Así murió el último condenado a muerte por violación y asesinato en el Perú, durante el gobierno de Juan Velasco Alvarado y la portada del decano de hace 50 años lo anunciaba con claridad: “Cuatro balas en el corazón terminaron con la vida del monstruo Vásquez B.”
El 9 de diciembre de 1966, Vásquez caminaba por unos parajes en Huambos, Chota, cuando fue detenido y acusado de violación y asesinato. Su víctima: la pastorcita Francisca Angélica Chunque Saavedra, una menor de 11 años.
A las 5 de la madrugada del día de su ejecución, el juez Víctor Portilla Alva, su secretario y un pastor adventista entraron a la celda del sentenciado. Tras lavarse las manos y la cara, Vásquez fue tomado de los brazos por dos policías.
Al salir de su celda abrazó al juez y le dijo con voz firme: “Que Dios los bendiga”. El magistrado apenas murmuró: “Udilberto, yo como humano siento mucho esto”.
Era las 05:26 cuando Vásquez abandonó la celda número dos. “A su lado el pastor oraba los salmos. Vestía saco amarillo, pantalón plomo y zapatos negros”, según indica El Comercio.
En el trayecto el reo murmuró: “Voy a morir inocente”. Otros dicen que balbuceó “Dios ya me ha perdonado”. A las 05:27 llegó al lugar del fusilamiento, un viejo canchón donde solía jugar fútbol.
Se le colocó la capucha sobre los ojos vendados y se le ataron las manos y los pies a un madero. Vásquez no pronunció ninguna palabra.
Cuatro efectivos del pelotón permanecieron de pie, mientras otros cuatro se pusieron de rodillas. Tras la orden del alférez los disparos remecieron a los presentes.
El magistrado Portilla –quien sufría de una afección coronaria- se desplomó sobre los brazos de unos policías, víctima de un fuerte shock nervioso. Era las 05:28.
La cabeza del homicida había caído sobre su pecho y un hilillo de sangre corría hacia el suelo. Luego se escuchó el tiro de gracia.
El cadáver fue llevado al Cementerio General de Cajamarca, donde el entierro duró 20 minutos. Los restos de Vásquez Bautista fueron ubicados en el nicho 65, en la quinta fila con la inscripción: “U. V. – 11, 9, 1970”.
La versión del abogado defensor
“No entiendo cómo se ha podido aumentar la pena hasta la muerte”, declaró el abogado Carlos Alarcón.
“Su culpabilidad no ha sido debidamente probada. Vásquez Bautista no ha tenido nunca un defensor. Yo apenas soy un defensor de oficio. He hecho todo lo que estuvo en mis manos”, dijo el doctor Alarcón Gálvez.
La santidad del fusilado
En la actualidad la tumba de Vásquez Bautista es destino para muchos agobiados, urgidos y necesitados. Se ha convertido en una especie de santidad popular. Se le coloca flores y velas, sobre todo el Día de los Muertos.
Otros, sin embargo, no olvidan que pagó con su vida un asesinato y que fue llamado el “Monstruo de los Andes” o el “Monstruo de Cajamarca”.
Se dice que Udilberto se inculpó para salvar a su hermano y que esta acción es la que ha ganado peso con los años, convirtiéndolo en una suerte de mártir.
La justicia dijo su verdad hace 50 años. Lo que hoy se piense sobre Vásquez Bautista pertenece más a la leyenda que a la realidad.