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El asalto a un camión bancario en la calle Capón que terminó con la captura de una banda liderada por uno de sus trabajadores y un piloto de autos
A inicios de 1970, dos delincuentes fuertemente armados asaltaron un camión del Banco Comercial del Perú y se llevaron más de 6 millones de soles. Días después, se supo que el cabecilla de la banda era el agente de seguridad del vehículo. El hecho fue considerado como el “asalto del siglo”.
Era la mañana del martes 30 de marzo de 1970, cuando tres empleados del Banco Comercial del Perú subieron a un camión de la compañía para recoger el dinero de sus agencias en Lima. Es así como abordaron el vehículo el chofer Juan Morales Villegaray, su ayudante Claudio Shumán Rosas y el agente de seguridad, Daniel Aguayo Garrido.
A las dos y media de la tarde, la camioneta se detuvo en la calle Capón para que el hombre de seguridad bajara a comprar comida. A su retorno, dos sujetos armados hasta los dientes encañonaron a los trabajadores del banco y los maniataron en la parte trasera del vehículo. Uno de los asaltantes se apoderó del timón, mientras que el otro colocaba a sus víctimas capuchas y pintaba las ventanas de color negro.
Tras varias horas de camino, se detuvieron en una zona descampada de Jicamarca, al este de la capital. Allí pasaron los 6 millones 425 mil soles del camión bancario a otro vehículo. En un abrir y cerrar de ojos, los criminales desaparecieron del lugar. Minutos después, en un gesto que sorprendió a los aún atemorizados empleados bancarios, regresaron para limpiar sus huellas dactilares. Luego, amenazaron de muerte nuevamente a las víctimas y salieron volando de la escena.
Al ver que estaban solos, Aguayo agarró un alicate de la caja de herramientas del vehículo y liberó a sus compañeros de trabajo. Después, intentó prender la camioneta, pero los asaltantes se habían llevado las llaves. Segundos más tarde, aun con el miedo en la garganta, observaron cómo un auto pequeño se acercaba a gran velocidad. Temerosos de que fueran los asaltantes que regresaban para “rematarlos”, corrieron hacía los cerros, hasta llegar a las oficinas de la Policía de Investigaciones del Perú (PIP) de Ate Vitarte. Ahí denunciaron el millonario asalto.
La PIP y la Guardia Civil (GC) encontraron el camión asaltado varias horas después. También iniciaron los interrogatorios a los empleados del banco, quienes dijeron que los responsables del robo eran “delincuentes extranjeros”. Los trabajadores reconocieron sus rostros en un grupo de fotografías del archivo de Seguridad del Estado que les fue mostrado por los agentes policiales.
El miércoles 1 de abril de 1970, El Comercio publicó los rostros de los sospechosos en sus páginas interiores. Además, anunció que la policía había capturado a algunos delincuentes conocidos en sus operativos de madrugada. Al día siguiente, Daniel Aguayo señaló a un amigo suyo de nacionalidad española como uno de los responsables del robo. El sujeto fue detenido e interrogado por las autoridades; sin embargo, quedó libre tras comprobarse su coartada.
La mañana del viernes 3 de abril de 1970, Aguayo confesó ser el autor intelectual del atraco. El agente de seguridad del banco indicó que sus cómplices eran sus amigos Luis Zamalloa Sessarego, corredor de autos y Luis León Ballén, jefe de cobranzas de una empresa industrial. Horas después, ambos sujetos fueron detenidos durante un operativo policial. Ya en la comisaria, los detenidos contaron que el dinero robado estaba dentro de un cilindro en la casa de un amigo en común. El cilindro había sido fuertemente soldado en un taller mecánico.
Los asaltantes confesaron que Zamalloa se había pintado el cabello y las cejas para parecer extranjero. También explicaron que León fue el que simuló el ataque contra el agente de seguridad del camión durante el asalto. Horas antes de cometer el robo, fueron en dos autos hasta un descampado en Jicamarca y dejaron uno de los vehículos en el lugar. Además, dijeron que Aguayo era el encargado de hacerles creer al chofer y al ayudante del camión que eran cinco o seis los asaltantes extranjeros.
Horas después del interrogatorio, los agentes policiales lograron recuperar el cilindro soldado. En declaraciones a la prensa, el director de Investigaciones de la PIP, Hércules Marthans, confirmó que Morales Villegaray y Shumán Rosas, empleados del Banco Comercial del Perú, no habían tenido participación en la planificación del atraco. Sin embargo, seguirían siendo interrogados para esclarecer el caso.
Minutos más tarde, los agentes se reunieron con un notario público, representantes del Banco Comercial y de la compañía de seguros, para abrir el cilindro soldado. Tras minutos de tensión y martilleo, encontraron allí seis millones 105 mil soles repartidos en 17 bolsas plásticas de color: 16 con billetes y una con sencillo de 5 y 10 soles. También hallaron ropa de baño, capuchas, una faja de mujer, dos pistolas, dos pares de lentes, cinta adhesiva, plásticos, casacas y un silenciador.
En el momento que sacaban el dinero, Zamalloa expresó con frescura: “Es poca cosa lo que hay ahí. Nosotros pensábamos que la camioneta iba a llevar ese día unos diez millones de soles”. Horas después, la PIP informó que, tiempo atrás, el agente de seguridad había sido separado de su institución por ser considerado “un mal elemento”. También indicó que los tres asaltantes planearon el robo en la factoría de Zamalloa, ubicada en la avenida del Ejército N° 495, en Miraflores. Allí acordaron, primero, dar “el golpe” el lunes 23 de marzo. Por nerviosismo de los delincuentes, postergaron el asalto para el siguiente lunes (30).
Tras el robo, llevaron el botín hasta la factoría. En ese lugar, guardaron parte del dinero en el cilindro y sacaron 300 mil soles para pagar deudas y poner el resto en un banco. El cilindro soldado lo colocaron en un cuarto de ese almacén. El jueves 2 de abril, recién lo llevaron “a la casa de un amigo” en San Antonio. Los investigadores finalizaron la conferencia afirmando que la primera pista del caso se las dio el resultado de una prueba del “detector de mentiras” que usaron con Aguayo Garrido.
Días después, el 6 de abril de 1970, la PIP detuvo a una cuarta persona involucrada en el robo. Su nombre era César Cayo Traverso, un ingeniero agrónomo que trabajaba en el Ministerio de Agricultura. Él fue quien condujo el auto que llevó a Zamalloa y León hasta la calle Capón, en el Centro de Lima. En su casa se halló el cilindro con los más de seis millones de soles.
El martes 7 de abril, los cuatro asaltantes realizaron la reconstrucción del millonario robo junto decenas de policías. Allí revelaron que el auto que usaron para fugar con el dinero no tenía placas. También explicaron que tuvieron suerte para escapar porque cometieron dos infracciones frente a la policía en su camino a Jicamarca. Durante la reconstrucción de los hechos, Cayo Estrada se puso a llorar y se mostró arrepentido de lo sucedido: “Cómo he podido hacer esta barbaridad. Perdóname Dios Santos”.
Esa noche, al ingeniero agrónomo le dio un ataque de nervios tras ser recluido en una celda junto a varios delincuentes investigados por robos menores. Días después, los asaltantes fueron puestos a disposición del Juez Instructor de Turno. De esta manera, se cerró el caso del asalto “más espectacular y de mayor cantidad de dinero” cometido en el Perú hasta ese año, como lo catalogó la prensa nacional. Un hecho del que ya pasaron más de 50 años.
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