Se sabe que fueron diez periodistas los que se lanzaron a redactar y componer la primera edición de El Comercio, aquella que salió a la luz el 4 de mayo de 1839. Sus nombres pueden ser comunes y corrientes para los lectores, pero para la historia del diario lo fueron todo: Manuel Pompeyo, Julián Contreras, Antonio Vidaurre, Mariano Gómez (todos cajistas); Luis Camacho (prensista), Manuel Ayllón (entintador), José G. Cordero (primer repartidor), José María Monterola (editor y administrador); a los que se sumaron los fundadores Alejandro Villota y Manuel Amunátegui (directores).
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Estos hombres trabajaron en el primer lugar que acogió al diario decano; ese periódico que empezó con un lema en la cabecera de su portada, donde postulaba y llamaba al “orden”, a la “libertad” y al “saber”. El Comercio traía un esquema claro, bien elaborado, en medio de una prensa extremadamente política, partidaria y conflictiva como fue la de mediados del siglo XIX.
El diario empezó a depender desde un inicio de sus lectores, con la venta directa o las suscripciones; no debió nada a ningún caudillo político o un mecenas que lo sostuviese. Esa práctica dio libertad e independencia a sus periodistas y directivos, y su agenda se volvió nacional: abolición de la esclavitud y la servidumbre indígenas, promoción de la libertad económica y comercial; difusión de la ciencia y la cultura.
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El local de El Comercio en esos primeros días era un taller. En mayo de 1839 funcionaba en la calle Arzobispo Nº 47, en un espacio que todos conocían como la “Casa de la Pila”. Según el libro Las viejas calles de Lima (2019) de Juan Bromley -un texto clásico que fue elaborado originalmente a mediados de los años 60, pero que la Municipalidad de Lima editó nuevamente-, la famosa calle Arzobispo estaba en lo que actualmente es la cuadra 2 del jirón Junín, en el Centro de Lima. Es decir, a la vuelta del Palacio Arzobispal (antes llamado “Cárcel Arzobispal”).
El diario decano estuvo en ese lugar solo unos días, en el mismo mes de mayo de 1839, para luego cargar con toda su redacción, mobiliario y equipos a la calle San Pedro Nº 63, donde sí estuvo más de dos años. Esa calle hoy es la cuadra 3 del jirón Ucayali, y era otro solar en el Centro de Lima. Todos conocemos este jirón, pues en este se ubica el Palacio de Torre Tagle (Cancillería).
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Browley indicaba que esta arteria urbana tuvo un nombre anterior que duró buen tiempo: se le conocía como la “Calle de la Compañía”, debido a que estaba en frente de la Iglesia de la Compañía de Jesús. En los años iniciales de El Comercio se llamaba “San Pedro”, precisamente por el nombre de la iglesia vecina. El diario estuvo allí desde fines de mayo de 1839 hasta inicios de octubre de 1841.
Las mudanzas terminaron definitivamente el 9 de octubre de 1841 (hace 180 años exactamente), cuando el periódico en vilo se trasladó al espacio de Lima del que no se movería hasta el día de hoy: a la esquina de las entonces llamadas calle San Antonio (hoy Lampa) y calle La Rifa (hoy Santa Rosa).
Era una finca con dos frentes y en una esquina muy estratégica. En el caso de la calle La Rifa, se trataba de la hoy cuadra 3 del jirón Santa Rosa (antes Antonio Miró Quesada), la cual en tiempos coloniales se llamaba “Cañafe”.
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El solar se denominada La Rifa porque, como se puede sospechar, funcionaba allí el local de una lotería municipal. Bromley señaló en su enjundioso trabajo documental, que fue en 1841 (el 9 de octubre) que se “fundó en esta arteria urbana el inmueble con frente también a la calle de San Antonio, del diario El Comercio, decano de la prensa periódica peruana”.
Justamente, la calle San Antonio es la que hoy conocemos como la cuadra 6 del jirón Lampa, y mucho antes, en tiempos pre-republicanos (fines del siglo XVIII) tenía el nombre de “Híjar”. Por eso esa esquina era conocida también como “Cañafe e Híjar”, con cuyo nombre la conocieron los antiguos propietarios coloniales de estos solares.
Durante varias décadas del siglo XIX y XX funcionó allí el diario en una casona de un solo piso, en cuyo patio crecía un singular pino de 20 metros en el patio. Allí, en un solo piso, se avanzó notablemente en la tecnificación de la producción periodística. Uno de esos progresos fue la adquisición de una nueva rotativa Marinoni, traída de Francia, y que se inauguró en enero de 1902.
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Tras el incendio que sufrió este local en 1919, debido a la agresión de una turba adicta a Augusto B. Leguía, el director José Antonio Miró Quesada dispuso construir un nuevo local, un edificio muy moderno, sólido y estético en esa misma esquina, y que todos podemos ver hoy entre los jirones Lampa y Santa Rosa.
El edificio, toda una fortaleza periodística, se construyó entre marzo de 1921 y fines de 1924 (los periodistas trabajan en ese espacio casi a la par que acababan de construirlo). Desde allí, con la placa inaugural que aun resiste al tiempo y brilla en el hall de local, El Comercio ha cubierto las noticias del Perú y el mundo de gran parte del siglo XX y XXI.
Meses antes de empezar la cuarentena por la pandemia del COVID-19, en diciembre de 2019, la redacción principal del diario se mudó a un local en Santa Catalina, La Victoria, pero su memoria aún sigue en una esquina. La esquina de tantísimas historias.
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