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El Comercio cumple 185 años: la historia del ‘decano de los linotipistas’ que laboraba con notas manuscritas antes de las máquinas de escribir | FOTOS
Juan Campos Mirelli fue uno de los primeros operarios que trabajó con esa nueva tecnología llamada “linotipos”. Lo hizo en los talleres de El Comercio, a comienzos del siglo XX. Entregamos su excepcional testimonio dado en mayo de 1964, cuando tenía 77 años. Este 4 de mayo de 2024, el diario decano celebra 185 años de fecunda vida periodística.
El “decano de los linotipistas”, Juan Campos Mirelli, había nacido en 1887, solo cuatro años después de la Guerra del Pacífico (1879-1883). Fue un vivaz adolescente que experimentó el paso del siglo XIX al siglo XX. Creció viendo a los nuevos automóviles recorrer las primeras avenidas de Lima; viendo caer las murallas que contenían el crecimiento de la capital, y viendo cómo el Perú se recuperaba lenta pero firmemente tras el colapso de la guerra. Curioso por naturaleza, le llamaba la atención el mundo de la prensa, de las imprentas, donde todo terminaba con un periódico en las manos del lector, y él quería participar de ese proceso. Por eso, a su familia no le sorprendió que a los 19 años, en 1906, Juan Manuel ingresara a trabajar en el diario El Comercio de Lima, que este 4 de mayo de 2024 cumple 185 años.
En la reunión que El Comercio organizó en el hall de su local tradicional por sus 125 añosde fundación, el lunes 4 de mayo de 1964, Juan Campos Mirelli destacó como una vieja gloria. Regresaba una vez más a su “imprenta”, esa que dejó en 1920, luego de trabajar ininterrumpidamente durante 14 años, desde 1906.
El viejo linotipista recordó en esa cita de los años 60 que al llegar a la redacción, a los talleres, el director había dejado de ser José Antonio Miró Quesada (1875-1905), a quien él admiraba, y había asumido el mando del barco su joven hijo, Antonio Miró Quesada de la Guerra (1905-1935), quien 29 años después –en 1935– sería asesinado junto a su esposa María Laos Argüelles, cerca del Club Nacional, en la plaza San Martín, en pleno centro de Lima.
Campos había entrado, primero, como “cajista”, pero tardó solo algunos meses para ascender a linotipista. El Comercio había introducido los impresionantes linotipos en el Perú. Los primeros seis aparatos fueron embarcados desde Nueva York (EE.UU.) con destino a Lima, el 30 de julio de 1904.
Instaló los linotiposLuis Lomer Laos, un peruano que trabajaba en el National Paper de Nueva York, y que el 15 de octubre de ese año lo dejó todo listo para que fueran operados por los técnicos del diario decano, uno de ellos fue el hábil y empeñoso Juan Campos Mirelli, quien se convirtió rápidamente en un experto linotipista, diestro en el manejo de ese aparato tipográfico inventado por el suizo-norteamericano Ottmar Mergenthaler.
Los linotipos habían revolucionado la composición tipográfica, y permitido la formación automática de las líneas de tipos (fuentes); es decir, en lugar de trabajar con tipos sueltos, el operario simplemente presionaba un teclado para seleccionar las letras, que caían en su lugar para formar palabras y líneas.
Las letras eran matrices de bronce que se deslizaban desde una altura, y al final se inyectaba metal fundido para solidificar la línea compuesta. Las matrices luego eran recolectadas y almacenadas automáticamente para su reutilización.
JUAN CAMPOS MIRELLI: CÓMO ERA EL TRABAJO DEL LINOTIPISTA DECANO
Desde fines de esa primera década del siglo XX, el joven trabajador Campos destacó como un experto linotipista. Colocadas las linotipias en el patio de la vieja casona (de un solo piso y anterior al gran edificio que hoy se puede apreciar en la esquina de Lampa con Santa Rosa), aquel fue el lugar de trabajo de todos los linotipistas de El Comercio.
Allí, Campos se hizo uno solo con su máquina que componía y daba vida a las páginas del diario. Campos entró al periódico decano cuando este ya era, desde fines del siglo XIX, “un diario orientador de la conciencia nacional”. (EC, 05/05/1939)
Antes de que José Antonio Miró Quesada, el segundo fundador del diario, dejara la dirección en 1904 (lo había asumido en 1875), ya tenía a sus hijos muy interesados en el manejo del negocio. Los Miró Quesada de la Guerra, especialmente Antonio, Miguel, Aurelio, Luis y Óscar (a los que se sumó Josefa, ‘Pepita’), serían vitales en el desarrollo y crecimiento de El Comercio durante buena parte del siglo XX.
Precisamente, el tallerista Campos tuvo como director a Antonio Miró Quesada de la Guerra, de 30 años. El joven linotipista era entonces un muchacho deseoso de acompañar los avances de la técnica tipográfica en el diario decano.
No solo aprendió a manejar y llegar a ser un especialista en los linotipos sino también pudo ver el funcionamiento de la “primera máquina rotativa” del periódico, una prensa Marinoni llegada de París, Francia, al diario de La Rifa en enero de 1902. Era una máquina completamente eléctrica.
Tal rotativa debió llegar unos 10 años antes, pero la grave crisis económica y social que implicó para el Perú el desastre de la Guerra del Pacífico, lo hizo imposible. Aquella rotativa de 1902 más los linotipos de 1904, convirtieron al diario decano en un espacio muy motivador para un jovenzuelo como Juan Campos Mirelli.
Pero el impacto en Campos no acababa con esos avances. Además del “primer taller de estereotipia” creado en 1902, acompañando a la rotativa, fue en octubre de 1904, a la par que los linotipos, que llegó una segunda rotativa, más grande y compleja, para reforzar el empuje de impresión, mejorando enormemente el rendimiento de la imprenta.
Todos estos trámites, gestiones e inversiones por parte de la familia los había liderado Miguel Miró Quesada de la Guerra, quien viajó a Europa y Estados Unidos con ese encargo especial y vital para el desarrollo tecnológico del diario.
Campos había armado páginas de El Comercio con noticias claves en la intensa vida contemporánea que trajeron consigo esas primeras dos décadas del siglo XX en que el joven destacó al pie del linotipo. Las primeras nociones de la teoría de la relatividad de Albert Einstein (1905-1906), el anuncio de Hiram Bingham dando a conocer al mundo la ciudadela de Machu Picchu (1912), todo el proceso de la “Gran Guerra” o “Primera Guerra Mundial” (1914-1918); y además de la revolución bolchevique en Rusia (1917).
El linotipista fue testigo de un último gran avance tecnológico cuando vio el arribo a El Comercio de la nueva rotativa Goss, que se inauguró el 21 de enero de 1917, y con la que se imprimiría ejemplares de 32 páginas y el primer dibujo a color.
Pero también fue testigo directo de un hecho deleznable: vio el feroz ataque al diario decano, ocurrido el 10 de setiembre de 1919. Esa vez, una turba que apoyaba al dictador Augusto B. Leguía asaltó e incendió tanto la casa del director Antonio Miró Quesada, como el mismo local del periódico, donde funcionaba la imprenta, incluidos, por supuesto, los queridos linotipos.
Esa tarde, periodistas, linotipistas, obreros, en general, así como miembros de la familiaMiró Quesada se defendieron a tiros contra quienes también vinieron a punta de disparos y con antorchas encendidas para hacer lo mismo que habían hecho al diario La Prensa, en el jirón De la Unión: incendiarlo. Sin embargo, fueron rechazados, aunque una parte del local fue consumida por las llamas.
Al año siguiente, en 1920, JuanCampos Mirelli se retiró de El Comercio. No llegó a ver desde dentro las primeras obras del nuevo edificio, que se construiría de 1921 a 1924, pero lo visitó varias veces durante esa década y en las siguientes décadas también.
LAS ANÉCDOTAS QUE CAMPOS CONTÓ EN 1964, EN EL 125 ANIVERSARIO DEL DIARIO
Por las palabras del septuagenario Campos Mirelli en 1964, uno podía imaginárselo sentado en el linotipo, tecleando las letras que necesitaban para automáticamente alinearse y formar las galeras con las que, al lado, en una plantilla, el armador pudiera construir las páginas en plomo.
Como había llegado a ser “cajista” durante sus primeros meses de trabajo, Campos sabía que antes de los linotipistas se debían seleccionar de una caja, con una pinza, cada una de las letras para armar cada palabra. Tremenda tarea.
Con esa imagen en la mente, un reportero del diario decano, en plena celebración por los 125 años (1839-1964), se le acercó y siguió preguntándole. Esa tarde, trabajadores y ex trabajadores se habían reunido en el hall del diario y se fundieron en gestos de afecto, estima y camaradería.
El “decano de los linotipistas”, así lo presentaron en la nota publicada el martes 5 de mayo de 1964, contó que en los talleres de El Comercio había pasado los mejores días de su vida profesional. De los 19 años a los 33 años, es decir, de 1906 a 1920, el viejo linotipista había ejercido el oficio con lealtad, pasión y voluntad inquebrantables.
Juan Campos Mirelli recordó, en los minutos finales de la entrevista, una serie de anécdotas, algunas referidas a sus primeros años en el diario, cuando José Antonio Miró Quesada acababa de dejar la dirección, dándosela a su hijo Antonio, pero seguía colaborando en la parte editorial y dando su opinión y apoyo ante cualquier asunto que concerniese al periódico que había dirigido por 30 años.
Campos no pudo dejar de rememorar a José Antonio Miró Quesada, debido a su“gran corazón, su bondad innata, que lo distinguían en todos sus actos”, dijo, algo conmovido. Indicó que “don José Antonio” tenía una seria y sincera preocupación por el bienestar de los trabajadores.
“En una ocasión en que estuve enfermo durante tres meses, se interesó personalmente por mi salud, pagó mi curación en un hospital particular, y cuidó de que se abonara mi haber y se cubriera todos los gastos de mis familiares”. Eran gestos habituales en él, afirmó, y por esa razón “gozaba de toda la simpatía de su personal”, confesó Campos. (EC, 05/05/1964)
Otra historia que narró el veterano linotipista, en aquella inolvidable jornada del 4 mayo de 1964, tenía que ver con la “letra de puño” de los redactores del diario decano. Y es que, durante esos primeros años del siglo XX no había máquinas de escribir para los redactores, y así sería hasta finales de la siguiente década, casi en los albores de las celebraciones por el centenario de nuestra independencia (1821-1921).
Como dijo el historiador Héctor López Martínez, esos primeros años de la década de 1920, “eran días en los que la máquina de escribir era un lujo. Muchos redactaban con plumas mojadas en tinteros y en los talleres los linotipistas armaban las páginas con hileras de letras en plomo fundido como quien hace un complejo rompecabezas”. Esos eran los tiempos que vivió Campos, en los que los redactores escribían sus noticias o informaciones a mano, con lápiz o con pluma, como dijo el doctor López Martínez.
“Era bastante difícil trabajar algunos originales. Recuerdo que el redactor que más dolores de cabeza me daba era el señor Emilio Bobadilla, que escribía con el seudónimo de ‘Fray Candil’”, relató Campos. ‘Fray Candil’ era un conspicuo crítico de arte, pero sus originales tenía que entregarlos con tres días de anticipación “para poder descifrarlos”, sonrió Campos. (EC, 05/05/1964)
Pero había un caso que era todo lo contrario al de ‘Fray Candil’. “Se trataba de don José Antonio”. Sus editoriales los escribía solamente con lápiz, “y eran perfectamente legibles”, contó el viejo linotipista. Campos recordó al final: “Una particularidad de los escritos de don José Antonio era que llegaban al taller sin una sola enmendadura, tal era su claridad y corrección para escribir”. El linotipista decano añadió que los “operarios de hoy tendrían muchas dificultades para trabajar como lo hacíamos en aquella época”. (EC, 05/05/1964)
Ese lunes 4 de mayo de 1964, Juan Campos Mirelli, con el peso de sus 77 años, estaba tan emocionado que solo dijo lo que podía recordar, lo que más le había impresionado de su vida en El Comercio. El resto de los minutos que estuvo en el históricohall, no paró de abrazar, sonreír y conversar con sus ex colegas, porque había que ponerse al día, ¿no, señor Campos?