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El traje de baño, la prenda que se utilizó durante siglos y cambió el verano en el Perú con la llegada del bikini en los años 60
El primer traje de baño femenino se lanzó oficialmente en Francia en 1860, pero hay vestigios de ropa similar de mucho antes. En el Perú, este atuendo veraniego se lució, por primera vez, en las playas de La Punta, en el Callao.
Desde la caída del Imperio Romano hasta el siglo XIX, Europa consideró el mar como un tenebroso mundo de naufragios y tragedias. Hasta ese momento, bañarse era solo para los enfermos, locos y atrevidos. Estos se bañaban completamente desnudos o vestidos. Siglos antes, París ya había adoptado medidas drásticas contra quienes se duchaban en público sin cubrir sus partes íntimas.
Es así como a inicios de 1854, el emperador de Francia, Napoleón III, y su esposa, Eugenia de Montijo, utilizaron unos camisones largos hasta los pies, que parecían pijamas, para bañarse en las paradisiacas aguas del mar de Biarritz, localidad ubicada en la provincia de Labort, en el País Vasco francés. Esta ciudad se había convertido en un destino turístico muy popular desde que la realeza europea la comenzó a visitar a inicios de 1800.
Esta prenda encajó con los rígidos principios morales de la época. A este camisón se le consideró la primera muestra de traje de baño en todo el mundo. El problema era que se pegaba al cuerpo al mojarse. Así lo cuenta Gustave Flaubert, en sus “Memorias de un loco”, recordando a la bellísima “mademoiselle” Schlesinger en Tourville, en 1836: “Cada mañana iba a verla mientras se bañaba. La contemplaba de lejos y envidiaba a las olas, mórbidas y plácidas, que le acariciaban las caderas y cubrían de espuma su pecho joven y trepidante; yo adivinaba las formas de sus miembros bajo las prendas mojadas que la cubrían (…)”.
Primer traje de baño
El primer traje de baño femenino se lanzó en Francia en 1860. Se adaptó las prendas interiores que usaban las mujeres y se le dio forma, evitando “inquietar con ideas” o recordar las partes íntimas de su cuerpo a la “gente de bien”, que eran las únicas personas que estaban en condiciones de frecuentar las playas en el verano. Por esa época, varias de las familias más ricas de Lima ya tenían grandes casas de playa en el balneario de Chorrillos. A la mayoría de estos hombres solo les interesaba gastar sus fortunas, que consiguieron con el auge del guano, jugando cartas en sus residencias.
Años después, Francia dio las primeras pautas definitivas sobre el atuendo playero de las mujeres. Ellas debían vestir pantalones anchos y cómodos, que llegaban hasta la pantorrilla. También tenían que llevar una casaca larga que les cubriera la cadera y el cuello, con botones en la parte de adelante. El traje era de lona y podía ser de color gris, negro o marrón. Se completaba con unas zapatillas con suela de cáñamo y un gorro de tela con cintillos para que se pudieron recoger el pelo.
El bañador de los hombres solo era “una camiseta y un calzoncillo hasta las rodillas”. En el Perú, los primeros trajes de baño se lucieron en las playas de La Punta, en el Callao. Esto se puede ver en las acuarelas de Pancho Fierro. Estas prendas veraniegas recién sufrieron pequeños cambios poco después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Sin embargo, el traje de baño femenino recibió varias críticas. Hasta se acusó a las mujeres de recibir “castigos infernales” si lucían grandes escotes o utilizaban el pantalón más corto en el atuendo playero.
A partir de 1918, en las playas de Europa apareció el maillot. Para ambos sexos, este traje de baño era de color negro y se parecía mucho. Sin embargo, en los primeros años de uso, la ropa de baño de las mujeres tenía una falda corta que cubría medio muslo. Tiempo después, esta prenda solo llegaría a cubrir hasta la entrepierna. Esto también provocó un gran escándalo en la época, al punto que muchas personas creían que estos trajes habían reducido “la dignidad de la mujer, sus virtudes y su pureza de espíritu”.
Es así como en varios países europeos se establecieron reglas para su uso y en las playas aparecieron las “inspectoras de la moral”. Estas mujeres mayores vestían faldas largas hasta los pies, cascas enormes, blusas cerradas y sombreros grandes, de color negro. También tenían unas cintas métricas para perseguir a las “bañistas provocadoras” y detenerlas si sus trajes eran muy cortos. Muy pocas veces lograron atrapar a alguna mujer con estas prendas. El maillot no llegó al Perú hasta la década de 1930.
Más adelante, apareció el short, que también tuvo sus partidarios y detractores. Es así como el traje de baño redujo sus dimensiones para que el cuerpo pudiera recibir los beneficios de los rayos solares. Estos atuendos veraniegos pasaron a ser de colores más claros y los hombres prescindieron de la parte superior del traje. Luego, apareció la trusa, que se popularizó en todas partes del mundo.
Con estos nuevos trajes, empezaron a salir abundantes productos de belleza para el verano. Las publicidades de lociones, aceites y cremas, repetían la frase “para un bronceado perfecto”. La mayoría de personas empezó a ir a las playas a tomar sol. Por eso, el traje de baño se redujo un poco más. El final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) transformó espiritual, moral y socialmente a todos los países. Esto hizo que, poco a poco, fueran desapareciendo las inspectoras de la moral y los reglamentos gubernamentales contra la ropa de baño.
Al año siguiente, en 1946, el ingeniero automovilístico francés, Louis Réard, presentó su primer bikini al mundo. Antes, en 1940, el europeo se había hecho cargo de la empresa de lencería de su familia. La primera mujer que lució este traje de baño fue la stripper francesa de origen italiano Micheline Bernardini, con tan solo 19 años de edad. Sin embargo, esta no fue la primera muestra del conocido atuendo. En un mosaico romano del siglo IV a.c., aparece una mujer con unas prendas similares.
Días después de la presentación, el bikini se empezó a vender en Francia. Luego, en las costas mediterráneas y en Estados Unidos. Años después, los concursos de belleza popularizaron aún más esta prenda veraniega. Cabe resaltar que se le puso ese nombre debido a la explosión de una bomba atómica estadounidense en el atolón Bikini, en las Islas Marshall. La detonación destruyó la vegetación de la zona y el islote quedó casi desnudo.
Recién en los años 60, la hegemonía de este bañador se hizo sentir en las playas de nuestro país. Incluso causó sensación en un campeonato de tabla hawaiana realizado en la Costa Verde en 1965. Un año antes, el monokini hizo su aparición en Estados Unidos. Allí y en Europa tuvo gran acogida. No disfrutó de mucha fortuna en el Perú. La tanga, que surgió en Brasil en la década de 1970, tampoco tuvo aceptación entre las peruanas. El último traje de baño que si se instaló rápidamente en nuestro país fue el trikini en 2006.
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