y dio poco margen de acción a los sorprendidos agentes policiales, contaba con un apoyo adicional: dos comandos de terroristas, con seis delincuentes cada uno, estaban en las afueras como ‘grupos de contención’. Estos también estaban fuertemente armados, con armas cortas y largas.
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Los de contención se ubicaron en las intersecciones de la avenida Riva Agüero (a la mitad de la cuadra 1) con la calle Bolognesi, a solo dos cuadras de la estación PNP de El Agustino; y otro se colocó en la esquina de Riva Agüero (cuadra 2) con el jirón El Pino. Desde esos ángulos tenían dominada la situación, y el panorama estaba bajo su control. Nadie se acercaba o alejaba sin que ellos lo supieran.
Por eso, cuando apareció una camioneta de la trigésimo comandancia de la PNP, con dos efectivos a bordo, vestidos de civil, los delincuentes ya estaban listos para atacarlos. Esto sucedió mientras aún continuaba el asalto, aunque sin tiroteos de por medio. Uno de los grupos de contención terrorista ametralló el vehículo policial, creyendo que los efectivos habían acudido en apoyo de los custodios de la agencia. Pero no era así. Los agentes habían ido a comprar verduras, legumbres y pollo para su unidad al mercado “Jorge Chávez” de La Victoria.
A las ráfagas de metralla, se sumó el lanzamiento de una carga explosiva, que dañó seriamente el auto de la PNP. Las consecuencias fueron fatales: murió instantáneamente el Especialista 3a. PNP Iván Legua Huamán, de 30 años. Su compañero, el suboficial de 2da. PNP Jesús Vargas Barboza, de 29 años, quedó gravemente herido. Lo llevaron al Hospital Dos de Mayo, pero en la sala de Emergencia de ese nosocomio murió a los pocos minutos.
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Lo que más llamó la atención de la prensa de entonces fue que, a solo unas cuadras, se ubicaba la estación PNP de El Agustino, exactamente en la cuadra 2 del jirón Bolognesi. Pero, ni la cercanía los llevó a darles una mano de ayuda a sus colegas.
A las 10 y 30 de la mañana todo estaba consumado. Los terroristas fugaron en distintas direcciones; en el camino lanzaron volantes de su agrupación, donde se leía como parte del texto: “Armas para el Partido y dinero para el pueblo”. Y en otros volantes, se daba una supuesta “explicación” de sus acciones. La Policía lo requisó todo para su posterior análisis.
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Los terroristas también soltaron tres artefactos explosivos (dos en la avenida Riva Agüero y uno en el Pasaje Tranquilino Velarde), los que fueron afortunadamente desactivados por la PNP.
EL ASALTO FUE VISTO COMO UN ACTO DESESPERADO DEL TERRORISMO. El DOLOR NACIONAL POR RONY ANTARO
De inmediato, la PNP ejecutó un plan de cerco integral, que incluyó tierra y aire. Varias unidades contrasubversivas se pusieron en acción e hicieron uso de helicópteros para ir demarcando el terreno de la búsqueda de los terroristas.
La hipótesis policial señalaba que los delincuentes habían asaltado la agencia del Banco de la Nación, con el objeto de obtener fondos para el mantenimiento de las pocas “células” que aún se mantenían activas. Investigaciones posteriores indicaron que la sangrienta acción fue ordenada por el llamado “Comité Regional Metropolitano” de SL.
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Según fuentes de inteligencia de esos años, la crisis interna de SL, tras la captura de Abimael Guzmán en setiembre del ‘92, había hecho que los terroristas del Alto Huallaga, que cobraban “cupos” a los narcotraficantes peruanos y colombianos, ya no remitieran dinero a sus “mandos”. Eso dejó a las “células” que aún quedaban en Lima sin fondos.
Pero había otro tema: las historias de las víctimas. Estas eran un duro capítulo que debía afrontarse. Mucho dolor habíamos soportado como país, y este hecho sangriento era como un ramalazo de crueldad, justo antes de las fiestas navideñas. Solo saber que el pequeño Rony Antaro tenía al día siguiente su fiesta de promoción en el colegio, rompía el alma a cualquiera. Él estudiaba “Jardín” en el Colegio 17, Urb. La Corporación, El Agustino.
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Por su familia, que debía enterrarlo, los vecinos de la primera cuadra de la calle Aracelli Catalán, donde vivía, hicieron una colecta. Incluso un canal de televisión donó el pequeño y albo féretro. Los padres de Rony, César Antaro y Rosa María Benítez estaban separados y eran vendedores ambulantes de desayunos en “La Parada”.
Rony Antaro estaba en el banco esa mañana porque acompañaba a su padrino César Calvo, quien había acudido a la agencia para pagar un recibo de Sedapal.
LA ACCIÓN POLICIAL TUVO RESULTADOS. LA CAPTURA DE LOS TERRORISTAS ASESINOS
Ese mismo día, miembros de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (Dincote) detuvieron a numerosos sospechosos y los interrogaron exhaustivamente. Hicieron las distinciones respectivas y llegaron a interrogar a dos presuntos asaltantes del Banco de la Nación.
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Estos eran Jhonny Calderón Solano (25) y Felipe Romero Ramírez (25). Sus propios vecinos los acusaban. Sobre Calderón dijeron que había corrido hacia el AA.HH. “San Pedro”, ubicado en la falda del cerro “El Agustino” (espaldas del banco atacado), y se había escondido en una vivienda. Y lo más grave: los vecinos indicaron que, antes de esconderse, “había arrojado su arma en un basural”. (EC, 18/12/1993)
El Comercio informó que los efectivos de la PNP, que lo venían siguiendo de cerca, habían logrado ubicar a Jhonny Calderón y capturarlo, luego de un breve tiroteo. “En la persecución participó un helicóptero de la PNP, el cual desde el aire dirigía las operaciones de búsqueda”. (EC, 18/12/1993)
La Dincote tenía chequeados a estos sujetos, al parecer porque ya entonces sabía que estos pertenecían al llamado “Comité Zonal Este” de SL. Para los agentes cazadores, los detenidos eran parte del grupo que había asaltado la agencia bancaria de El Agustino.
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Hasta que el 25 de diciembre de 1993, la Dincote anunció a la prensa el desbaratamiento de la célula terrorista que había asaltado el BN. Había sido un grupo que venía operando en los cerros “San Pedro”, “El Agustino” y “Nueve de Octubre”.
Se capturó finalmente a tres militantes de SL, poco después del asalto, entre ellos a una mujer herida de bala. Esa acción terminó por desarticular aquella “célula” terrorista, la cual realizaba atentados y asesinatos selectivos en el distrito popular de El Agustino.
No se dieron los nombres en ese momento, pero sí se informó que esta “célula” subversiva (de las pocos que quedaban en la capital) tenía su centro en el AA.HH. “San Pedro”, en la falda del cerro “El Agustino”, y a espaldas de la acribillada agencia del BN.