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El trágico incendio de 1953: un voraz fuego arrasó un corralón en el Rímac y cobró la vida de un bebé
Cuando Lima se preparaba para recibir otro alegre y patriótico 28 de Julio, ese año de 1953, un abrasador incendio surgió en un humilde cuarto en el Rímac, donde habitaban un padre, una madre y un hijo menor. Pero esa mañana el bebé de año y medio quedó solo en su cuna, atrapado en el fuego.
El nombre de “Amancaes”, en el Rímac, fue desde los tiempos coloniales y republicanos sinónimo de fiestas, bailes y jolgorio popular; y así fue hasta incluso mediados del siglo XX. Con el paso de los años, poco a poco, ese campo libre y floreado cedió el paso a la vida urbana; a las casas humildes, a los cuartos rústicos de los corralones. En ese espacio precario y pobre, la tragedia hecha fuego se ensañó con seis familias, justo un día antes del aniversario patrio, el 27 de julio de 1953. Hace 70 años.
Ese día el mundo celebraba, además, el final de la Guerra de Corea, luego de tres años de conflicto bélico; pero también se iba a realizar en el Cercado de Lima, en la Plaza San Martín, el esperado desfile escolar por fiestas patrias. Se respiraba en la ciudad capital un aire de paz y nacionalismo.
Pero esa mañana del lunes 27 de julio de 1953 también quedaría en la memoria de la gente de Lima como una jornada de drama, de tragedia que llegaba con olor a quemado. Entre esos sucesos nacional y mundial, el fuego arrasó los hogares de varias familias de la zona de Amancaes, en el tradicional distrito delRímac.
La zona específica donde ocurrió el feroz incendio fue en el camino viejo al Paseo de Amancaes, una zona del Rímac, en un “corralón”, como se decía en esos años 50. Un callejón de varios cuartos, con vecinos y familias humildes, expuestos a todo tipo de peligros.
EL INCENDIO DE AMANCAES EN EL RÍMAC: ¿CÓMO EMPEZÓ TODO?
A las 7 y 45 de la mañana, al mismo tiempo que los escolares de Lima se desplazaban a sus posiciones en la calle Belén y alrededores, para así dar inicio al desfile escolar por 28 de Julio en la popular Plaza San Martín, “en el corralón Nº 233, situado en el camino Viejo Amancaes, de la jurisdicción de la Cuarta Comisaria”, una cocina de kerosene, dejada prendida por sus dueños, explosionó en el cuarto Nº 8. (EC, 27/07/1953)
Exactamente a esa hora, un agente de la Guardia Civil, perteneciente a la Cuarta Comisaria, estaba de ronda por esos parajes, es decir, por el antiguo camino que llevaba a la Pampa de Amancaes. El policía percibió que del interior del corralón o “casas de vecindad”, asignado con el número 233, salía una gran cantidad de humo.
Dicho cuarto era de propiedad del señor Rosario Melsiozú Ángeles, quien se lo había alquilado a Genaro Porras y su conviviente. Allí estos vivían con su hijo de un año y medio. Los adultos no se hallaban en el modesto inmueble, pero el que sí estaba era el pequeño José Porras.
El pequeño dormía en su cuna cuando la cocina de kerosene hizo explosión, con una fuerza tal que hizo volar todos los enseres de la casa. El fuego devoró todo en segundos, incluida la cuna. ‘Pepito’, como le decían, no tuvo ninguna posibilidad de salvarse.
El guardia civil vio que el siniestro amenazaba con extenderse rápidamente hacia las otras habitaciones hechas de “material rústico”. De esta forma, el fuego avanzó, tras destruir el cuarto Nº 8, hacia los otros vecinos.
El agente policial llamó entonces a sus superiores, e inmediatamente se comunicó con los cuerpos de bomberos, los cuales se hicieron presentes minutos después en el siniestro del viejo camino al Paseo de Amancaes.
Pero el fuego estaba imparable, pasó al “cuarto número 7, donde habitaba Solano Rodríguez, luego al número 10, habitado por Aurora Medina, a continuación al 9, habitado por Víctor Pacheco, al 3 ocupado por Rafael Vásquez y, por último, al número 4 habitado por Pascual Galarreta, destruyéndolos completamente”, informó El Comercio, en su edición de la tarde. (EC, 27/07/1953)
¿CÓMO FUE LA DURA LUCHA DE LOS BOMBEROS EN AMANCAES?
Fueron seis los hogares destruidos por las lenguas de fuego. La Comandancia General del Cuerpo de Bomberos, a cargo del señor Oreste del Sante Molfino, ante la gravedad del incendio, notificó la emergencia y dispuso que actuaran de inmediato varios cuerpos de bomberos.
“Las compañías Roma Nº 1, France Nº 2, Rímac Nº 8, Salvadora Lima Nº 5, Cosmopolita Nº 6 y Lima Nº 3, se dirigieron al lugar del siniestro con su material contra incendios”, decía El Comercio de la edición del 28 de julio de 1953.
Solo unos minutos después, los bomberos limeños ya estaban combatiendo el fuego de Amancaes. Sin embargo, cuando llegaron el corralón completo estaba en llamas, y amenazaban con expandirse a otros vecindades. El escenario era una hoguera.
Los hombres de rojo debieron superar la distancia que había desde la toma del agua al punto de siniestro. Tres horas duró la lucha contra el fuego, y esto debido a la gran cantidad de esteras, cartón y madera con los que se armaron los cuartos del corralón. La lucha fue contra el tiempo y la posibilidad de que la tragedia se extendiera aún más.
Alrededor de las 11 de la mañana recién los bomberos pudieron afirmar que tenían controlada la situación. El Jefe de Línea bomberil ordenó que las compañías retornaron a sus bases, salvo una: la France Nº 2, que se hallaba de turno ese mes, y en previsión a un resurgimiento del fuego, que muchas veces se avivaba con el viento.
¿QUÉ INDICARON LAS INVESTIGACIONES SOBRE EL CASO? ¿CUÁL FUE EL COSTO HUMANO?
Las pesquisas policiales confirmaron el dato del cronista de El Comercio: el incendio empezó en el cuarto Nº 8, que ocupaba Genaro Porras. Las seis familias afectadas lo perdieron todo. Pero lo más doloroso del caso fue la muerte del menor José Porras, de año y medio, cuyo cuerpecito acabó completamente carbonizado.
El momento del hallazgo de los restos de ‘Pepito’ Porras fue más que dramática. Los bomberos del France Nº 2 se dedicaban a remover los escombros para evitar un avivamiento del fuego, cuando divisaron algo, un bulto, entre un catre y un colchón calcinados.
El Teniente Alvián Saravia, quien estaba acompañado del guardia civil Eduardo Guzmándel Villar (Cuarta Comisaría), fue el que se acercó primero y vio el chamuscado cuerpo de JoséPorras. Pero el agente policial Guzmán fue quien, sin importarle el peligro del material humeante aun en el escenario del incendio, levantó el pequeño cadáver.
No fue posible identificarlo de inmediato, pero los vecinos no tenían dudas de que era el niño, pues vivía en ese cuarto y era el único menor en él. Se había quedado solo. Minutos después, apareció el padre, Genaro Porras, quien no podía creer lo que veían sus ojos.
Porras se abalanzó al cuerpo de su menor hijo, lo abrazó con desesperación y lloró con desgarro y con una impotencia que llegó a conmover al más duro de los reporteros de policiales. Minutos después, declaró a la Policía que había salido a hacer unas compras, no muy lejos de allí.
Mientras esperaban al Juez Instructor de Turno para que ordenara el levantamiento del cadáver y pueda ser llevado a la Morgue Central de Lima, el padre del menor fallecido confirmó la sospecha de la Policía: el origen del incendio había sido la vieja cocina a kerosene, que había dejado prendida en su cuarto antes de salir. Genaro Porras pensaba preparar un desayuno para él y su hijo, por eso había puesto a hervir una tetera con agua.
La Policía añadió que la cocina se sobrecalentó y el envase del kerosene hizo explosión, derramando el combustible, lo que derivó en un incendio que se extendió con rapidez. El lamentable acontecimiento llamó la atención de varias autoridades que se acercaron al lugar del siniestro en el Rímac.
Prefectos, subprefectos, investigadores de criminalística de la Policía, todos apoyaron el trabajo de los bomberos, y dejaron al padre vivir su dolor y su fatal irresponsabilidad. De la conviviente y madre del menor fallecido no se supo nada por esos días. Presumiblemente no se hallaba en Lima.
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