El Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el 8 de marzo de cada año, no surgió de jornadas festivas, alegres o celebratorias sino de penosas situaciones. La fecha del “8 de marzo” proviene de una marcha de trabajadoras textiles por las calles de Nueva York, en EE.UU. en 1857, pero además otros hechos más dramáticos son los que nos han quedado en la memoria de todos.
Esa reacción obrera de 1857 fue una de las primeras que surgieron contra las injustas condiciones laborales que soportaban las mujeres trabajadoras de esos años. De esta forma, la fecha se convirtió en la referencia para considerar el día mundial de la mujer.
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A ello se sumaron otros sucesos ya en el siglo XX, como marchas en Europa en 1910 y un pavoroso incendio en la fábrica neoyorquina Triangle Shirtwaist, el 25 de marzo de 1911, donde murieron 146 trabajadoras que fueron encerradas en el local. El 8 de marzo de 1975, la ONU recién decidió institucionalizar ese día, como “Día de la Mujer Trabajadora”, para luego consagrarse como “Día Internacional de la Mujer”.
Esfuerzos personales de mujeres protagonistas en la historia del Perú, tanto en el siglo XIX como en la primera mitad del siglo XX, mostraron la fuerza del género femenino. Sin embargo, un avance concreto en el plano del Estado y la institucionalidad empezó en 1955, cuando el gobierno militar de Manuel A. Odría expidió el decreto que otorgaba el derecho al voto universal a las mujeres peruanas.
Las mujeres de nuestro país votaron por primera vez el 17 de junio de 1956, en las elecciones presidenciales que encumbró en el poder a Manuel Prado Ugarteche. Pero, aun así, hubo algunas restricciones. Por ejemplo: solo podían votar las mujeres alfabetas, mayores de 21 años, y las casadas mayores de 18 años.
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No fue una conquista fácil. El Estado peruano se había negado durante años a aceptar este derecho, al punto de que el Perú fue el penúltimo país en América Latina en otorgar el voto femenino. En esa ocasión, ellas no solo votaron, sino también fueron elegidas: nueve mujeres ingresaron al Congreso de la República (una senadora y ocho diputadas).
En otros ámbitos, como el militar, también se dieron pasos de mayor equidad. Unos años antes, en 1949, durante el mismo gobierno de Manuel A. Odría, se permitió que las mujeres sirvieran a la patria a través del Servicio Militar Obligatorio. En el papel, al menos, tenían el mismo derecho que los hombres a inscribirse para ese servicio.
Las mujeres peruanas han destacado en los más diversos campos del servicio público y privado. Y, asimismo, en las esferas de la investigación y docencia en las ciencias naturales, sociales y humanas; así como en las artes plásticas y literarias. Pero también lo fueron en los sectores específicos dela educación infantil en el Perú.
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En este último ámbito educativo, sobresalió durante los años 50 la educadora Emilia Barcia Boniffatti, inspectora de los jardines de la infancia en nuestro país, quien promovió y dirigió durante muchos años cursos de capacitación a miles de maestras de todas las regiones del Perú.
En los años 60, las peruanas fueron adquiriendo más experiencia profesional y adaptándose a los nuevos hábitos sociales y culturales. Cada vez se veían a más de ellas desempeñando profesiones liberales, que años antes eran exclusivamente masculinas. Uno de estos oficios fue el de bomberas. Para fines de esa década, ya no sorprendía verlas afrontando los más complicados siniestros en las ciudades de todo el territorio nacional.
En la década de 1970, tiempos de dictadura militar en el Perú, el Estado incentivó la participación de la mujer en el Servicio Militar Obligatorio. Uno de estos casos fue el de la primera promoción de paracaidistas del Ejército Peruano (EP), cuya “prueba de fuego” ocurrió un 25 de setiembre de 1975, cuando los limeños pudieron ver cómo 260 nuevas paracaidistas se lanzaban desde aviones búfalo a una altura de 500 metros, en las pampas de Villa El Salvador.
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También se observó a finales de esa década, en enero de 1979, cómo marchaba nuestra primera promoción de la Policía Femenina de la Guardia Civil (GC). Fue un grupo de entusiastas y valerosas mujeres policías de las diversas regiones, que se sumaron a la tradición policial en el campo de la investigación que ya existía entonces en el país. El primer puesto fue ocupado por la brigadier general María Luján Ripoll Ferreyra.
Pero no todas las mujeres peruanas sobresalientes fueron militares o policías en funciones. Destacaron también figuras de la investigación en ciencias sociales, historia, lingüística y en las artes, como la historiadora María Rostworowski, la lingüista Martha Hildebrandt y la compositora y folclorista Victoria Santa Cruz, entre muchas otras personalidades femeninas de la segunda mitad del siglo XX. Ellas representaron los valores de la persistencia, la inteligencia en acción y la ética profesional más allá de las coyunturas políticas que vivieron o tuvieron que sortear.
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Entre estas últimas profesionales, surgió también un caso especial: la de la doctora Licenia Huaraqui, la primera mujer aborigen selvática (tribu Piro) en graduarse de Médico Cirujano en el Perú. El hecho ocurrió exactamente el 5 de octubre de 1981, y ella fue una de los 207 nuevos médicos que se graduaron ese año en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).
Nacida en Requena, Loreto, la doctora Huaraqui recorrió desde niña las comunidades Piro al lado de su madre, una maestra bilingüe pionera en esas zonas. Huaraqui tardó 10 años en graduarse (1971-1981), con mucho esfuerzo y sacrificio, pero lo consiguió.
La última década del siglo XX se inició con mujeres en la tarea de salvavidas. Era el 1 de enero de 1990, cuando la Quincuagésima Segunda Comandancia PG (Cuerpo de Salvataje) se presentó en el litoral limeño con dos nuevos miembros: dos policías, la cabo Leonor Polo Loyola y la policía Ana María Banda de Ríos. Su preparación física y psicológica fue exactamente igual al de sus colegas varones.
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Hoy en día, pese a todas las restricciones y los abusos que deben enfrentar y superar aún, la mujer peruana ha logrado grandes progresos en su empoderamiento social y cultural, siendo más generalizada la conciencia del respeto de sus derechos como personas y ciudadanas libres. Sin embargo, el camino para la total equidad será largo y sacrificado.
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