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El robo del siglo: cuando solo tres hombres asaltaron el Museo de Arqueología y se llevaron 34 piezas de oro prehispánicas
Ocurrió hace más de 40 años, pero la historia aun indigna a cualquiera que admire nuestro pasado histórico. Perder así objetos tan valiosos como un Tumi de Oro, pectorales, orejeras, vasos ceremoniales, entre otras piezas de metal, causó un gran desaliento en todo el país.
El robo de esas reliquias de nuestro pasado prehispánico en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, ubicado en Pueblo Libre (Lima) fue el suceso que marcó el fin de 1981 y los primeros cuatro meses de 1982. Fue muy doloroso, además, saber de la poca seguridad con la que se custodiaba ese rico patrimonio arqueológico del país.
Solo el Tumi de Oro perdido para siempre ese jueves26 de noviembre de 1981 tenía una tremenda historia detrás. Y es que, a fines de 1936, en el distrito de Íllimo, en la provincia de Lambayeque, en el departamento norteño del mismo nombre, se realizó un gran descubrimiento en la huaca La Ventana, en la zona de Batán Grande; allí huaqueros descubrieron casi intactos tres cuchillos de oro, llamado por ello ‘Cuchillos de Íllimo’ o más popularmente conocidos como ‘Tumis de Oro’. Para el distrito fue como renacer de sus cenizas. El mundo entero supo que Íllimo existía.
Las tres piezas famosas –de los 20 objetos de oro que descubrió entonces el huaquero Hipólito Granados– partieron hacia Lima para su estudio y mantenimiento. De Lima vino el arqueólogo Julio C. Tello, quien se dedicó a su estudio y puso en su debido contexto las piezas halladas.
Tello necesitaba su gabinete de trabajo para evaluar debidamente el valor arqueológico e histórico de los objetos; con ese fin las trasladó al entonces Museo de Arqueología y Antropología de Pueblo Libre, en Lima, incluyendo los tres cuchillos finamente acabados. Durante décadas el museo más importante del país tomó posesión de los objetos de la huaca La Ventana, y le dio especial cuidado a los tres tumis.
Todo parecía andar bien, con los tumis a la vista de cualquiera que pudiera venir hasta Lima y verlos en el museo de Pueblo Libre. Hasta que ocurrió la desgracia o, mejor dicho, el peor de los delitos:el robo cultural, el asalto a nuestro pasado, como si nos quitaran parte de nuestra identidad como nación en un solo acto delincuencial.
El museo más importante del Perú fue saqueado
En horas de la madrugada del jueves 26 de noviembre de 1981 se produjo un robo sin antecedentes en la historia institucional del Perú. Tres delincuentes se apoderaron de 34 piezas de oro, plata y bronce, provenientes de nuestras culturas prehispánicas. Entre ellas estaba uno de los tres tumis de oro que dicho museo poseía en sus vitrinas. Una hermosa pieza con incrustaciones de piedras preciosas.
También estaban entre las piezas sustraídas, vasos ceremoniales de oro y plata, pectorales, keros, collares, orejeras, sonajas, etc.Fue, sin duda, el “robo del siglo” para la policía. Los agentes empezaron a sospechar que los criminales conocían demasiado bien cada parte de las instalaciones y zonas del museo; así como los sectores con menos seguridad.
De primera impresión, se podía deducir que el trío de delincuentes recibió información desde dentro del museo o habían trabajado en él, por lo menos. La famosa “Sala de Oro”, la más buscada del local, fue prácticamente saqueada, destruida.
Según los testimonios, los tres malhechores armados y encapuchados entraron por la parte posterior del museo y redujeron a los tres guardianes y a dos hijos de uno de ellos. Desconectaron la mayoría de alarmas e intentaron abrirla la bóveda, pero en un principio no pudieron porque tenía clave. Sin embargo, se las ingeniaron muy bien y lograron entrar por otras vías (otra vez, muy sospechosa tanta información en sus manos).
El director el museo de Pueblo Libre era, por esos años, el doctor Víctor Pimentel Gurmendi, quien informó que, por el apuro en salir, los delincuentes habían dejado en el piso un pectoral de plata, tres orejeras de oro, vasos y sonajas. Según las autoridades, el peso del botín llegaba a los 6.9 kilos.La policía armó de inmediato un operativo gigante para capturar a los autores del robo.
El aeropuerto y las carreteras al norte, sur y centro del país fueron custodiados. Se supo luego que una alarma sí sonó en la madrugada del robo, y lo hizo por varios minutos, hasta que la desactivaron los propios asaltantes. No obstante, nadie vino ante la llamada de auxilio. Solo llegó la policía cuando los guardianes pudieron desatarse y hacerla sonar de nuevo.
Hasta la Interpol fue notificada del robo patrimonial, pero no se pudo capturar a los rateros en los siguientes días. La policía ya manejaba la hipótesis de que los asaltantes estaban vinculados con el museo. Un dato clave fue que los perros guardianes no actuaron como si estos fueran desconocidos, algo que llamó mucho la atención de los agentes.
La Policía de Investigaciones del Perú (PIP) interrogó a los guardianes: se hicieron “retratos hablados” de uno de los asaltantes que se quitó por unos segundos la media que distorsionaba su rostro; se buscaron las huellas de otro delincuente que, sin guantes, había tocado una puerta, pero en las semanas siguientes parecía que nada daba resultados. La PIP se hizo cargo directamente de las investigaciones, con el apoyo de la Guardia Civil.
Pese a los pobres resultados en las primeras semanas, la PIP y la Guardia Civil no claudicaron en su trabajo. Es más, se sumaron más investigadores de la PIP al caso, los que pasaron las fiestas de fin de año en plena tarea investigativa. Durante todo el verano del 82, las pistas fueron consolidándose, y los sospechosos fueron apareciendo en el radar policial.
Entonces, el 19 de abril de 1982, la policía dio a los medios el detalle de sus pesquisas de cinco meses de duro trabajo. En primer lugar, mostraron lo que quedaba del Tumi de Oro robado. Los delincuentes, en su desesperación por fundirlo o fragmentarlo, deformaron completamente la hermosa pieza. El ‘Cuchillo de Íllimo’ estaba hundido, abollado por los golpes de comba y cincel.La foto que reproducidos del mismo diario decano (edición del 20/04/1982) revelaba cómo estaba antes el tumi y cómo quedó después. Era una pieza increíblemente hermosa que pesaba aproximadamente un kilo.
Se supo entonces que los autores del asalto fueron: Manuel Valdivia Heredia, un obrero de carpintería metálica, de 25 años, y dos delincuentes comunes. Valdivia fue el autor intelectual y material de la operación. Según la PIP, “había realizado algunos trabajos en el museo, por lo que estaba enterado de la gran riqueza que guardaba”.
Primero fue detenido Valdivia, el sábado 17 de abril, gracias a la tarea del área del Archivo Central de Inteligencia de la PIP, que investigó a cada trabajador y personal técnico, así como a trabajadores independientes que habían hecho labores eventuales en el museo. El obrero fue capturado en su casa del jirón Cangallo, en Barrios Altos, cerca del taller de carpintería donde trabajaba.
La captura del obrero Valdivia permitió la de sus dos cómplices. Fue al día siguiente, el domingo 18 de abril. Ese día fueron atrapados Eduardo Rocca Vásquez, de 26 años, y Fernando Solano López, de 25 años. Los tres quedaron en manos de la Quinta División de Robos de la PIP. El Comercio informó al detalle sobre el caso; así se pudo saber que estos malhechores proyectaban viajar a Europa para no ser descubiertos, pero la acción inmediata de la policía en las vías de comunicación los amedrentó.
Hasta ese día de la captura, la PIP pudo recuperar 890 gramos de oro, entre ellos la cabeza del Tumi. La mayoría de los objetos fueron “canibalizados” por los delincuentes. No hubo pieza que haya podido recuperarse de forma completa.Y es que desde el primer día del asalto, los delincuentes se dedicaron trozar las 34 piezas prehispánicas con cinceles. Lo hicieron así, confesaron, “para poder repartirse en partes iguales el botín”.
La mala noticia para el museo y el país entero era que muchos fragmentos ya habían sido fundidos y vendidos en marzo. Solo faltaba hallar dos partes del Tumi de Oro. El miércoles 21 de abril de 1982, se comunicó a los medios que se había hallado, en un buzón postal, unos 53 fragmentos de oro adicionales. Pero ninguno pertenecía al Tumi de Oro incompleto.
Los nuevos fragmentos estaban metidos en un “triple sobre en blanco” en uno de los buzones de correos del aeropuerto internacional. El sobre no tenía destinatario ni dirección. Se confirmó que las piezas pertenecían a los objetos robados (a un vaso-sonajera, a una orejera, a un pectoral y a un collar de 24 vueltas).
La policía peruana estaba segura de que habían intentado sacar los fragmentos del país, pero el encargado de hacerlo con seguridad se arrepintió a último minuto. En los días posteriores, fueron detenidos un par de “reducidores” de las piezas robadas. Asimismo, con ayuda del Interpol se persiguió por un tiempo a algunos sospechosos de haber comprado y vendido parte de esos fragmentos de las piezas robadas. Fue el peor robo en un museo peruano hasta el día de hoy.
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