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El increíble asalto en el Centro de Lima que terminó con la fuga de los delincuentes luego de tener secuestrados a dos personas durante horas
El atraco sucedió en un edificio del jirón Camaná los primeros días de enero de 1983. Los criminales se llevaron dos millones de soles en efectivo y S/. 26 millones en cheques de un maletín.
Eran las nueve de la mañana del viernes 7 de enero de 1983, cuando dos delincuentes, fuertemente armados con revólveres, asaltaron a Jorge Vega y Miguel Ruiz, empleados de manufacturas Nylon, en la puerta del edificio de su local, ubicado en el jirón Camaná 780, en el Centro de Lima. Vega recibió un balazo en el tórax y le arrebataron un maletín. Así se llevaron dos millones de soles en efectivo y S/. 26 millones en cheques. Luego, ambos criminales fugaron corriendo.
La reacción de Ruiz fue perseguir a los asaltantes hasta la avenida Nicolás de Piérola. Allí recibió ayuda de un patrullero que estaba por la zona. Es así como empezó una persecución por la avenida Garcilaso de la Vega. Los delincuentes solo atinaron a esconderse en un edificio contiguo al Hotel Riviera. Luego, subieron hasta el piso 11 buscando una salida. Al no encontrarla, se metieron a la sede del “Comercial Jumbo Andina” y amenazaron a sus trabajadores. Los empleados del lugar les explicaron que podían escapar por el otro lado de la torre.
Alrededor de las 9 y 30 la mañana, los asaltantes ingresaron al local de “Organizaciones y Almacenes S.A.”. Ahí abrieron el maletín y sacaron el dinero y los cheques para ponerlos en una bolsa de plástico. Después, se pasaron a otro edificio por la azotea, recorrieron el pasaje Dávalos Lisson y se escondieron en las oficinas del “Estudio de Contabilidad y de agentes y patentes”, ubicado en el segundo piso del jirón Washington 922. En ese lugar, tomaron de rehenes a cinco empleados, entre ellos, cuatro mujeres.
En cuestión de segundos, el inmueble fue rodeado por decenas de escopetas con miras telescópicas, metralletas y revólveres de la Policía de Investigaciones (PIP) y la Guardia Civil (GC). Tras varios minutos de tensión, una de las rehenes sufrió una crisis nerviosa y sus compañeros pidieron que la liberen. Media hora después, los delincuentes soltaron a cuatro de ellos y se quedaron, a cambio, con dos personas: el jefe del escuadrón de emergencia de la GC, José Tissoc Lindley y la abogada Hilda Huerta. El agente se ofreció como prisionero a cambio de los empleados liberados.
Varios minutos después, los dos criminales pidieron un auto para su fuga. La policía les dio un Toyota blanco, que era conducido por un oficial vestido de civil, que, además, llevaba a un agente escondido en la maletera. De esta forma, los asaltantes huyeron con los rehenes. El automóvil recorrió Pueblo Libre y llegó hasta Marbella, en Magdalena. Allí, los malhechores liberaron a Huerta y al chofer. Tissoc continuó el viaje conduciendo el vehículo por la Costa Verde.
Tras recorrer un largo tramo del cono sur, obligaron al oficial a detenerse en la novena cuadra del jirón Pachacútec, en San Juan de Miraflores. En ese lugar, se bajaron y amenazaron al policía para que no los siga. Incluso le voltearon el espejo retrovisor. En seguida, los asaltantes corrieron hasta desaparecer. La PIP y la GC, que venían siguiéndolos sigilosamente, realizaron un fuerte operativo con más de treinta vehículos y un centenar de efectivos por esa zona durante horas. Aun así no lograron encontrar a los criminales.
A las doce y media de la tarde de ese 7 de enero, la Guardia Civil dio una conferencia de prensa en la oficina del Escuadrón de Emergencia. Ahí, José Tissoc reveló que los delincuentes estaban muy nerviosos y dispuestos a matar a los rehenes para después suicidarse si es que la policía intentaba atraparlos. “Fue una odisea que duró cuarenta y cinco minutos. Uno de los asaltantes manifestaba a cada instante que no quería volver a Lurigancho. Dijo que había salido en noviembre último. Prefería suicidarse antes de volver”, narró el valeroso agente.
Tissoc contó que los malhechores estuvieron a punto de matarlo antes de llegar a Magdalena porque se dieron cuenta que había patrulleros persiguiéndolos, un hecho que demostraba que estaban incumpliendo “las garantías que les ofrecí para su fuga”. Las amenazas de muerte crecieron cuando el policía pasó a conducir el vehículo blanco: “Yo estaba desarmado, porque esa fue la condición para ofrecerme de rehén, entonces, más alternativa que cumplir esas órdenes. Salimos a Chorrillos y luego con rumbo a San Juan de Miraflores, donde descendieron del auto, tras voltear el espejo retrovisor e indicarme que no volteara”. La negociación por los rehenes y la fuga duraron más de dos horas.
Para el jefe de emergencia de la Guardia Civil, lo más importante fue salvar con vida a los cinco rehenes del estudio contable. Finalmente, explicó que no sabía que en la maletera del auto había un colega suyo. De ello, se percató cuando huyeron los delincuentes y varios golpes sonaron en la parte trasera del vehículo. “Si hubiera sabido que el teniente estaba ahí, quizás hubiese sido posible capturar a los asaltantes”, comentó Tissoc.
Luego, el cronista de El comercio logró entrevistar a Hilda Huerta. En la conversación, la abogada de 26 años de edad explicó cómo se sintió durante esos momentos de gran tensión: “No sé cómo pude mantenerme serena en semejante situación. Yo soy muy nerviosa, pero esta vez me pasó algo extraño”. Ella contó que los delincuentes le dijeron que estaban siendo perseguidos por la policía por un “frustrado asalto”. También recalcó que ofreció defenderlos judicialmente si se entregaban a las autoridades. “Incluso les advertí que en ese caso la pena sería menos severa. Pero ellos rechazaron mi ofrecimiento”, recordó la joven.
Huerta reveló que fue obligada a salir por la ventana para decirles a los agentes que había cinco criminales con metralletas en el lugar. Ahí fue que Tissoc se ofreció como prisionero a cambio de los trabajadores. “Con la llegada del mayor adquirí mayor aplomo. Antes de ese momento estaba tensa y preocupada, porque una de mis compañeras de trabajo se desmayó en el baño, donde permanecía encerrada”, narró. Además, confirmó que los asaltantes estaban muy nerviosos, dispuestos a matar a los rehenes y suicidarse.
Finalmente, declaró que los malhechores la trataron con mucha delicadeza y que el recorrido en el auto pareció eterno: “El recorrido parecía interminable, pero yo me sentía más aliviada que cuando estábamos dentro de la oficina. Ya al llegar a la zona de la Marbella, los delincuentes accedieron al pedido del mayor y me dejaron libre”, expresó Huerta. La policía terminó la conferencia desvelando que ya había identificado a los asaltantes, pero no dio sus nombres. Tampoco reveló donde estaba el dinero robado. Esa tarde, Vega fue operado en la clínica Internacional, en donde se le extrajo la bala del tórax. Así empezó su recuperación.
El miércoles 12 de enero de 1983, la Policía de Investigaciones reveló la identidad de uno de los delincuentes del asalto en el Centro de Lima. El criminal fue identificado, por la quinta división de investigación de robos, como Walter Alva Fernández, alías “Chimbote” o “Chino Walter”. Este peligroso asaltante tenía antecedentes policiales y penales por delitos contra el patrimonio en la modalidad de “mano armada”. También estaba requisitoriado por el décimo octavo juzgado de instrucción por ser el autor de varios asaltos. Además, se supo que se tenía el nombre de su cómplice.
La PIP señaló que la captura de ambos era cuestión de horas. Asimismo, explicó que estaban investigando a varias personas vinculadas con los criminales y los lugares que estos delincuentes solían frecuentar. Los agentes aseguraron que tenían vigiladas sus casas y a sus familias. Dos días después, el viernes 14 de enero de 1983, el padre de “Chino Walter”, Luis Alva Villacorta, y la conviviente de su hijo, fueron a declarar a la estación de la Policía de Investigaciones del Rímac como parte de las averiguaciones del caso.
Allí, Alva Villacorta reveló que no tenía fe en la rehabilitación de su hijo, de 32 años de edad, y que no quería verlo muerto. También explicó que el avezado delincuente comenzó su vida delictiva con 15 años, cuando abandonó el primer año de secundaria y fue recluido en Maranguita. A los 17 años volvió a ese centro de rehabilitación juvenil por robo, el mismo delito que la primera vez. Luego, le suplicó a su hijo, ante la prensa, que se entregara: “¡Entrégate hijo…No permitas que te acribillen a balazos!”.
Asimismo, contó que no lo veía desde el 31 de diciembre y que el día del robo estuvo dos horas en su casa de La Victoria, inquieto “ni bien lo vio llegar” a él y solo atinó a saludarlo. Luego, desapareció sin despedirse. “Es una vergüenza para mi familia…Es la oveja negra. Pero no puedo verlo muerto”, dijo, desesperado, Luis. Minutos después, la policía desveló que “Chimbote” también tenía requisitorias en las dependencias de San Isidro y La Victoria. Además, estuvo encarcelado en el penal de Lurigancho en octubre de 1976 y abril de 1978.
Esas dos veces salió en libertad por orden del Tercer Tribunal Correccional y del Décimo Tercer Juzgado de Instrucción de Lima. Es así como pasaron varias semanas y no se supo más detalles de este increíble caso policial. Tampoco se obtuvo información de la captura de los dos delincuentes del asalto en el Centro de Lima. Un atraco que duró más dos horas y paralizó una parte de nuestra capital como si se rodara una famosa película de acción de Hollywood hace más de 30 años.
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