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El Comercio y su tenaz campaña antiesclavista: cuando “La cabaña del tío Tom” se publicó en folletín hace 170 años
Hoy, 4 de mayo de 2023, El Comercio cumple 184 años de vida institucional, y lo recordamos con un hecho trascendental: la campaña que encabezó a mediados del siglo XIX contra la esclavitud en el Perú. Un fin que apoyó con editoriales, notas y la publicación por entregas, tipo folletín, de la novela “La cabaña del tío Tom”, de la escritora norteamericana Harriet Beecher Stowe.
El diario decano publicó con valentía y firmeza ese alegato contra la esclavitud que era “La cabaña del tío Tom”, la novela de Harriet Beecher Stowe (1811-1986), en un país como el Perú de entonces, repleto aún de defensores de ese sistema cruel de explotación humana. Y es que El Comercio tenía claro desde el inicio de su vida institucional, desde ese histórico 4 de mayo de 1839, que debía apoyar la causa antiesclavista. Y así lo hizo claramente desde 1840 con campañas por la libertad de los esclavos, muchos años antes del famoso decreto libertario que firmó Ramón Castilla en 1854.
La esclavitud para los fundadores del diario decano era una práctica despreciable, injusta y envilecedora. Por ese motivo llevaron adelante una lucha frontal contra ella, especialmente porque eran testigos en el Perú del yugo que venían oprimiendo a la población negra y a los chinos migrantes. El editorial del 30 de julio de 1840 hacía notar que “al proclamarse la independencia (en las naciones de América) se proscribió la esclavitud para lo sucesivo”.
Pero en ese editorial se explicaba también algo muy importante: “En algunos (países) se declararon libres a los esclavos que tomaban las armas, en otros no contentos con esto, para aliviar la generación actual que sufre la servidumbre y borrar la mancha que tanto degrada a la especie humana, se estableció la manumisión por medio de sorteos, apartando fondos para ese fin y arreglándola con leyes al intento”.
En 1849, diez años después de su fundación, El Comercio ya había respondido a la postura esclavista en el Perú al señalar -sin media tintas- que los conceptos esclavistas estaban “basados generalmente en razón de pesos, más no en razones de peso”. Y estas “razones” esclavistas reflejaban, cada una a su manera, diferentes formas de un interés particular, privado, por encima de la humanidad de las personas.
En la edición del 30 de juliode 1849, el diario decano se interrogaba: “¿Con qué derecho se intenta todavía conservar en la esclavitud a los desgraciados que bajo su peso han vivido tantos años?”. Y así respondía: “No, la codicia, los sentimientos bastardos del hombre no son ni pueden ser superiores a las leyes de la humanidad. Dios ha hecho libres a todos los hombres. Libres ante El, todos somos iguales ante el mundo”.
Los esclavistas, los que se ufanaban de ser “prácticos”, indicaban, por ejemplo, que la liberación de los esclavos iba a significar la ruina de la agricultura. ¿Por qué? Porque debían pagar los jornales a los trabajadores, y eso les parecía injusto. En las polémicas, destacaban los proesclavistas “legalistas”, que argumentaban que, ya que habían comprado “legal y honradamente” a sus esclavos; y tenían sus recibos de compra o facturas en orden, nadie tenía el “derecho de atentar contra su propiedad”.
Asimismo, en un acto más que inaceptable, había quienes alegaban motivos “religiosos” al afirmar que, si Dios había hecho al hombre blanco a su imagen y semejanza, chinos y negros diferían en algo de ese patrón; y, por ese “lógico” motivo, devenían en supuestos “seres inferiores”. Estos grupos esclavistas tenían también sus espacios periodísticos, como el que representaba el escritor y periodista Manuel Atanasio Fuentes en sus columnas de “El Murciélago”, donde atacaba a todo aquel que defendiera la abolición de la esclavitud.
Así como hubo de estos casos proesclavistas en Lima, también hubo gente limeña que se desprendió de sus esclavos y les dio la libertad, simplemente porque llegaron a convencerse de que liberarlos de su yugo era lo correcto. Y lo correcto fue lo que expresó también el famoso decreto de abolición de la esclavitud de Ramón Castilla. El Comercio lo apoyó abiertamente, como había apoyado desde febrero de 1854 la revolución del soldado tarapaqueño en Arequipa. En la columna titulada “Documentos de la Revolución”, el diario había informado de los pasos más importantes de esa rebelión contra el régimen de José Rufino Echenique (1851-1855).
Por ello, no fue sorpresa que, en pleno gobierno del presidente Echenique, el diario decano publicara -sin dubitaciones- el texto del decreto de abolición de la esclavitud en el Perú que firmó el libertador Ramón Castilla como “presidente del gobierno revolucionario”, en una vieja casona de Huancayo, el 3 de diciembre de 1854.
El diario lo difundió el 15 de diciembre de 1854, y la demora no fue por dudas u otros motivos, sino por las dificultades de las comunicaciones de la época entre Lima y las provincias del interior del país. Ciertamente, no le sirvió de mucho al presidenteEchenique establecer, 15 días antes del decreto y en un acto de desesperación, la libertad de los esclavos que tomaran armas por dos años para defender el orden público.
Al día siguiente, el 16 de diciembre de 1854, se leyó en El Comercio estas líneas definitivas: “Los que viven del sudor de los infelices esclavos a quienes tratan como a manada de bestias, para quienes no hay ni goces ni esperanzas; los que se alimentan con sus lágrimas, mientras entregan a la disipación las ingentes sumas que por medio de ellos lucran, son sin duda quienes pueden lamentar muy sinceramente la abolición de la esclavitud…”.
Pero ese interés del diario, que rápidamente se convirtió en abierta lucha, había tomado también una forma cultural, una forma literaria, un año antes de los sucesos de Castilla y su histórico decreto. Digamos que El Comercio asumió esa postura al mismo tiempo que percibía en un grueso sector de la población, un auténtico rechazo al esclavismo.
En marzo de 1852, en los Estados Unidos, había terminado de suceder un fenómeno literario: el de la novela por entregas “Uncle Tom’s Cabin” (“La cabaña del tío Tom”), de la aún poco conocida Harriet Beecher Stowe. La novela en folletín había sido un éxito durante ese invierno de 1852, ya que en tres meses se vendieron 150 mil ejemplares. La historia hablaba directamente de la esclavitud en el norte de América, y abordaba el dolor y la injusticia que esta producía en el corazón de las personas que la sufrían diariamente.
El Comercio entonces decidió publicar la novela de igual forma, es decir, por entregas, en el sistema de folletín. El folletín, justamente, había nacido con el mismo diario decano en mayo de 1839. El Comercio no dejó de publicar novelas en folletín todos los años; ya sean de novelas internacionales (Sue, Beecher Stowe, Dumas padre, etc.) como de autores nacionales (muchos con seudónimos).
De esta forma, el diario publicó la imprescindible novela antiesclavista de Beecher Stowe poco antes de que esta se publicara en formato libro. La traducción de la impactante historia del “Tío Tom” dio el título para los lectores peruanos de “La choza del tío Tom”, aunque luego se haría famosa en español como “La cabaña del tío Tom” (ambas traducciones fueron correctas).
El gesto editorial del decano no fue ajeno a la escena política, social y cultural de esos años. Como hemos visto, hubo especialmente en Lima una agresiva polémica entre quienes proponían el modelo esclavista y los que defendían una actitud y política antiesclavistas, finalmente humanista sobre el tema.
Desde su publicación periódica en 1852, la novela impactó fuertemente en las clases altas de los EE.UU.Beecher Stowe había sabido calar hondamente en la conciencia y sensibilidad del lector con una conmovedora narración de la vida de Tom, un esclavo afroamericano que vivía en una plantación de algodón en el sureño estado de Kentucky.
A través de este personaje, el narrador de la novela contó detalles de los horrores de la esclavitud; así como los abusos, la crueldad y burla de los poderosos y dueños de la vida de los esclavos, pero también relató el ansia de estos por hallar, en algún momento de sus vidas, la libertad y justicia.
La primera entrega de “La choza del tío Tom”, especialmente traducida así, se publicó en El Comercio, el lunes 21 de febrero de 1853, es decir, menos de un año después de su aparición folletinesca en Norteamérica. Llevaba esta curiosa dedicatoria: “Al señor doctor don Alfonso González Pinillos. A vos, señor, que libertando a 131 esclavos, de vuestra propiedad por las leyes, escribisteis uno de los renglones elocuentes que tiene la historia de la esclavatura, os dedican la traducción del libro de la señora Stowe. Vuestros atentos y humildes servidores. Los editores deEl Comercio”.
En ese primer episodio, en una especie de preámbulo, se decía que la novela de Beecher Stowe “es el golpe quizás más profundo que se haya dado hasta ahora a esa institución impía: la esclavitud, y este golpe ha sido dado por la mano de una mujer”. Por eso se decía desde ese entonces que “La cabaña del tío Tom” era una novela antiesclavista, que ayudó a la lucha contra la esclavitud en el gigante del norte.
La intención de El Comercio al publicar el folletín fue que esa condición de esclavos, que en la obra de Beecher Stowe se narraba con estricto realismo, quedara grabada en la mente de los lectores peruanos, y “su corazón se estremeciera y sintiera piedad por esos infelices, conmovido por la maravillosa sugestión del arte”.
Antes de 1853, el otro éxito de folletín en El Comercio había sido Eugène Sue y sus novelas “Los misterios de París” y “El judío errante”. Pero lo de “La choza del tío Tom” iba a hacer un verdadero fenómeno de lectura y ventas. Fueron 45 capítulos o episodios en los que se dio a conocer la novela completa. Desde ese 21 de febrero hasta el 14 de mayo de 1853, los lectores del diario decano gozaron, sufrieron, se enardecieron con la historia de “Tom”, que esperaban con ahínco cada semana.
Tanta fue la expectativa del lector peruano, de miles de lectores de El Comercio, que los directores de diario tomaron la decisión de publicar, en formato libro y a un costo económico, la novela de la norteamericana Harriet Beecher Stowe. Así como sucedió con “Los misterios de París” y “El judío errante” de Eugène Sue en la década anterior (la del 1840), ahora le tocaba el turno a “La choza de tío Tom”.
Después de la experiencia en América, el libro de la escritora estadounidense fue recibido en toda en Europa, y solo en Inglaterra tuvo cuatro ediciones, casi simultáneas, una de las cuales alcanzó un tiraje de 100 mil ejemplares.
En tanto, en los Estados Unidos, la novela de Beecher Stowe tendría un elevado valor en el discurso a favor de la liberación de los esclavos en la sociedad norteamericana, luego de la “Civil War” o “Guerra de Secesión” (1861-1865).
EL COMERCIO Y SU APUESTA POR LA LIBERTAD
La posición del diario decano en torno a este importante tema, que llegó a su clímax con la decisión de publicar en entregas y luego en libro la novela antiesclavista de Beecher Stowe, así como los editoriales en contra de los esclavistas y las notas informativas que destacaban los gestos y actos de ciudadanos que respetaban la dignidad humana dándole libertad a sus esclavos, dio sus frutos en el corto y mediano plazo.
Con esa postura editorial, El Comercio caminó al lado de la mayoría de sus lectores, donde primaba el consenso de la necesidad de dar irrestrictamente la libertad a los esclavos.
Y también tuvo su efecto político: el cambio de gobierno y la victoria de Ramón Castilla, quien dio el edicto libertario, como vimos, a fines de 1854. En 1855, Castilla llegaría al poder, tras derrocar al conservador Echenique, para poner algún orden económico y político entre los peruanos. El líder tarapaqueño impondría la abolición de la esclavitud en toda la República.
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